LA CANASTA MECÁNICA

TOLERANCIA.- Dada la realidad de nuestra existencia, que debate la aprobación del matrimonio igualitario en nuestro país, cabe considerar que hasta una institución conservadora como la RAE incluyó en el diccionario el término: matrimonio igualitario, al aceptar una nueva acepción a la palabra matrimonio para reconocer las uniones entre parejas homosexuales.

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Sería una ingenuidad suponer que el repudio de quienes están en contra de la homosexualidad haga desaparecer del mapa la vida, gloria y dificultades de nuestros parientes y amistades gays. Algunos países, como España y Argentina, ya reconocen el matrimonio homosexual en su ordenamiento jurídico. Y esa es la tendencia humanista, hasta podríamos decir de caridad cristiana.

Si rastreamos la homosexualidad en la mitología griega, encontramos a Ganímedes, bellísimo jovencito, héroe de la casa real de Troya, cuya hermosura impactó al propio Zeus, quien lo convirtió en su amante y copero personal, cargo muy particular en la antigüedad. Sabemos que los dioses griegos eran bastante caprichosos y antojadizos.

Apoyados en la mitología, los griegos antiguos no condenaban la homosexualidad, más bien la consideraban una práctica de los medios civiles más selectos. Un hombre sexualmente activo, el erasta, el que ama en sentido erótico, se convertía en maestro erótico o del erómeno, un adolescente que recibía una especie de “entrenamiento” sexual, por así decirlo, hasta que llegaba a la edad en que podía contraer matrimonio con una mujer y formar una familia, y allí finalizaba esa relación. Así, en la sociedad griega, la homosexualidad descansa sobre un origen de prácticas de iniciación de la vida, a semejanza de muchos pueblos primitivos.

Esta es una simple exposición de cómo han sido, son y siguen siendo ciertas costumbres sexuales humanas.

Recordemos también la relación muchacho-caballero del ejército espartano, o el famoso batallón tebano que tantas victorias cosechó en el siglo IV, en el escenario helénico, gracias a luchar juntos “amante y amado”. Y en la Edad Media la relación escudero-caballero, en la que sin haber erotismo existía (como en todos los casos) un sentido de emulación de llegar a ser un día como el maestro o, incluso, superarlo. Sucede a veces que en las sociedades más machistas pueden desarrollarse más prácticas homosexuales. Eso pasó en la Alemania nazi.

Aclaro que no es mi intención hacer una apología de la homosexualidad. Sí intento acercar datos que faciliten la reflexión sobre el respeto a nuestros semejantes que optan por una forma diferente de orientación sexual.

Para los varones educados muy rígidamente, la sola idea de ser tildados de homosexuales los lleva a despreciar la ternura y mostrar rechazo frente a cualquier intento de independencia femenina. Necesitan que las mujeres se mantengan en los moldes tradicionales para reafirmar, por contraste, su virilidad.

Todos los seres humanos tenemos facetas psicológicas del sexo opuesto, pero a muchos señores sus aspectos femeninos les producen serios conflictos. Nadie es químicamente puro. Ni se es 100 % mujer ni 100 % hombre. Desde la mujer más femenina hasta el hombre más viril encierran componentes de ambos sexos. Si no podemos practicar la tolerancia con quien es diferente, a ver si intentamos la misericordia, que es una cualidad de Dios que comprende y perdona nuestros errores, rencillas y dificultades humanas.

carlafabri@abc.com.py

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