I love Caraguatay

Cuna de grandes figuras del arte, la política y la religión, Caraguatay fue escenario de importantes hechos históricos. La laboriosidad de sus habitantes se palpa en el paisaje circundante, fruto del trabajo y la dedicación de los lugareños. Además, la fama de la ciudad es que tiene más habitantes en los Estados Unidos que en su propio territorio, ya que ha "exportado" mucha mano de obra que envía mensualmente sus remesas en dólares a los que quedaron en el terruño.

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Ubicada a un centenar de kilómetros al Este de la capital del país, la ciudad de Caraguatay parece como recostada displicentemente en una suave, agradable y verde lomada, una de las últimas ondulaciones de la cordillera de Yvytyrapy.

Una simpática vista de la ciudad es ya buen presagio. El paisaje edilicio es un regalo de bienvenida. La frescura de sus arboladas plazas y aceras invita a recorrer las veredas sin apuros. Cada paso es una escuela. Tanto se aprende de sólo estar allí, porque, además de los episodios históricos que jalonan su historia, cada rincón cuenta la suya propia.

Tal es el caso del “ Turco acera", o -en buen cristiano- la acera de los turcos. Esa acera y otros puntos de la ciudad fueron lugar de residencia de súbditos árabes llegados al país, huyendo de la dominación turca y, paradójicamente, la gente les endilgaba esa nacionalidad, por ellos hasta aborrecida. En realidad, eran familias libanesas y sirias, que se quedaron a vivir en Caraguatay y alrededores, vaya uno a saber por qué.

A pasos nada más, en un poético paraje, con un manantial de cantarinas aguas a sus pies, se levanta el obelisco que señala el lugar donde el 16 de agosto -mientras se desarrollaba el trágico episodio de los niños mártires en Acosta Ñuacampó el mariscal López, con el resto de su ejército, a su paso por la ciudad. Su concubina, según la tradición, se hospedó en la casa de los Miranda, que se mantiene en pie, ubicada sobre la calle principal.

La ciudad de Caraguatay, que cumplirá 235 años de existencia, fue fundada por los hermanos Fermín José María y Deogracio Franco, un 24 de setiembre de 1770. Poco después de la Guerra contra la Triple Alianza, fue constituida su Junta Económico-Administrativa, presidida por don Marcelino Mallada. Cincuenta y cinco años después, según la legislación municipal de la época, fue elevada a la categoría de distrito de segunda, en 1927. En la actualidad es una ciudad hecha y derecha, cabecera de unas 17 compañías.

Cosa notable de la ciudad es la cantidad de jóvenes, que en horas de salida de las instituciones educativas llenan sus calles y se desparraman bajo las frescas arboledas del pueblo. Funcionan en el centro mismo varios colegios y escuelas primarias, con más de 1.300 educandos.

Numerosas son las actividades productivas de los habitantes de Caraguatay. La producción agrícola está representada por plantaciones de tabaco, algodón, arroz, maíz, maní, poroto, caña de azúcar, naranjo agrio, bananas y cítricos.

Además de la ganadería, con importantes estancias, también hay producción industrial, tales como esencia de petit-grain, miel, caña, fariña, olerías, fabricación de carbón y explotación maderera. Recorrer el interior del país, según la región por la que uno lo hace, permite ver que muchas de las ciudades paraguayas tuvieron un auge socioeconómico en algún momento de su historia.

Visitar esos lugares hoy significa contemplar ruinas de un pasado mejor, opulento, a veces. Casonas abandonadas, negocios en ruinas, pura tapera. En fin, un paisaje triste a veces, desolado.

Caraguatay, sin embargo, es diferente. Sus limpias calles, sus plazas y recreos arreglados, con jardines bien cuidados, con construcciones, casi en cada cuadra, dan cuenta de que es una ciudad pujante.

Cómo no lo va a ser, pues si alguna vez vio, con tristeza, a muchos de sus hijos partir rumbo a los Estados Unidos, hoy -algunas décadas después- esos mismos hijos remesan a sus parientes o directamente -de regreso- invierten en su patria chica, importante cantidad de dólares.

