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Un abogado luqueño

El doctor Pedro R. Espínola fue un abogado, parlamentario y político nacido en Luque, un día como hoy, 14 de abril, pero de 1902.

Hizo sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de la Capital y los universitarios en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, de donde egresó como doctor. Fue vicepresidente del Centro de Estudiantes de Derecho.

Afiliado al Partido Liberal, fue miembro de la Delegación Paraguaya de Límites en Buenos Aires, miembro del Tribunal de Cuentas en 1931 y miembro del directorio del Banco del Paraguay.

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Tuvo destacada actuación en la Guerra del Chaco como auditor general de Guerra en Comanchaco y organizador de los tribunales militares. Como tal, intervino directa y activamente en los acontecimientos que involucraron al coronel Arturo Bray por su actuación en la 4.a División en Pirizal, durante la Guerra del Chaco.

Conoció el exilio en dos oportunidades: luego de febrero de 1936 y en 1940, a raíz de la asunción al poder del general Higinio Morínigo. Escribió el libro Cuadernos de mis recuerdos en 1982. Falleció en Asunción, el 24 de abril de 1989.

La “Campana”

Los noctámbulos de Asunción de antaño tenían varios lugares donde dejaban transcurrir las horas de vigilia, lugares que el paso del tiempo hizo que fueran desapareciendo poco a poco, quedando quizá como único testigo de esa época el conocido bar San Roque, de Eligio Ayala y Tacuary.

Bares como el Vilá, el Rubio, el Triunfo, el Sin Nombre, etc., fueron desapareciendo, dejando solo el recuerdo de su presencia en alguna que otra esquina de la ciudad capital.

Uno de aquellos bares, La Campana –originariamente estuvo ubicado en las cercanías del puerto, sobre la calle Garibaldi– se mudó a Estrella casi Ayolas, donde llegó a ser uno de los mejores restaurantes de Asunción. Posteriormente –antes de desaparecer– se mudó a la esquina de Estados Unidos y Teniente Fariña.

Curiosidades de Quiindy

En un paraje cercano a la localidad de Quiindy se encontraba la estancia Primavera, de los hermanos Soler, que actualmente forma parte de la estancia de la familia Angulo.

En este lugar se encontraba el que, según publicaciones de principios de siglo XX, se consideraba el “árbol más grande del Paraguay”: una enorme y varias veces centenaria planta de yvapovó.

A 50 m de donde antiguamente estaba la casa principal de la estancia Primavera –hoy desaparecida– existe una extraña formación rocosa de origen volcánico, conocida por los lugareños como Itá plancha.

Esta mole de piedra tiene 28,50 m de circunferencia y 4,20 m de altura en la parte más elevada, y en uno de sus costados tiene un hueco a manera de puerta de entrada.

Tevegó

La colonia Tevegó, o Estevegó, cuyo recuerdo es rescatado por Augusto Roa Bastos en su magistral novela Yo el Supremo, fue fundada por la Junta Superior Gubernativa en enero de 1813 para “resguardo de la villa Concepción y la pacificación de la frontera”, frecuentemente asolada por malones de indios mbayá y sanapaná.

El asentamiento de la colonia se hizo en el lugar donde antiguamente estuvo la reducción de Nuestra Señora de la Revelación, sobre el río Paraguay, a 120 leguas de Asunción y para poblarla fueron trasladadas hasta allí las familias de pardos de Tavapy (San Roque González de Santa Cruz), quienes un año antes habían solicitado se les trasladara al pueblo de indios Itá o “a otro pueblo que se les proporcione”.

La colonia Tevegó fue poblada inicialmente por 40 colonos, quienes construyeron las casas de los otros que se ubicaron posteriormente.

Las duras condiciones de vida –en una zona inhóspita y cenagosa– hizo que muchos desertaran y durante la dictadura del dictador José Gaspar Rodríguez Francia fueron llevados allí criminales y vagos a quienes se les conmutaban sus penas por el confinamiento temporal o perpetuo en la colonia.

En 1823, debido al constante asedio los mbayá, el Gobierno consular ordenó el despoblamiento de Tevegó, pero en cambio dispuso el traslado –a 100 leguas de Asunción– de la colonia con el nombre de Villa del Divino Salvador. Este nuevo asentamiento también corrió la misma suerte de Tevegó.

surucua@abc.com.py