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Ferrocarril en el Paraguay (cont.)

Durante 40 años, los tranvías a mulitas, invictos, formaron parte del paisaje ciudadano, hasta que un 7 de julio de 1913, a las cinco de la mañana, el primer tranvía eléctrico comenzó su viaje inaugural. Un viaje que –con altibajos– culminó el último día de diciembre de 1996, luego de poco más de 83 años. Los empresarios del servicio de tranvías eléctricos fueron representados por Juan Carosio, quien negoció su concesión con la compañía Asunción Tranway

Ligth and Power Company y, a mediados del siglo XX, la compañía fue nacionalizada, surgiendo la Administración de Tranvías Eléctricos. En 1888 se fundó la empresa que instaló el servicio ferroviario que unía Asunción con San Lorenzo y funcionó por casi medio siglo. En esos años también comenzaron a establecerse en las zonas ribereñas del Alto Paraguay las empresas tanineras que construyeron sistemas ferroviarios de alrededor de 300 km de vías hacia el interior del Chaco para coadyuvar en la explotación de los extensos quebrachales. La explotación forestal en el norte de la región oriental también tuvo su propio ferrocarril, el de Guggiari, Gaona & Cía., entre Concepción y Horqueta. Hubo numerosos proyectos que no fueron más que anhelos. Numerosos planes empresariales tenían previsto cruzar el país con ferrovías desde todas las direcciones. Desde las últimas décadas del siglo XIX, la construcción de ferrocarriles era lo que más interesaba a los capitalistas extranjeros para invertir su dinero en el país.x

“Ojovái sandía piréisha”

La primera canción paraguaya cantada a dúo fue Floripa-mí, de Fernando Rivarola. La misma fue interpretada en 1926 por Herminio Giménez y Justo Pucheta Ortega, quienes así crearon la composición a dos voces en la música folclórica paraguaya.

Noche mágica

Hoy se cumplen siete años de la inauguración del busto colocado en el pedestal adosado en el obelisco construido hace más de setenta años en el lugar donde se desarrolló la última gran batalla de Itá Ybaté, en Villeta. Infructuosos fueron los llamados realizados por este servidor a las autoridades para cuidar esos históricos sitios. Nadie escuchó ni leyó los pedidos de auxilio –o no les importó–, excepto los ladrones. Ese lugar fue totalmente rapiñado de las placas de bronce y de un busto del mariscal, que por sus características fue hecho por don Francisco Almeida, aquel gran escultor compatriota de décadas atrás. Para devolver mínimamente su dignidad ultrajada, con mis propios y escuálidos recursos, compré un busto hecho en cemento que encontré en un negocio de antigüedades de San Lorenzo. Me costó G. 1.200.000 (los G. 200.000 fueron colaboración del amigo Esteban Burt, a quien comenté que me faltaba esa suma para pagar en su totalidad). Con otros amigos y lugareños, le dimos una capa de pintura a la cal al obelisco de 12 m de altura, que costeamos juntos. La Comisión Nacional de Conmemoración del Bicentenario de la República del Paraguay –de la que entonces yo formaba parte– adquirió una placa de cerámica y se realizó la inauguración el 26 de febrero de 2010. Además de la secretaria ejecutiva o alguna autoridad menor, ninguna autoridad nacional o departamental participó del acto. Esa tardecita-noche fue mágica. Actuó una banda de música militar y unos jóvenes dramatizaron el hecho ocurrido allí hacía entonces 142 años. Amenazaba una tormenta. La mitad del cielo, hacia el sur, se levantaban amenazadoras nubes negras, con rayos y centellas. La otra mitad, hacia el norte, un cielo estrellado. Era un paisaje digno de una película. Pero hasta el tiempo se mostró respetuoso. Se desarrolló el programa sin ningún problema y, a poco de culminar los actos, se vino una torrencial lluvia. En ese mismo lugar, dos años antes, con los lugareños hicimos un homenaje a la batalla de Itá Ybaté. Desde allí partimos a pie hasta las trincheras de Pikysyry, donde bajo un inclemente sol de verano unas cincuenta personas rendimos nuestro homenaje a los héroes de aquellas difíciles jornadas. Lo más emotivo del hecho fue que ese homenaje fue del pueblo llano, de los lugareños, sincero, espontáneo, sin ninguna rimbombancia oficial.

surucua@abc.com.py

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