Eso, sin dudas, tiene su lado positivo. Aunque también tiene su lado negativo, según señala el intendente municipal, don Mariano Franco: "Muchos jóvenes, seducidos por la abundancia de dinero, caen en la holganza y la comodidad; y ni siquiera el estudio consideran como camino apropiado para la superación personal, excepto el sueño de seguir los pasos de sus mayores y, alguna vez, levantar vuelo hacia el norte".

En contrapartida, existe un interesante movimiento de escultismo, con gran cantidad de entusiastas niños, púberes y adolescentes que direccionan su ímpetu en el servicio a los demás, bajo la dirección de una dinámica docente jubilada y cuyo accionar está patente en el rescate y valoración del patrimonio histórico-natural de la ciudad.

No se deje vencer por la apatía. Un paseo hasta Caraguatay tiene su recompensa: además de conocer lugares de importancia histórica, es buena oportunidad para conocer gente amable y laboriosa, y pasar un buen domingo primaveral.

Cómo llegar

Al llegar a Eusebio Ayala, en vez de circular por la ruta que bordea a la ciudad, uno retoma la rotonda y entra por el camino viejo que empalma con el ramal a Caraguatay, que queda a una treintena de kilómetros de allí. Siguiendo el asfalto, se dejan atrás las últimas casas y empieza el recorrido a lo largo de un risueño paisaje. A mitad de camino se llega a la ciudad de Isla Pucú, la que enseguida nomás se cruza rumbo al norte. A poco de andar ya se pueden divisar las hectáreas y hectáreas de mandarinales, a las que suceden las plantaciones de bananeros, dos rubros típicos de la zona y que le dan la bienvenida al viajero.

Cementerio naval

Siguiendo un camino con pavimentación asfáltica se llega al histórico sitio de Vapor Cué, a orillas del arroyo Yhaguy-mí, hasta donde en 1869 llegaron los buques de la flota paraguaya, sobrevivientes de la batalla naval de Riachuelo, al sur de Corrientes, ocurrida en 1866.

Cómo llegaron hasta ese lugar buques con un calado importante, es lo que muchos se preguntan. Pudieron hacerlo aprovechando una gran creciente de las aguas –“el Niño”, que le dicen, aunque entonces el fenómeno no se conocía todavía con ese nombre-, para evitar que cayeran en manos de las fuerzas aliadas. Cuando los enemigos llegaron al lugar, en persecución de los restos del ejército nacional, por orden del mariscal Francisco S. López, el 18 de agosto de 1869, los buques fueron incendiados ante la cercanía de las fuerzas invasoras.

Hace unas tres décadas, los restos de los buques, corroídos y semisepultados fueron rescatados del curso del río y hoy integran un interesante museo al aire libre, constituyendo uno de los atractivos turísticos más importantes de la ciudad. Allí, al lado, un confortable hotel de la Secretaría Nacional de Turismo está a disposición de los paseantes.

Siempre listos

Se llama Nora Vega y es docente jubilada. Siendo joven emigró hacia el Este del país, pero regresó y se dedicó a la formación de los numerosos jóvenes caraguatayenses, a través del grupo de scout Vapor Cué. Una de las importantes misiones que encaró Nora y sus chicos fue la puesta en valor del monumento que recuerda el paso del ejército nacional y los hechos históricos ocurridos en Caraguatay y en pleno arroyo Yhaguy, en plena guerra del 70.

Dicho monumento es un imponente monolito -que antaño estaba rodeado de esculturas y objetos históricos-, ubicado en un idílico paraje, a cuyo pie está el célebre Ycuá Ramírez, una fuente de agua que dio de beber a los primeros pobladores y a las cansadas huestes del mariscal López, en la noche del 16 de agosto de 1869, rumbo a su holocausto final. Con mucho dinamismo y el entusiasmo de los scouts, machete en mano y rastrillo en ristre, acometieron contra la maleza y en pocos días limpiaron el lugar y restauraron el monolito. El lugar hoy es digno de ser visitado, porque es un verdadero refugio natural, con árboles nativos -recién replantados-, humedales y la constante compañía de avecillas que con sus trinos celebran la recuperación de un espacio ciudadano.

