LA CANASTA MECÁNICA

TIEMPO PARA EL DESCANSO.- Por estas fechas se estila viajar de vacaciones. Esto no es nuevo. Ya en la Roma antigua, los patricios iniciaban un éxodo veraniego hacia sus villas de la costa. Iban por la vía Apia con sus familias, escoltados por un séquito de esclavos, en literas o en unos carromatos, que vendrían a ser como las 4 x 4 de nuestro tiempo.

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Plinio el Joven describió aquel traslado colectivo como caravanas formadas por decenas de carruajes. Relataba que se formaban embotellamientos al cruzarse con otras expediciones que iban en dirección opuesta. Algo similar sigue sucediendo hoy, cuando ir a veranear, sobre todo a una playa, es un trending topic casi obligado.

Aunque podríamos considerar que las vacaciones son un estado mental, más que nada, hay personas que se sienten obligadas a planificar todo al máximo. Programan tal cantidad de actividades que no les queda tiempo para sentarse con tranquilidad a tomar un jugo, deambular, leer un libro o, simplemente, no hacer nada. Nada, ese producto tan deseable en el ocupadísimo mundo de hoy.

Así es como gente que nunca va a misa se pone a recorrer iglesias. Indiferentes de las artes, la historia y de la naturaleza, visitan hasta el cansancio cuanto museo figura en el mapa.

Estar vacante, libre, en ocio es lo que propone la palabra vacaciones. El exceso de agenda conspira contra el descanso estival.

Aquella novedosa práctica de mojarse entre las olas y disfrutar de las benéficas propiedades de la salobre brisa marina acabó por convertirse en costumbre impuesta, en norma cultural.

Así como los médicos del siglo XIX estaban preocupados porque la velocidad de los trenes afectara al cerebro humano, en la actualidad, la preocupación apunta a las nuevas tecnologías. Desconectarse del teléfono celular, internet y redes sociales parece una misión imposible. Por de pronto, supongo que WhatsApp ya habilitó el modo “vacaciones”. ¿Cuándo se convirtió Netflix en una distracción necesaria, en un reemplazo válido del tiempo a compartir con la familia?

Aunque queda muy bien decir que en vacaciones hay que establecer un tiempo de uso de la tecnología, la experiencia nos dice que ni siquiera es una opción. Si las vacaciones son para desconectarse, relajarse y sentirse libres, eso no pasa si a cada rato tenemos que tomarnos una selfie con sol, una con tiempo nublado, una con el atardecer, una de la playa, de las olas, del viento, del mar… para publicar en Instagram.

No perdamos el rastro del propósito del tiempo de descanso, que es disfrutar del ocio placentero y pasar tiempo con aquellas personas que nos importan.

Los maestros budistas proponen una forma definitiva de soltarse, de relajarse, de sentirse en plena libertad en cualquier circunstancia, aceptando la vida, y disfrutando del placer y el desagrado. Lograr ese estado sería una forma de vacaciones de por vida.

carlafabri@abc.com.py

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