ENTÉRESE

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Alfiles, peones, torres…

El 25 de octubre de 1955 se fundó, en el recordado bar El Triunfo, el club de ajedrez Par de Alfiles. Algunos de sus fundadores fueron Carlos Daher, Rogelio Kostianovsky, Américo Cantié y Mario R. Kostianovsky, quien fue elegido como primer presidente.

Cuatro años después, en 1959, el club organizó un torneo internacional del que participaron figuras de fama mundial, como el yugoslavo Svetozar Gligoric y el húngaro Lazlo Szabó. También participaron los argentinos Carlos Guimard, Héctor Rossetto y Bernardo Wexler; el chileno René Letelier y el brasileño Tiago Mangini. Por el Paraguay participaron Ronald Cantero, Iván de los Ríos, Eleuterio Recalde, Benigno Rivarola y Emiliano Saguier.

Muchos fueron los nombres de importantes jugadores que pasaron por esta entidad en su más de medio siglo de existencia.

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Un hombre inquieto

En 1937 llegó al Paraguay el norteamericano John Raymond Mills, máster en teología y educación. Ejerció la docencia en el colegio Internacional, institución que también dirigió desde su llegada al país hasta 1952.

Fue una persona muy activa y está patente en sus obras de los años en que vivió en el Paraguay: fue presidente del Patronato de Leprosos del Paraguay, fundó y dirigió la Misión de Amistad entre 1953 y 1964, fue cofundador de la Primera Escuela Paraguaya de Sordos y cofundador del Consejo Nacional de Entidades de Beneficencia. También fue fundador y constructor del templo de los Discípulos de Cristo del barrio Bernardino Caballero de la capital del país.

John Raymond Mills regresó a su país en 1964, pero desde allá siguió apoyando las diversas obras realizadas en beneficio de la sociedad paraguaya. Bueno sería que alguna calle o algún monumento recordara a este benefactor de la sociedad paraguaya.

La construcción de un hito ciudadano

Una ley del 26 de julio de 1887 dispuso el llamado a licitación de la construcción de una parte de los murallones de la costanera asunceña hacia el puerto capitalino y un edificio destinado a cuartel.

La convocatoria se hizo en diciembre de 1888 y las propuestas fueron abiertas recién en abril de 1888, atrasándose dicha apertura por causas diversas. Las obras de los murallones, hoy cubiertos por los muelles del puerto, fueron adjudicadas a Vinader y Canales, y la edificación del cuartel, a Félix Ladouce.

Inmediatamente de adjudicada la obra, a finales de abril empezó la demolición del caserón colonial y, según publicaciones periodísticas de la época, llamaba la atención de los curiosos que acudían a ver los trabajos, los subterráneos y sótanos descubiertos en el lugar, que alguna vez sirvieron de calabozos.

Los ladrillos para esta obra eran fabricados en la olería que el señor Ladouce tenía en Chaco’i y era conocida hasta unas décadas atrás como Chimenea puku. De aquí también se surtió de ladrillos para la terminación del Palacio de Gobierno, trabajos realizados por el señor Ladouce.

El edificio destinado a cuartel es el que casi por seis décadas ocupó la escuela, luego Colegio Militar Mariscal Francisco Solano López y, finalmente, por la Casa de la Cultura Paraguaya. Algún tiempo después, esta institución fue desmantelada y, actualmente, ese edificio con fachada dotada de elegante arcada forma parte del Congreso Nacional.

De orilla a orilla

Para empezar la construcción de la ruta Transchaco, a mediados de la década de 1950, se habilitó una pequeña balsa remolcada por medio de una lancha. Como era de escasa capacidad –si bien había cumplido con creces su cometido–, en los últimos meses de 1959 se adquirió en el Japón una moderna balsa con propulsión propia y de mayor capacidad de transporte.

En los primeros días de abril de 1960 entraba en el puerto capitalino la flamante balsa, que fue bautizada con el nombre de Villa Hayes y, prontamente, entró en servicio para el transporte de vehículos y pasajeros, uniendo las dos regiones del Paraguay entre Piquetecué y Villa Hayes, donde se construyeron dos cómodos atracaderos.

Esta flamante balsa contaba con potentes motores de 125 bhp de potencia instalada máxima a aproximadamente 500 rpm, y potencia normal de 110 bhp y unos 480 rpm.

Su tonelaje era de 170 DWT (métrica) a 1,50 m de calado, con una velocidad aproximada de ocho nudos a potencia máxima (unos 15 km/h). El costo de esta balsa fue, en su momento, de G. 19.800.000. Fue puesta en servicio en abril de 1960 con mucha utilidad durante dos décadas, hasta la construcción del puente de Remanso Castillo, a finales de la década de 1970.

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