LA CANASTA MECÁNICA

BASURA. La tarde se volvió torrencial. A cántaros, la lluvia fue protagonista de una especie de catástrofe a raudales. Y llovió durante toda la semana. En una de esas tardes de llovizna mansa, mientras compartíamos un café con Christian Kent, cual dos raudadólogos conversábamos sobre las inundaciones, sus estragos y los motivos.

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Decía mi amigo: “Estás caminando por las calles del centro con una barra de chocolate en el bolsillo. De pronto, te dan ganas y la comés. Te queda el plástico en la mano y qué hacés. Lo más fácil: chau, a la calle. Vos lo compraste, te atrajeron los colores del envoltorio y la fotografía con los maníes relucientes, no tuviste ningún drama de llevarlo en el bolsillo. ¿Por qué entonces fue tan difícil guardar el envoltorio hasta llegar a un basurero? ¿Se volvió más pesado? ¿Ardió en llamas?”.

Este diluvio sacó de nuevo a flote el problema de la basura en Asunción. Nuestra ciudad no dispone de un desagüe pluvial eficiente, porque las autoridades responsables no han tenido la capacidad de diseñar una red pluvial adecuada a Asunción, que está atravesada por varios arroyos, que se desbordan cuando llueve en cantidad inusual.

También la ciudadanía aumenta la dificultad, porque estamos acostumbrados a deshacernos impunemente de nuestros residuos de cualquier manera y en cualquier parte sin tener en cuenta las consecuencias que acarrea. Por eso vimos las bocas del sistema de desagüe taponadas con toneladas de basura. Calles convertidas en ríos, automóviles flotando a la deriva, derrumbes y filtraciones.

La ciudadanía no es algo que está dado de antemano. Esta se construye en nuestra relación con el espacio y los demás. Si yo paso por enfrente de una casa y arrojo un pañal usado en el portabasuras de esa casa, ¿acaso pienso en que los habitantes de ese hogar tendrán que hacerse cargo de eso? Seguramente no lo haríamos en nuestra propia casa; no tiraríamos una cáscara de banana en el piso de la cocina, sino en el basurero. La ciudad —las calles, las plazas, los arroyos— no es diferente, es nuestra casa y la de toda la ciudadanía. Asunción es nuestro hábitat, al que le debemos un mínimo de respeto y la consideración de no ensuciar.

Si el camión recolector pasa frente a tu casa a las cinco de la tarde, sacá la basura una hora o media hora antes. Así evitamos que la cuadra tenga mal olor y, sobre todo, que en caso de lluvia el raudal se lleve las bolsas y tape los desaguaderos. No cuesta demasiado guardar un ratito la basura en tu casa. Buscale un lugar especial donde no esté a la vista.

Por otra parte, parece absurdo que sea menos urgente para la municipalidad resolver un problema básico como la gestión de residuos, antes que diseñar una bicisenda inconexa y costosa, que no conduce nada con nada y hasta ahora solo sirvió para estacionamiento.

Otra cosa: sería conveniente que en los televisores que han puesto en algunas unidades del transporte público pasen videos institucionales, que enseñen a la gente las normas básicas en la gestión de residuos, en vez de pasar humillantes bloopers.

Por qué en vez de malgastar el dinero público en proyectos inútiles, como la bicisenda, no se invierte en educación cívica, basureros y programas de reciclaje.

Construir ciudadanía es comprometerse con un lugar más humano y más habitable, primero haciendo lo propio y, luego, exigiendo a las autoridades los servicios básicos que nos corresponden.

carlafabri@abc.com.py

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