Raúl Alberto Cubas Grau

El 15 de agosto de 1998 asumió la Primera Magistratura de la República del Paraguay el ingeniero Raúl Alberto Cubas Grau, secundado por el doctor Luis María Argaña Ferraro en la Vicepresidencia de la República.

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Su Gabinete lo integró de la siguiente manera: Gerardo Doll, en el Ministerio de Hacienda; Rubén Arias Mendoza y Carlos Cubas, en el del Interior; Celsa Bareiro de Soto, en Educación y Cultura; José Felicísimo Segovia Boltes, enDefensa Nacional; Dido Florentín Bogado, en Relaciones Exteriores; Carmen Frutos de Almada, en Salud Pública y Bienestar Social; Víctor Segovia Ríos, en Obras Públicas y Comunicaciones; Angel Ramón Campos, en Justicia y Trabajo; Carlos Cubas y Gerardo von Glassenapp, en Industria y Comercio, e Hipólito Pereira, en Agricultura y Ganadería.

Su breve Gobierno se caracterizó por constantes incidentes políticos con la oposición, incluso con sectores de su propio partido, a raíz de la influencia de poderes fácticos, representados por el general Lino Oviedo, cuya candidatura a la Presidencia fue frustrada por varios procesos judiciales en su contra. Entre las pocas obras de Gobierno que pudo realizar durante su corta administración se destaca la cobertura nacional del servicio de salud materno infantil.

Juzgado por mal desempeño en sus funciones, el Congreso nacional impulsó un juicio político en su contra, pero –y a raíz de graves acontecimientos como el asesinato del vicepresidente Argaña y la masacre de manifestantes en la plaza del Congreso– renunció a su cargo el 28 de marzo de 1999.

El ingeniero Raúl Cubas Grau nació en Asunción el 23 de agosto de 1943, hijo de Emilio Cubas y Josefina Grau Chover. Son sus hermanos: Luis (casado con Norma Friedmann, luego con Elizabeth Arellano), Emilio (casado con Gloria Gusinky). Hermano de padre de Carlos Cubas Vildosola (casado con Marcia Escobar). Casado con Mirta Gusinky, con quien tuvo dos hijas: Cecilia (fallecida a manos de delincuentes criminales) y Silvia (casada con Carlos Mangabeira Cano).

La mesa colonial

Hablando de comidas, la mesa de los asunceños de la época colonial comúnmente estaba cubierta con un mantel blanco con adornos de encaje de hilo de algodón. No eran raros los cubiertos de plata, aunque en las familias de menor recurso la comida se servía a la mesa en grandes fuentes de barro, a manera de sopera y consumida por medio del sistema de "cuchara jere" (o vuelta de cuchara). Los caldos se sazonaban con el sebo de la carne, lo que muchas veces hacía que fueran de olor y gusto desagradables, aunque la gente estaba acostumbrada a su sabor. No se acostumbraba el uso de condimentos o especias, así como tampoco beber vino con las comidas (porque, simplemente, no había).

Un almuerzo cotidiano consistía en el mencionado caldo, además de otro con trozos de carne hervida y espigas de maíz cocido. Posteriormente, cuando era posible, un trozo de carne de ternera asada con cuero. Los postres generalmente consistían en un plato de miel de caña y algunas rebanadas de queso fresco.

Aves asadas o hervidas, picadillos y guisados también formaban parte de la dieta cotidiana. Una de las comidas muy gustadas en la época era la olla podrida, consistente en carne de vaca, mezclada con carne de carnero, un buen pedazo de carne fresca de porcino, una morcilla, repollo, raíces de perejil, cabezas enteras de cebollas blancas, algunos dientes de ajo, menta, toronjil y garbanzos, además de pedazos de mandioca; otras comidas muy gustadas eran el locro, la mazamorra –maíz cocido en lejía y sin sal–; las humitas –maíz machacado y revuelto con tocino, carne, cebolla, convirtiéndolo en una masa, la que es envuelta en chala y cocinada en la olla–; muy apetecidos eran los choclos –mazorcas de maíz cocinadas en agua–, la carbonada –pedacitos de carne cocidos en agua y sal–, y las empanadas.

Después del almuerzo era "obligatoria" la siesta, la que se hacía en hamacas sujetas a las gruesas paredes a través de argollas de hierro. El consumo de carne fresca era raro, pues debido al clima muy caluroso se la desecaba para su conservación. Los sistemas de conservación de la carne consistían en el charque –carne cortada en tiras anchas, pero de poco espesor, colocadas unas sobre otras, echando entre medio polvos de sal y cubiertas con cuero; se ponía sobre ellas un gran peso para que despidieran, luego de algunas horas, todo el líquido de la carne, para posteriormente ponerlas a secar al sol, repitiendo la operación varias veces–; la cecina se diferencia del charque en que consiste en tiras delgadas de carne salada puestas a secar al sol; para la realización del tasajo se reducía a echar unos pedazos grandes y gruesos de carne en salmuera, en la que se dejaban durante un mes o más se sacaban y, puestos a orear, se esperaba a que se secaran bastante por fuera. Posteriormente se ahumaban como jamones.
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