Magia en la levedad

Controla el estrés, tonifica los músculos, combate los miedos y aumenta la creatividad. Así es el aeroyoga, un método de crecimiento personal que aporta un sinfín de beneficios a la mente y al cuerpo.

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Natalia Pangrazio, instructora certificada del aeroyoga, explica que la respiración y corrección postural son pilares de esta modalidad. “Es una disciplina que traje por primera vez al Paraguay y ya cuenta con muy buena aceptación. Muchas personas se prendieron a esta propuesta porque han visto y experimentado los múltiples beneficios que ofrece”, explica Pangrazio.

“En primer lugar, es una manera diferente de practicar yoga, aunque esta modalidad permite realizar los movimientos de manera más sencilla y controlada, ya que, al permanecer suspendidos en el aire, muchas de estas posturas se simplifican y son más fáciles de realizar”, comentó.

Agrega que, al mantenerse suspendidos en el aire, se pueden utilizar mejor todas las extremidades a la hora de ejecutar cada movimiento. “Esto obliga a mantener un control sobre el cuerpo; así los alumnos conocen sus limitaciones y van mejorando, poco a poco”, dice.

Esta actividad también sirve para rehabilitación, ya que devuelve a los músculos su estado normal y salud, con las diferentes posturas y estiramientos que se llevan a cabo en cada movimiento. “No solo ayuda a mejorar el estado general de los músculos y las articulaciones, sino también del cerebro, porque aumenta la atención y consigue que la actividad mental sea elevada”.

Durante la producción fotográfica estuvieron Luis Fernando Benítez y Karen Santacruz. Luis apunta a ser instructor y Karen encuentra un escape a su rutina. “Decidí probar algo nuevo y encontré una pasión”, dice. Cuenta que es bioquímica y tiene centrada su atención “en miles de cosas”, y el aeroyoga le sirve para recargar sus energías. “Me siento relajada después de las sesiones. Siento el estiramiento de mi columna vertebral, y cómo todo mi cuerpo es más elástico y ligero”, admite.

Luis Fernando está interesado en abrir un centro por las mismas razones. “Es increíble la tranquilidad que se siente. Al principio, como que cuesta un poco, pero una vez que se entra en ritmo, todo fluye. Pueden practicar personas de todas las edades además”.

Natalia interrumpe y agrega que lo que se busca es lograr la paz espiritual. “Acá no pregonamos religión alguna, el local está ambientado de manera que la persona sienta una conexión espiritual y pueda salir renovada. Buscamos el bienestar espiritual y corporal de quienes eligen esta disciplina. Por un lado, es un método de disfrute y, por otro, una herramienta para recrearse en uno mismo de nuevo y conseguir ser una persona positiva”, afirma Natalia, pionera en nuestro país.

A esto se le suma lo útil para el desarrollo de un entrenamiento posterior, con peso, ya que ayuda a conocer mucho mejor el movimiento natural del cuerpo y se puede utilizar este conocimiento a la hora de realizar fitness. “Al fortalecerse las articulaciones y mejorar el estado de la musculatura, hay menor riesgo de lesión, pero de igual manera, se puede regular la intensidad de cada sesión de acuerdo a cada condición física”.

La duración de las clases es de una hora. “A lo largo de todo ese tiempo se aprovechan al máximo los beneficios del trabajo en suspensión; incluso, el calentamiento se realiza dentro de la hamaca”, explica la experta. Durante las clases, también se utilizan otros elementos externos, como gomas elásticas y pesas, o piedras calientes con aromaterapia. En la recta final de la sesión “se termina con una posición en la que el alumno queda tumbado en la postura de crisálida y cómodamente envuelto en el aire”, explica Natalia. ¿La razón? “Es un trabajo en total ingravidez en el que las piernas quedan descolgadas, consiguiendo una sedación profunda antiestrés”.

Esta disciplina se trata de la realización de las diferentes rutinas del yoga, pero suspendidos en el aire por medio de la ayuda de un arnés —que es el medio sobre el que se realiza toda la actividad—. Esto es lo que hace que la perspectiva sea muy diferente, y es que con esta actividad se consigue más libertad y control del cuerpo.

Sus orígenes

El yoga aéreo no tiene “un autor”, sino múltiples influencias, desde la antigüedad hasta hoy. El yoga en el aire (yoga aéreo), como tal, tiene su origen en la India y su base filosófica está en los mismos orígenes del yoga. Los registros cuentan que los faquires, por ejemplo, que eran yogis extremos y maestros de la experimentación espiritual a través del cuerpo y la respiración, ya utilizaban cuerdas, telas, sogas de fibras vegetales y tejidos para descolgar su cuerpo o partes de su cuerpo. Desde entonces, venerables maestros trabajaban ya el concepto de levedad. Natalia Pangrazio tiene certificación de Rafael Martínez, el español que unió sus dos pasiones: la creatividad y el yoga, dando pie a esta disciplina que busca potenciar la creatividad y el desarrollo personal.

Por Nancy Duré Cáceres ndure@abc.com.py • Fotos ABC Color/Gustavo Báez.

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