LA CANASTA MECÁNICA

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LEY DE ATENCIÓN AL CLIENTE.- Los empresarios invierten un montón de dinero en publicidad para atraer el interés de la clientela. El banco es tu banco amigoité. La empresa de telefonía celular te jura que está contigo hasta el mismísimo Apocalipsis. La línea de tevé cable te promete que serás su star, etc. Una vez firmados los papeles del contrato… allá vos. Al igual que los políticos que prometen y prometen durante las campañas electorales, las empresas privadas se convierten en castigo para la ciudadanía consumidora una vez que nos tienen en sus redes. Engullen nuestro saldo, nos dejan sin línea, nos cobran hasta el estornudo de su guardia de seguridad, nos maltratan con atención automática. Si usted necesita comunicarse con nuestro centro de lanzamiento de misiles, marque 1. Si necesita socializar con nuestros vendedores, marque 2. Si desea contratar a un narcoabogado, marque 3. Si está interesado en nuestros servicios de hurto, marque 4. Si busca un francotirador, marque 5. Si quiere suicidarse, marque 6, o espere que “alien” lo atenderá. En mal momento nos enchufan su publicidad de nuevas ofertas de productos. ¡Uffa! Cinco, diez minutos. Volvemos a llamar. Treinta minutos… hasta que atiende una voz humana que te somete a un cuestionario: tu número de cliente, tu número de cuenta, tu número de RUC, tu número de cédula de identidad, tu número de libreta de familia. ¡Ayyy! Te remite al servicio de confusión y conexiones, y allí, oootra vez, una espera castigo.

Respiro aliviada cuando me informo que el diputado Dionisio Amarilla presentó el proyecto de ley de optimización de los servicios al cliente, que –entre otras cosas– prohíbe el empleo de contestadores automáticos o similares como medio exclusivo de atención al cliente. También, me entero de que los empresarios chillan y alguno dice que es demencial el proyecto de ley. Sucede que los dueños y altos ejecutivos de las empresas nunca hacen uso de su malvado y de-men-cial “servicio de atención al cliente”, que parece destinado a enloquecer a la clientela. Los capos de las empresas no necesitan llamar al servicio de atención al cliente de ninguna institución, porque son todos amigos entre ellos. Cuando van a un banco –si es que van–, son atendidos con toda velocidad, como si fueran asaltantes de bancos. Al común de los mortales nos mandan a sacar número.

Para que sepan, en la Argentina, en el 2008, fue aprobada en el Congreso, por amplia mayoría, la reforma de la Ley de Defensa al Consumidor, que resolvió una serie de conflictos similares a los nuestros. Exige, por ejemplo, que las empresas prestadoras de servicios públicos otorguen atención personalizada. Así, los usuarios de los servicios telefónicos que eran atendidos por un contestador automático, hoy pueden exigir ser atendidos por un empleado de la empresa. Además, otorga a los usuarios el derecho de rescindir un contrato por el mismo medio que fuera adjudicado. Sin andar con tanta vuelta, sin pagar ningún seguro ni nada, fuera de toda dictadura y maltrato comercial. La encantadora y bien amada clientela nos merecemos trato humano, amable y, de ser posible, con alfombra roja, reflectores y flashes.

carlafabri@abc.com.py