LA CANASTA MECÁNICA

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LA COMIDA Y EL AMOR.- La palabra gastronomía vendría a ser el estudio de la relación humana con la comida y sus varios componentes culturales.

Nada más nutritivo y placentero que el buen comer. Lo que ingerimos se convierte en nosotros, en nuestra sustancia más íntima. Si mis amistades vegetarianas intentan convertirme, suelo decirles que cuando consumo carne, le dedico mi mejor pensamiento a la vaquita, corderito, pollito, pescadito, cerdito o animalito cual sea. Con cariño y agradecimiento me dirijo al trozo de carne y, mentalmente, le digo que le estoy dando la oportunidad de dejar de ser un qualunque semoviente para convertirse en Carla Fabri. Una especie de transubstanciación muy personal, en la que siempre colaboran las buenas manos de alguien que se dedica a las artes culinarias.

La especie humana es omnívora, lo que nos hace portadores de autonomía y libertad. Subsistimos gracias a una multitud de alimentos y de regímenes diferentes, y nos adaptamos a los cambios del entorno. De la variedad o combinatoria nace el arte de la cocina, incluida la vegana.

En algún momento el cine cayó en la cuenta de que el recurso de los besos y las escenas de alcoba se había vuelto convencional. Entonces pasó de la cama a la mesa. Podríamos tildar de gastronomía erótica, de apetito primario, quizás, a la célebre escena de la manteca, protagonizada por Marlon Brando y María Schneider en la película El último tango en París, del director Bernardo Bertolucci. Otra secuencia sensacional del cine erótico culinario se da en El cartero siempre llama dos veces. Al principio del filme, Jessica Lange y Jack Nicholson interpretan un apasionado revolcón sobre la mesa de la cocina, lugar de enriquecedoras resonancias de un pecado carnal como la gula.

He visto películas donde el acto de cocinar y comer se convierten en verdaderos actos de amor: Comer, beber, amar de Ang Lee; El olor de la papaya verde, de Anh Hung Tran; Tomates verdes fritos, de Jon Avnet; Como agua para chocolate, de Alfonso Arau; Chocolate, de Lasse Hallstrom. La cena, dirigida por Ettore Scola, que tuve la oportunidad de ver el pasado lunes en la apertura de la Semana de la Gastronomía Italiana en el Mundo. Con muy buenos actores y actrices, se destacan en La cena, Vittorio Gasman, Giancarlo Giannini, Fanny Ardant y Stefania Sandrelli. En una cálida trattoria, atendida por su encantadora anfitriona (Fanny Ardant), se reúnen para cenar los clientes habituales o los esporádicos, y en cada mesa transcurre una historia diferente. Tierna por momentos, graciosa, algo absurda, a veces inquietante, La cena ofrece un afectuoso enfoque de distintos tipos humanos que se encuentran para cenar. Cuántas cosas importantes o mundanas se resuelven, se conversan, se complican o se descubren alrededor de la comida, compartiendo una mesa.

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La comida, como el erotismo, es básicamente un medio para conservar el poder, sobre todo el mágico poder del amor, frente a la rutina, el desencanto y la muerte.

carlafabri@abc.com.py