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Ñe’embucú épico

Muchas fueron las acciones bélicas que tuvieron lugar en el actual departamento de Ñe’embucú, desde el río Paraná y el arroyo Paray, que son los límites sur y norte de dicho territorio.

Las batallas y los combates en los que se enfrentó el Ejército nacional a las fuerzas aliadas de la Argentina, el Brasil y el Uruguay, citando las más importantes, fueron: Isla Carayá, Laguna Sirena, Estero Bellaco, Itapirú, Tuyutí (primera batalla), San Juan Yataity Corá, Sauce y Boquerón, Curuzú, Curupa’yty, Paso Gaona, Guayaibí, Islas de las Palmas, San Solano, Pilar, San Juan Bautista, Estero Rojas, Tajy, Tatajyva, Potrero Ovella, Tuyutí (segunda batalla), Paso Po’i, Tuyucué, Abordaje, Espinillo, Yuasy’y, Andaí, Riacho Guaicurú, Paso Benítez, Humaitá, Acayuasá, Laguna Verá, Arroyo Yacaré, Tebicuary, Surubi’y. Acciones posteriores ya corresponden a la campaña de Pikysyry.

Los procesos de San Fernando

Toda la tragedia –tragedia en medio de la tragedia de la Guerra– empezó cuando la caída de Humaitá y la rendición, el 5 de agosto de 1868, de su guarnición comandada por el coronel Francisco Martínez, quien quedó al mando de la misma, luego del intento de suicidio del comandante Paulino Alén. Fue el punto de inflexión. La suerte estaba echada.

Luego de hacer un largo rodeo por el Chaco, el mariscal López y su exhausto ejército se establecieron en San Fernando, un antiguo enclave militar a unos 10 km de la desembocadura del río Tebicuary en el Paraguay.

La cada vez más difícil situación de las fuerzas paraguayas, el rebasamiento de la fortaleza de Humaitá por la flota aliada y el bombardeo de Asunción hicieron que muchos miembros de la clase dirigente empezaran a considerar alguna solución no tan traumática para la sociedad paraguaya.

Al parecer, eso les llevó a propiciar algún acuerdo con las fuerzas enemigas, lo que llegó a oídos del mariscal, quien ordenó que los complotados fuesen conducidos a la base de operaciones.

El 10 de marzo de 1868 ordenó que varios funcionarios fueran “invitados” a trasladarse a Ceibo, campamento en el Chaco, a bordo del primer buque disponible.

Algunos de los detenidos fueron Saturnino Bedoya, su cuñado y tesorero del Estado, quien meses antes, por sospechas, fue sometido a bárbaras torturas que lo llevaron a delatar –con razón o sin ella– a otros presuntos implicados, como José Berges, ministro de Relaciones Exteriores, a la sazón gravemente enfermo; a sus hermanos, Venancio y Benigno López, entre otros.

También fueron arrestados el boliviano Tristán Roca; las dos hermanas del mariscal, Inocencia y Rafaela; Gustave Bayon de Libertat, asistente del cónsul francés, y el funcionario del consulado portugués, José María Leite Pereira. También fueron detenidos 200 funcionarios: jueces de paz, jefes políticos y comandantes de armas.

Cada día fueron llegando más prisioneros, quienes eran encadenados y obligados a vivir entre sus inmundicias, pues la epidemia de disentería arreciaba. A principios de agosto fue apresada Juliana Ynsfrán, esposa del coronel Martínez y prima del mariscal. Fue despertada una madrugada y a medio vestir conducida a pie desde Patiñocué hasta Asunción, siendo golpeada constantemente durante su travesía. Detenida en los Arsenales, fue sometida a todo tipo de castigo. Engrillada fue enviada a San Fernando. ¿Cuál era su culpa? Nada sabía.

Como resultado de los procesos de San Fernando, más de 500 personas –hombres y mujeres– fueron fusilados, lanceados o muertos a golpes y azotes. En los siguientes meses, a lo largo de la travesía para llegar al arroyo Pikysyry, siguió esta saga de dolor y sangre.

Los procesos de San Fernando, como ya señalamos, tuvieron su origen cuando la flota aliada sobrepasó Humaitá y bombardeó la capital paraguaya. Eso dio pie a que connotados ciudadanos se reunieran a debatir sobre los pasos a dar en caso de una ocupación.

Algunas de las personalidades reunidas fueron Benigno López, Francisco Fernández, Bernardo Ortellado; Eugenio Bogado, deán de la catedral, Carlos Riveros, el sacerdote Francisco Espinoza y Gumersindo Benítez.

Varias reuniones se sucedieron para analizar la situación. Estos encuentros llegaron a oídos del mariscal y envió una nota al vicepresidente Francisco Sánchez, expresando su disgusto acerca de lo debatido y proyectado, convocó a Berges, Riveros y Benítez a Paso Pucú y decretó el estado de sitio en la República.

Ínterin, al principio de marzo de 1868, López había abandonado su PC de Paso Pucú, dejó una importante dotación en Humaitá al mando del coronel Paulino Alén, secundado por el teniente coronel Francisco Martínez para instalarse en San Fernando, aquende el Tebicuary, a dos leguas de la desembocadura del río Paraguay, ubicándose previamente en Ceibo, en el Chaco.

Allí convocó a Benigno López, quien tardó unos días en venir, pues se encontraba en su estancia, cerca de Concepción, y llegó a Ceibo, el 19 de marzo. El 28 de marzo, López se estableció en San Fernando. Allí, además del campamento para 8000 hombres, se constituyó un tribunal de sangre para juzgar a los sospechosos de conspiración, encabezados por los fiscales de sangre Fidel Maíz y Justo Carmelo Colmán.

Uno a uno fueron cayendo los supuestos complotados contra el Gobierno: el general Vicente Barrios, quien intentó suicidarse; el canciller José Berges; Gumersindo Benítez, sucesor de Berges, el obispo Palacios y otros.

surucua@abc.com.py

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