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La gripe de 1918 

Hace un siglo, una pandemia estremeció al mundo. Conocida como gripe española –en España fue conocida como gripe francesa– o la gran gripe, afectó principalmente a personas y animales. En solo un año mató entre 20 y 40 millones de personas. 

Ese año, 1918, el invierno fue inusitadamente crudo en todo el mundo. Al parecer, la enfermedad apareció primeramente en los EE. UU. y fue llevada a Europa en agosto de 1918, introduciéndose por el puerto francés de Brest, donde desembarcaron las tropas estadounidenses que participaron de la Primera Guerra Mundial. 

Se conoció con el nombre de gripe española, porque tuvo mayor atención en la prensa española (que no estuvo involucrada en la contienda), que en el resto de Europa.

Se estima que la mortalidad de esa pandemia fue de entre 10 y 20 % de los afectados.

A principios de octubre de 1918, las autoridades sanitarias de nuestro país empezaron a tomar las medidas para paliar los efectos de la enfermedad, como identificación, observación y aislamiento de pasajeros con síntomas sospechosos de la gripe.

El Departamento Nacional de Higiene y Asistencia Pública envió circulares a las autoridades municipales del país con instrucciones y recomendaciones sanitarias, entre ellas, el blanqueamiento a la cal de las casas habitaciones. También dispuso que se adelantaran los exámenes en las escuelas y colegios del país. Además dispuso el cierre de cines, teatros, circos y casas de prostitución, se inició la desinfección y lugares públicos.

Se recomendó también hervir el agua a consumir, o purificarla por medio de sulfato de cobre o peróxido de sodio, permanganato de potasio o hiposulfito de sodio. También se dispusieron medidas sanitarias en mercados, cocherías, además de la prohibición de reuniones en cementerios… Aun así, a mediados de noviembre, la epidemia se extendió a varias poblaciones del interior (por esa razón, se suspendieron la conmemoración de la jura de la Constitución –25 de noviembre– y las festividades de Caacupé).

El Departamento de Higiene dispuso el envío de automóviles con bandera blanca y cruz verde para atender a enfermos en diversos puntos del país y la distribución gratuita de medicamentos. Así también, se dispuso enviar un tren sanitario para atender a las poblaciones sobre la vía férrea entre Asunción y Encarnación.

El Departamento solicitó el concurso de cadetes de la Escuela Militar y estudiantes de la Facultad de Ciencias Médicas para la atención de enfermos. El primer caso fatal tuvo lugar en Paraguarí, el 11 de diciembre, al que siguieron otros casos en los días siguientes. Hacia finales de diciembre se reabrieron los espectáculos públicos, siempre con ciertas medidas sanitarias previas.

La gripe o influenza que atacó hace un siglo afectó, principalmente, a adultos –muy raros casos infantiles–. Los síntomas fueron fiebre alta, acentuado decaimiento, cefalea, dolores corporales, sudoración, tos con catarro traqueobronquial, inapetencia, diarrea, adelgazamiento, etc. 

En Asunción, en octubre de 1918 hubo 10 muertos; en noviembre, 66; en diciembre, 369 fallecidos, de los cuales 139 de gripe, 99 por neumonía, 110 por bronconeumonía y 17 por bronquitis aguda.

En enero de 1919 murieron 25 personas, en febrero, 4; en marzo, 9; en abril, 5; en mayo, 8; en junio, 8; en julio, 10, y en agosto, 6. En total, la gripe mató a 520 personas. En el interior hubo aproximadamente 2000 muertos en diversos pueblos y ciudades. Por suerte, no hubo más muertos en el país, como en otros países del mundo, mató a cientos de miles y millones de personas.

La grave situación hizo que se dieran acciones extremas de altruismo que intentaban, en cierta manera, atenuar los efectos de la epidemia. Tal es el caso de un ciudadano español, don Antonio Planás, que con la Cruz Blanca contribuyó con un servicio de ambulancias que recorrían las calles de Asunción y algunas localidades del interior, prestando valiosas ayudas a los damnificados. Se dio también, entre las conductas memorables, la de un médico inglés de apellido Heard, quien, afectado del mal y con mucha fiebre, recorría las calles de Ypacaraí acostado en una carreta, atendiendo a los enfermos.

Un año “argel”

El mismo año que azotó la gripe española, nuestro país soportó una ola de frío cuya intensidad no era conocida desde 1789. El fenómeno climático causó innumerables contratiempos, perjudicando tremendamente a la fauna y la flora de todo el país y sus alrededores. Entre los animales más afectados figuraron las aves, cuya población llegó a repuntar recién hacia 1925.

La gran mortandad de pájaros –por el frío y la consecuente escasez de alimentos– hicieron que proliferaran insectos de toda laya, especialmente orugas, pulgones, tábanos, moscas y langostas, causando estragos en la agricultura. En diciembre de 1918, toda la producción hortícola y frutal fue destruida. Los meses siguientes fueron calamitosos y recién en 1920, las cosas parecieron mejorar.

Todo este desastre se debió a la ausencia de aves, especialmente las insectívoras, que fueron las más perjudicadas, debido a que los insectos, base de su alimentación, durante las heladas se refugiaron bajo tierra, y las aves quedaron sin comida. Una vez pasado el frío, los insectos —que se salvaron hundiéndose en la tierra o los retritus, o escondiéndose en los bosques, cuyo suelo nunca se enfría tanto como para dañarlos— volvieron y causaron los estragos mencionados.

surucua@abc.com.py

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