LA CANASTA MECÁNICA

SOLOS Y SOLAS. En una sociedad gregaria por imposición se asocia a la soledad con la vida sin pareja. Algo llamativo está sucediendo entre nosotros porque, según nos enteramos por un tuit de Carlos Martini, la Dirección General de Estadísticas, Encuestas y Censo revela que el 56 % de nuestra población es soltera, el 21 % de la gente está casada y unida el 17 %.

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Aunque no es posible afirmar que esto estaría indicando la preferencia de vivir sin compañía, resalta que un 56 % de los habitantes no estaría portando una libreta de casamiento. Podría ser que la mayoría de la gente elija vivir una feliz soledad antes que una infelicidad compartida.

Si por propia voluntad una persona decide renunciar, por un momento, a la compañía de los demás, eso no la convierte en un ser asocial. Más bien, significa que le importa la calidad de sus interacciones y busca cuidar su propio espacio personal. Esa libertad que se puede utilizar en el beneficio propio, a resguardo de relaciones invasivas, no es egoísmo.

Algunos pensadores afirman que antes de amar y respetar a una futura pareja, es necesario aprender a ser felices sin compañía, y que las personas que necesitan estar siempre acompañadas podrían ocultar carencias y miedos.

La Real Academia de la Lengua define la soledad como la “carencia voluntaria o involuntaria de compañía”. Los avances de la tecnología, hoy, con los teléfonos móviles, las redes sociales y mensajerías, disipan la frontera entre la soledad y la compañía. Es una especie de limbo psicosocial que transforma las relaciones y el relacionamiento.

Cristo, Buda, Zaratustra y otros maestros obtuvieron grandes revelaciones estando solos.

También los filósofos, científicos, poetas y escritores han ponderado a la soledad y reconocido su territorio fértil para la creatividad. Einstein, Bacon, Goethe, Beethoven, Schopenhauer, entre muchos otros, se deleitaban en soledad. “Jamás encontré compañera más sociable que la soledad”, decía Henry David Thoreau. Y un excéntrico poeta como Lord Byron ironizaba: “Solo salgo para renovar la necesidad de estar solo”.

Por otra parte, los grupos antiguos tenían un máximo de 150 personas; por eso, de acuerdo a la psicología evolutiva, el cerebro no está preparado para la sobrepoblación que nos toca vivir. Una investigación británica encontró que las mujeres con un coeficiente intelectual más alto disfrutan más de la vida cuando socializan poco, con una pareja o amistades.

También concluye que quienes menos necesitan involucrarse con otra gente tienen más capacidad de resolver los problemas que la vida les plantea. Por último, un estudio de la Universidad de Michigan reveló que tener un marido puede ser estresante. Es que la convivencia en pareja crea a una mujer siete horas adicionales de trabajo doméstico. Y las que tienen más de tres criaturas pasan más de 28 h por semana cocinando y limpiando. El estudio señala que las mujeres jóvenes solteras pasaban cerca de 12 h semanales con tareas domésticas, mientras que las casadas realizaban casi el doble de los trabajos de la casa. ¿Eso es solo en Inglaterra?

En la actualidad, muchas mujeres ya no esperan al príncipe azul que aparezca y llene su vida de bienes materiales y descendencia. Hoy, muchas chicas poseen metas y propósitos de vida que las orienta a vivir de una manera más individual, más independiente, más feliz.

carlafabri@abc.com.py

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