No existe opresión más antigua y planetaria que el atropello permanente a la dignidad de la mujer. Esto se dio y se sigue dando en todas las sociedades, en todas las ideologías y creencias. Los hombres siempre se han juntado para redactar las leyes, para decidir cómo debe ser la vida sexual, reproductiva y familiar de las mujeres. Nicolae Ceausescu, el dictador rumano comunista, ordenaba a la securitate que controlase la menstruación de las mujeres y los hijos que le daban al Estado.
El feminismo, con sus diversas y múltiples alas, propone constantemente la soberanía de los cuerpos, y en busca de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, intenta ponerle freno a nuevas leyes que sigan perjudicando al género femenino. “No queremos quebrantar las leyes. Queremos redactar las leyes”, dice la notable sufragista británica Emmeline Pankhurst, gran activista de la primera parte del siglo XX, quien a través de su lucha feroz consiguió que se hiciera realidad el voto femenino para toda Inglaterra, en momentos en que la emancipación electoral femenina era vista como una causa alocada de histéricas solteronas, viejas y feas. Apenas un siglo atrás, la mujer no era considerada un ser civil. Cito a Emmeline Pankhurst para hacer notar que siempre existieron feminismos duros, combativos, y feminismos menos conflictivos, quizás más complacientes.
También existieron siempre las mujeres machistas que fueron y son cómplices del poder que las avasalla.
En estos días, nuestro país quedó mal parado internacionalmente, como consecuencia de la conducta sexual inapropiada para con una mujer, que tuvo el funcionario Julián Vega, representando al Paraguay en Taiwán. A Vega lo denunció la traductora oficial, asignada por el Gobierno taiwanés para asistirlo, “por frotarle los muslos en forma inapropiada”. Julián Vega quiso conversar, explicar; no sabemos si se disculpó o no, pero lo cierto es que fue invitado a que abandonara la isla lo antes posible a cambio de no presentar cargos o una denuncia formal. Eso es lo que publica Taiwan News.
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Según Vega, le tocó el muslo a la traductora y fue un malentendido causado por las diferencias culturales. No, no, no, Julián Vega, en nuestra cultura tampoco es apropiado frotarle el muslo a una dama. Si alguna señora desea y pide que usted la toquetee, es un asunto de decisión personal entre ella y usted. Pero que se le ocurra poner su mano en el muslo de una mujer, hoy, es incorrecto de aquí a la China. Caballeros, a comportarse con respeto hacia la dignidad femenina. Mujeres machistas que defienden a impresentables, usen las neuronas para pensar con amor propio e inteligencia.