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Enfrentarnos a lo nuevo, a todo aquello que nos resulta desconocido, siempre genera tensión, nerviosismo, miedo. Es comprensible, ya que el miedo es una de las más antiguas emociones humanas, es instintivo y sirve para mantenernos lejos de situaciones peligrosas. Pero cuando el miedo es excesivo, frena las posibilidades de cambio, no permite aceptar nuevas ideas e interfiere en la vida diaria. Tal vez este sea el caso de quienes se oponen a la ley de paridad. El rechazo a experimentar lo nuevo tiene el nombre de neofobia.
El miedo se origina en el cerebro reptil que heredamos de nuestros antecesores del paleolítico. Quienes investigan los vericuetos del cerebro afirman que el cerebro reptil y la adicción al poder van siempre de la mano. Genera personalidades regidas por las emociones más primitivas, agresivas, sin empatía, con necesidad de dominar a los demás. Por eso temen el cambio de paradigma que sucede con los derechos adquiridos por la mujer, los nuevos espacios que ocupa y las justas exigencias que pretende.
Como caso de neofobia se podría entender la actitud de la Cámara de Diputados, que en su mayoría se opuso a incluir la paridad en la ley de desbloqueo de las listas electorales. Alguna mujer se opuso alegando que ella no necesitó de cupo alguno para ocupar su curul. Es parte de la distorsión mental que aqueja no solo a hombres, sino también a muchas mujeres. Hay miedo en el rechazo a aceptar que se están dando cambios a favor de la mujer, y que esto permite dar un salto evolutivo en la conciencia de la humanidad. Si soy una mujer privilegiada, que no usó cupos para ocupar un lugar destacado en la sociedad, eso no me impide ver que muchas mujeres se quedan en el camino, y no acceden a puestos importantes porque los varones tienen toda la prerrogativa a su favor. Ellos perciben mejores salarios por realizar el mismo trabajo que podría ser hecho por una mujer. Por último, quisiera exponer dos cosas: 1) Nadie dice que las mujeres que accedan a los cargos por medio de la paridad serán todas santas e iluminadas. No tienen por qué serlo, considerando que la mayoría de los hombres que ocupan puestos de decisión son mediocres y corruptos. 2) Las mujeres no queremos transgredir las leyes, queremos redactarlas.
carlafabri@abc.com.py