El automóvil en Asunción
Tenían su propio encanto. Con sus radiadores, enormes faros, llantas de rayos de madera –o de varillas metálicas– o sus capotas de cuero parecían salidos de algún folletín del tiempo de los abuelos. Son los automóviles de antaño, los mismos que recorrieron las calles de Asunción y las maltrechas rutas del país, y dejaron huellas como gráficos con los cuales se escribió la historia del automovilismo nacional.
Una historia larga que arrancó el 12 de febrero de 1906, cuando el Cadillac monocilíndrico de don Jorge Barzi, un industrial cervecero y naviero de principios de siglo, comenzó a recorrer las calles de la ciudad desde el puerto, donde, de entrada nomás, protagonizó el primer accidente automovilístico registrado en el país, al arrasar, fuera de control, la silla del guarda de Aduanas, quien, por suerte, no se encontraba en el lugar. Comenzó a recorrer las calles y polvorientas rutas, propiciado por una ley de mayo de 1905 que liberó de impuestos la importación de autovehículos.
Si bien este automóvil, que podía recorrer con buen camino a la “vertiginosa” velocidad de 60 km/h, fue –posiblemente, pues se carece de datos ciertos– el primero que circuló las polvorientas calles de la capital, casi al mismo tiempo, un consorcio de capitalistas franceses, representados por Pierre de Malherbe, había solicitado el 31 de marzo de 1905, concesiones para la introducción de un “tractor caminero”, popularmente conocido con el pintoresco nombre de Tren Renard –degenerado después en Tren Renal–, que torturó a los habitantes de la ciudad con su alborotado y chisporroteante andar.
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El proyecto de sus dueños era establecer una conexión, con dicho vehículo, entre Asunción y Arroyos y Esteros, y entre Asunción y Villa Elisa, entonces conocida con el nombre de Colonia Elisa –llamada así en homenaje de doña Elisa von Polewsky de Johanssen, esposa del fundador de la colonia–. Las malas condiciones camineras y nulas posibilidades de un arreglo de estos dieron por tierra el proyecto.
Los empresarios tuvieron que ir con su tren en busca de mejores caminos que recorrer (dicen que fue a parar en algún lugar del desierto de Sahara).
Muy nuestro
Mucha gente asegura que la corvina es un pez exótico de nuestros ríos. Hay quienes afirman que estos fueron arrojados a las aguas de los ríos paraguayos durante el gobierno de don Carlos Antonio López, mientras que otros dicen que fueron traídos después de la Guerra del 70.
Pero parece que este pez es típico de nuestros cursos fluviales desde mucho antes, puesto que existen referencias acerca de él en la época colonial. Además, era conocido por los aborígenes, quienes, incluso, le llamaban con el nombre guaraní de guasipá.
Aniversario
Hoy se cumple 24 años de la muerte de uno de los últimos cultos sacerdotes católicos que vivió en nuestro país, el padre Agustín Blujaki. Había nacido en Emboscada, La Cordillera, el 15 de marzo de 1912. Fue cura párroco en su pueblo natal, dirigió la Obra de Vocaciones Eclesiásticas y se dedicó a la docencia.
Amante de la actividad artística, tuvo protagonismo en la creación del Museo de Arte Sacro de la Arquidiócesis de Asunción, fue miembro de la Academia Paraguaya de la Historia y publicó varios libros: Presencia de la Iglesia católica en la Guerra del Chaco, Pueblo de pardos libres San Agustín de Emboscada, Un gran paraguayo: presbítero Juan Francisco Amancio González, etc.
Si hubiera vivido algunos años más, grandes desastres que afectaron al patrimonio artístico eclesial se hubieran evitado, como el caso de Piribebuy, perpetrado por un embaucador, impostor y chanta, con la venia de un conocido obispo diocesano.
Agustín Blujaki falleció en Asunción, el 12 de marzo de 1993, tres días antes de cumplir 81 años.
Asunción de posguerra del 70
Hacia 1870, poco después de concluida la Guerra contra la Tríplice, según un plano de Roberto Chodasieviez y Enrique Mangels, la parte más densamente poblada de Asunción comprendía las manzanas ubicadas entre el río y las calles Pilcomayo-Bermejo (Haedo-Herrera actuales) y entre las de Aduana (Colón) y Loreto (México). Las otras manzanas, ubicadas entre las calles Pilcomayo-Bermejo e Ygatimí-Amambay (Ygatimí-Dr. Francia), de norte a sur, y entre las del Salto (Brasil) y la Academia Literaria (Montevideo), de este a oeste, estaban escasamente pobladas.
La yerba y los jesuitas
En el siglo XVIII, los jesuitas abrieron mercado para la exportación de yerba mate a varios países suramericanos, como Argentina, Chile, Bolivia, Perú y Ecuador.
Luego de la expulsión de los misioneros jesuitas, la producción y el comercio de la yerba decayó sustancialmente hasta que diversas circunstancias, años después, llevaron a un mejoramiento de la situación.