Caraguatayenses ilustres

La ciudad de Caraguatay es cuna de ilustres paraguayos. Dio al país nada menos que tres presidentes, un vicepresidente, un carismático obispo y una infinidad de artistas. Lo que se dice, un terruño fértil. Allí nació en 1888, José Félix Estigarribia Insaurralde, victorioso jefe militar de ascendencia vasca por partida doble, que dirigió la defensa del territorio chaqueño durante la guerra paraguayo-boliviana, entre 1932 y 1935, y Presidente de la república entre el 15 de agosto de 1939 y el 7 de setiembre de 1940, cuando falleció trágicamente en un accidente de aviación.

Allí nació también -en 1859- otro que llegaría a la Primera Magistratura, el coronel Juan Antonio Escurra, igualmente de ascendencia vasca, gobernante entre el 25 de noviembre de 1902 y el 19 de diciembre de 1904, cuando fue derrocado a raíz de la revolución de ese año y que posibilitó el acceso al poder del Partido Liberal. Allí también nació -en 1861- don Emiliano González Navero, el presidente recordman: estuvo nada menos que en tres ocasiones dirigiendo provisionalmente los destinos del país: en 1908, en 1912 y entre octubre de 1931 y enero de 1932, cuando el titular José P. Guggiari renunció para someterse a un juicio político.

Igualmente, fue lugar de nacimiento de don José del Rosario Miranda, vicepresidente de la República entre 1886 y 1890, fallecido en su ciudad natal en 1903 y cuya casa aún subsiste en una de las esquinas de la plaza de la iglesia parroquial.

Caraguatay fue cuna de Demetrio Aquino, carismático prelado que fue obispo diocesano de Cordillera durante más de veinte años y que fue el principal impulsor de la construcción de la basílica de la Virgen de Caacupé. De Caraguatay son importantes figuras del arte musical paraguayo, como Pablo Barrios, nacido en 1936; Quemil Yambay, tal vez el más destacado símbolo del arte popular contemporáneo, nacido en la compañía Tupaorã, en 1938; Ireneo Ojeda, cantante y guitarrista; y el poeta y guitarrista Anastasio Rolón, autor de Tetã Purahéi, canción patriótica utilizada como himno nacional en la primera mitad del siglo XIX.

Buena compañía

La ciudad de Caraguatay y su jurisdicción abarcan casi una veintena de compañías, las que a su vez forman parte de la división religiosa parroquial, con sus capillas, atendidas por el cura párroco, padre Nelson Caballero.

Las compañías caraguatayenses son: Boquerón, Fulgencio Yegros -afamada por su producción bananera y cítrica-, Costa Yvate, Teniente González, Capellanía, Tacuary, Rolón, Valle’i, General Genes, Isla Paú, Vera Costa, Hugua Po’i, Hugua Guasu, María Auxiliadora, Inmaculada Concepción y Alfonso Loma. Otras compañías, como Alfonso Central y Alfonso Tranquera, pasaron a constituir, hace unas dos décadas, otro municipio: San José Obrero.

For export

En ocasiones, Caraguatay parece ser dos ciudades en una. Inglés, guaraní y castellano son idiomas usuales en las calles; por décadas esta ciudad ha "exportado" cientos de paraguayos que trabajan en el gran País del Norte. Pero la cultura de la exportación llegó a otro rubro: el turístico. Según el intendente Franco, está en ejecución un proyecto de promoción turística de la ciudad juntamente con la Senatur.

A través del mismo se conjugan los lugares históricos, como Vapor Cué, la Casa Miranda y el obelisco, con la modernidad de hoteles, discotecas y otros establecimientos de distracción. "Actualmente tenemos muchos turistas que vienen tanto desde distintos puntos del país como del exterior. Por eso tratamos de ofrecer todos los servicios que brinda cualquier ciudad turística. También pensamos mucho en la seguridad y no tenemos peajeros, y el índice de criminalidad ha bajado bastante", justifica el intendente tratando de vender la mejor imagen de la ciudad. Otro polo de desarrollo económico ha sido el de la construcción, que ha crecido gracias al dinero proveniente de los Estados Unidos. Así, las casitas coloniales conviven armónicamente con ostentosos diseños arquitectónicos de grandes y llamativas casas.
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