LA CANASTA MECÁNICA

DIVERSIÓN O VIOLENCIA.- Se dice que el fútbol puede alentar las mejores y las peores pasiones. Como es un deporte muy popular y altamente emocional, la pregunta que surge es: ¿se lo disfruta o se lo sufre?

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Cuando se lo disfruta fomenta en el cerebro la liberación de endorfinas que es la hormona de la alegría, capaz de reducir el dolor y proporcionar un estado de felicidad. Cuando se lo sufre, cuando se pierde el autocontrol, repercute en la salud física y mental. Sobrevienen los ataques cardíacos, la violencia verbal y física, las agresiones, peleas familiares y los enfrentamientos con amistades. Produce insomnio, mal rendimiento en el trabajo, ansiedad, desbordes de ira y extrema irritabilidad.

En esta semana, uno de los temas que estuvo en el centro de atención de los medios masivos y fue parte de la charla cotidiana tuvo que ver con los disturbios que sucedieron en Buenos Aires, ocasionados por las barrasbravas en las inmediaciones del estadio Monumental, donde iba a disputarse la final de la Copa Libertadores, entre Boca y River. Enardecidos barras bravas lanzaron piedras al ómnibus que transportaba a los jugadores del equipo de Boca e hirieron a dos futbolistas, quienes terminaron en un hospital. Esto produjo la cancelación del encuentro y la ola de comentarios, calificando los hechos de vergonzosos. Un papelón.

Algunas imágenes de los incidentes me llevaron a recordar a los hooligans ingleses de los años 80. Vinieron a mi memoria las escenas dramáticas del llamado “desastre de Heysel”, ocurrido en el estadio al final de la Copa Europea entre el Juventus de Italia y el Liverpool de Inglaterra. Murieron 39 personas en aquella ocasión, después de que los fanáticos del Liverpool atacaron a los del Juventus, causando la caída de un muro. Fue unos de los episodios más espantosos de una época oscura del fútbol inglés. Una época marcada por el fenómeno de los hooligans, antecesores de las barras bravas de nuestros países sudamericanos.

El caos y los disturbios acontecidos en los alrededores del estadio de River, de tema policial pasó a convertirse en un problema de Gobierno. El presidente Macri calificó de inadaptados a los protagonistas de la violencia desatada. La violencia, en estos casos, es como una estrategia racional que persigue fines concretos: prestigio, poder, interlocución. También da un lugar especial al honor masculino que hace posible que los hinchas conserven su honra en el combate, aunque su equipo pierda. Según un estudio antropológico, esta violencia y este honor están medidos por “el aguante”, que es la tenacidad para soportar adversidades en las peleas y acompañando al equipo. Todo esto es un gran y peligroso disparate.

Los integrantes de las barras bravas, en su mayoría, suelen ser marginales, gente sin empleo, con mucho resentimiento social, aunque puede haber estudiantes e individuos con trabajos ocasionales. Actúan bajo efectos del consumo de alcohol, drogas y el efecto espejo que se da entre las multitudes.

Son negativas las rabietas que producen los partidos de fútbol en los aficionados. Enardecen el rencor, la envidia, la impaciencia. Los gritos, insultos y amenazas, lanzar objetos y destrozar muebles demuestra carencia de habilidades en la gestión emocional. Las circunstancias exigen un real debate sobre el tema que debe incluir muchos aspectos, entre ellos la corrupción manifiesta en la administración del fútbol, las campañas de prevención por parte del Estado y la responsabilidad social del periodismo deportivo. Evitemos la incitación a la violencia en los estereotipados imaginarios de los hinchas de fútbol.

carlafabri@abc.com.py

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