Manuel Gondra Pereira

Prestigioso intelectual y maestro de juventudes, don Manuel Gondra fue presidente de la República del Paraguay en dos ocasiones, aunque -ambas veces- por brevísimo tiempo.

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En efecto, la primera vez ejerció entre el 25 de noviembre de 1910 y el 17 de enero de 1911, en que renunció para evitar, según argumentó,
males mayores. En vano. Se abatieron sobre el país tempestades políticas, que sólo terminaron año y medio después, con su saldo de muerte y miseria.

Diez años más tarde, el 15 de agosto de 1920 asumió la presidencia, pero las inquietudes políticas le obligaron a renunciar nuevamente, el 29 de octubre de 1921.

El resultado: otra larga y fratricida guerra civil, con sus nefastas consecuencias. La primera vez tuvo como vicepresidente a don Juan Bautista Gaona, y su gabinete estuvo integrado por José A. Ortiz, en Hacienda; Adolfo Riquelme, en Interior; Eusebio Ayala, en Justicia, Culto e Instrucción Pública; Albino Jara, en Guerra y Marina; y Héctor Velázquez, en Relaciones Exteriores.

Fue derrocado por su ministro de Guerra y Marina, Albino Jara. Entre los emprendimientos realizados durante su primer gobierno destacaron la concesión para instalación de tranvías eléctricos en Asunción; la promulgación de la ley del servicio militar obligatorio, etc. En su segundo gobierno, con Félix Paiva como vicepresidente, sus ministros fueron: Eligio Ayala, en Hacienda; José Patricio Guggiari, en Interior; Rogelio Ibarra Legal, en Justicia, Culto e Instrucción Pública; Adolfo Chirife, en Guerra y Marina; en Relaciones Exteriores.

Durante su segundo gobierno se acordó el establecimiento de colonos menonitas en el Chaco; se declararon en bancarrota algunas instituciones bancarias; se realizaron importantes huelgas de gremios obreros. Manuel Gondra nació el 1 de enero de 1871, en Buenos Aires,Argentina. Hijo de Manuel Gondra Alcorta y Josefa Natividad Pereira, era hermano de Irene y María (ambas casadas sucesivamente con Pedro Saguier Pereira), Mercedes (casada con Eduardo Uriarte) y Ester. Se casó con Emilia Victoria Alfaro, con quien fue padre de Graciela (casada con Luis Guanes Machaín), Susana (casada con Basilio Bogado), Cecilia (casada con Francisco Juárez) y Manuel Adolfo (casado con América Rendón). Falleció en Asunción, el 8 de marzo de 1927.

CON VOCACIÓN GANADERA

La ciudad de Mariano Roque Alonso o Roque Alonso o, simplemente, Roque, tiene sus raíces muy hondas en nuestra historia. Fue el sitio donde probablemente se inició la nación paraguaya; y donde probablemente se realizaron los primeros encuentros que dieron origen al mestizaje de nuestro pueblo -y nuestra cultura-, pues, parece ser que fue el sitio donde don Domingo Martínez de Irala mezcló su sangre vasca con la de una princesa karió, hija de uno de los mburuvichá de los te’yi de la comarca de Tapuá (nombre derivado de Itaipú’a, que quiere decir Peñasco emergente, aludiendo al peñón en medio del río Paraguay, un poco más al norte).

Fue también, Roque Alonso, el sitio donde don Felipe de Cáceres depositó gran parte del ganado del adelantado Ortiz de Zárate, traído desde Bolivia, hacia 1569. El lugar exacto fue el campo de Yvytymirî, la primera estancia del Paraguay y cuna de la ganadería rioplatense, conocida con el transcurso de los años con el nombre de estancia Surubiy. Los campos de Yvytymirî mantuvieron su vocación estanciera hasta finales de la década de los setenta, en que sus extensos y ondulados terrenos fueron loteados y convertidos en una urbanización destinada a gente de elevado poder adquisitivo. Esa vocación estanciera de Roque Alonso, aún sigue en la actualidad; no en balde es sede de la entidad que reúne a los hacendados del país: la Asociación Rural del Paraguay, donde anualmente se realiza la mayor muestra agropecuaria e industrial del país.

TRÁFICO DE ESCLAVOS.

Cuando los negros africanos eran comprados en los mercados de las costas del continente, eran examinados cuidadosamente por los médicos de a bordo. Los enfermos, los viejos y los demasiado jóvenes eran rechazados. Los aptos eran comprados y colocados en galpones a la espera de la llegada de un barco negrero que los transportaría hacia América. Cuando llegaba el buque, los esclavos eran encadenados entre sí y depositados dentro de oscuros calabozos, comprimidos entre las cubiertas de barcos pestilentes. Eran empacados en forma tan apretada, que parecían sardinas en latas. Los esclavos permanecían bajo el puente y solamente salían -fuertemente custodiados- para las dos comidas diarias.

La situación sanitaria de los barcos negreros era espantosa. Casi sin ventilación, los desgraciados viajaban inmersos en sus propios excrementos y acosados por las ratas. La tasa de mortalidad y morbilidad era altísima, que las embarcaciones eran conocidas por los portugueses como tumbeiros (ataúdes flotantes: de un cargamento de unos 700 esclavos negros, apenas 300 llegaban a destino, y en tan malas condiciones de salud, que les llevaba meses recuperarse, si es que no morían en los días siguientes.
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