Lo que se pospone puede ser importante, pero se privilegia lo diferente. Por ejemplo, camino a una cena en casa de amigos sucede algo imprevisto: en medio de la noche, en la más solitaria calle, me detengo a auxiliar a una persona que está desesperada porque perdió a su perro. Eso produce mi demora y cometo una falta de urbanidad porque llego tarde al refrigerio. A veces, como en un acto no consciente de desobediencia, lo que es obligatorio se vuelve fastidioso por eso se pospone.
Antes de que los relojes mecánicos midieran el tiempo en dinero, para los egipcios, procrastinar se relacionaba con la pereza, con evitar el trabajo. En cambio, los romanos asociaban la procrastinación con la espera juiciosa antes de la acción. Hoy, en nuestra era, lo social genera una persona llena de tareas triviales y obligaciones múltiples, que corre tras lo urgente y banal.
El filósofo John Perry, de la Universidad de Stantord, le dedicó años de investigación a la humana costumbre de postergar. Los resultados de sus estudios se publican en La Procrastinación Eficiente, un libro muy divertido de autoengaño filosófico, una suerte de guía para posponer todo de manera productiva, que pretende rescatar las virtudes de una persona que consigue hacer muchas cosas dejando de hacer otras. Años después de su publicación, tal como debe ser, este libro le valió ganar el Nobel de Literatura 2011.
Perry hace alguna referencia filosófica elemental, enfocando la idea de akrasia, que Platón y Aristóteles usaban para referirse al misterioso motivo que nos lleva a los seres humanos a la elección de hacer otra cosa distinta a la que es mejor para nosotros si se supone que somos racionales. Por dar un ejemplo, por qué votamos a Fulano/a de Tal cuando sabemos que estamos cometiendo una pelotudez.
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Científicos de la Universidad de Constanza, Alemania, también estudiaron a fondo este comportamiento y llegaron a la conclusión de que las personas se conducen así porque creen que el día de mañana será más adecuado para poner en práctica lo planeado.
En el acto de procrastinar también puede estar latente una fantasía de perfección, que al final se acaba realizando vai vai, mal que mal, de cualquier manera, porque llega el último plazo ineludible de entrega, como es el caso de esta columna cuyo final ya no debería dejar para mañana porque debo hacerlo ahora. Y así salió.
carlafabri@abc.com.py