ENTÉRESE

Cargando...

Empresario transportista y energético

En la construcción del Paraguay moderno tuvieron importante participación numerosos y emprendedores inmigrantes, de diversas nacionalidades en los rubros de zapatería, construcción, empresas de servicio público, licorería, comercio, etc.

Uno de estos empresarios de origen italiano fue don Juan Carosio, llegado al Paraguay a principios del siglo XX. Había nacido en la ciudad italiana de Arona, en 1876. Desde joven se dedicó a una actividad que le apasionaba: la energética. Emigró a la Argentina y fue gerente de la Compañía de Electricidad del Río de la Plata. Tuvo participación en varias empresas de generación de electricidad, transporte y luz eléctrica de la Argentina.

Hacia 1912 fue presidente de la Compañía Ítalo-Argentina de Electricidad, una de las más fuertes del sector en la Argentina. Fue también el iniciador del servicio eléctrico de luz y transportes eléctricos en el Paraguay (los tranvías), a través de la Compañía Americana de Luz y Tracción, fundada en 1919, empresa que, una vez nacionalizada en 1948, dio origen a la Administración Nacional de Electricidad. En 1922 se trasladó al Perú, donde tuvo a su cargo la modernización del sistema eléctrico limeño. Posteriormente, retornó a su país y falleció en su Arona natal, el 24 de junio de 1959.

Viajes al Chaco

La puesta en servicio de la balsa entre Piquetecué y Villa Hayes, además de la construcción de la ruta Transchaco, posibilitó la puesta en servicio de varias líneas de transporte público con destino a varias localidades chaqueñas. En la década de 1960, cuatro líneas transportaban pasajeros entre Asunción y poblaciones como Villa Hayes y Benjamín Aceval, colonia Loma Plata, colonia Filadelfia y Mariscal Estigarribia.

La línea que cubría Asunción-Benjamín Aceval contaba con nueve ómnibus, cuyos propietarios eran Jacinto Salvador Llaó, Rodolfo Trepowky, Valentín Centurión, Felipe Cattebecke; Justo, Adolfo, Ernesto y Osca Petters. Su parada estaba en Estrella y Don Bosco. Otra empresa era La Chaqueña, con 15 ómnibus. Entre Asunción y Loma Plata cubría una línea llamada, precisamente, Loma Plata y que contaba con dos ómnibus, propiedad de los señores Cornelio y Jacobo Hieberd, y salía de su terminal de 25 de Mayo y Paraguarí. De esta terminal, también, salían los dos ómnibus que cubrían Asunción-Filadelfia-Mariscal Estigarribia, propiedad de Abraham Hieberd, y los dos ómnibus de la línea Cometa, propiedad de Julio Arce, que también llevaban a Filadelfia.

Ya está…

Es una frase muy relacionada con la actividad fotográfica. Una remanida frase dice: “Ya está, he’i fotógrafo”. Esta actividad se inició en Sudamérica en la región rioplatense, de la que formamos parte hace más de siglo y medio. En efecto, el primer ensayo fotográfico se realizó en Montevideo, Uruguay, en junio de 1845 y estuvo a cargo del fotógrafo Florencio Varela. La primera sesión fotográfica, según las informaciones pertinentes, se realizó en el jardín de la casa del señor Juan Nepomuceno Madero. 

La historia registró los nombres de los primeros fotografiados del Río de la Plata: Toribio y Jacobo Varela, tíos del fotógrafo; Juan Thompson y Juan Tresserra. Aquellas primeras sesiones eran toda una tortura. Los fotografiados debían mantenerse totalmente quietos durante varios minutos. Poco después, la nueva modalidad ganó numerosos adeptos en ambas costas del estuario y tierra adentro, llegando al Paraguay pocos años después, siendo la pareja presidencial de Carlos Antonio López y Juana Pabla Carrillo, con miembros de su familia, los primeros en ser retratados por la lente de una cámara fotográfica.

Las residentas

En 1868, temiendo la ocupación de la capital paraguaya por las fuerzas aliadas, el presidente López ordenó el abandono de la ciudad. Ancianos, mujeres y niños tuvieron que abandonar sus casas –los hombres y adolescentes ya habían partido al frente de batalla–.

La orden de abandonar la ciudad no era un hecho insólito, ya que numerosas localidades del interior fueron abandonadas por orden del Gobierno para impedir que sirviesen de alojamiento o punto de apoyo para el enemigo. Fue de esa manera que miles de mujeres se sumaron a la marcha del Ejército, constituyendo los grupos de residentas, dirigidos por las sargentas.

Estas mujeres, pese a la relativa libertad de su condición, sufrieron grandemente los rigores de la guerra: el hambre, el cansancio, el frío y otras penurias, como ver morir a sus padres, maridos, hermanos, novios e hijos.

Había, sin embargo, otros grupos de mujeres, que si bien estaban sindicadas como traidoras, por no renegar de sus familiares complicados o salpicados por sospechas de conspiración contra el Gobierno, eran confinadas a lejanos e inhóspitos lugares, vivieron relativamente cómodas en sus lugares de confinamiento, pues no sufrieron las penurias de las residentas, y podían cultivar modestas huertas de donde se surtían para su sustento. Pero vivían con la espada de Damocles pendiendo sobre sus cabezas: en cualquier momento podían llegar las órdenes de tortura, fusilamiento o lanceamiento.

surucua@abc.com.py

Enlance copiado
Content ...
Cargando ...