“El objetivo de realizar el ascenso al Tocllaraju (6034 msnm) nació hace varios meses con la intención de realizar un ‘6000’ más técnico de lo que ya vengo realizando hace unos años. Tenía la necesidad de conocer y enfrentarme a una montaña con todas las letras”, comienza el relato de su aventura.
Así, el 4 de junio, aparte de sentir los rigores propios de la altura en el Tocllaraju, se encontró con paredes de hielo de decenas de metros, grietas, rimayas y zonas con mucho riesgo de avalancha; un ascenso que conlleva técnicas de escalada especializadas.
-¿Tuviste algún maestro o referente, o te lanzaste al vacío sin más ni más?
-Considero que los grandes montañistas, en especial los que escribieron libros, son mis maestros. Ya que estamos en un país en el que no existen montañas grandes, es imposible realizar ascensiones y estar rodeado de montañistas para poder compartir experiencias; entonces, lo único que me queda por hacer es leer libro tras libro de montañismo, como así también ver documentales, videos de escalada y leer materiales, en general de internet.
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-Santa tecnología.
-Sííí. Gracias a la tecnología, hoy, podés bajar libros en formato digital, en segundos, lo cual es fundamental para seguir analizando y aprendiendo.
-¿Algún libro de montaña recomendable o favorito?
-La literatura de montaña es apasionante y fantástica. No hace falta ser montañista para poder apreciar esas aventuras. Solo por nombrar algunos libros de muy buen nivel: Into thin air, de Jon Krakauer; The climb, que es la “respuesta” de Boukreev; Annapurna, de Maurice Herzog; No shortcuts to the top y K2, de Ed Viesturs; Buried in the sky y The naked mountain, de Messner, etcétera. Para poder apreciar al máximo la literatura de montaña, recomiendo leer en formato digital y en inglés. En castellano es muy difícil encontrar algo y menos aquí.
-Y de la práctica, ¿qué me decís?
-En la montaña trato de aprender lo máximo posible de guías, porteadores y montañistas en general.
-¿Es un deporte amigable?
-Hasta ahora puedo decir que siempre tuve la oportunidad de compartir con personas excelentes, extremadamente abiertas, amigables, que recorrieron el mundo y con experiencias en montañas que yo no tendría en 100 vidas. Las amistades que te dejan las montañas y las personas que tenés la posibilidad de conocer son el verdadero tesoro de todo esto.
-¿Cuál es el secreto para tu ascensión exitosa?
-La preparación mental. La montaña te va a mostrar un millón de razones para que bajes y tu instinto de supervivencia te va a mostrar un millón más. Pero es tu objetivo claro y preciso el que te va a guiar a través de todo eso, mientras que el motor va a ser la fuerza de voluntad. Vas a tener infinitas razones para bajar y solo una o dos para seguir subiendo. Tener una voluntad de acero en esos ambientes extremos es clave.
-El factor sicológico es clave.
-Lo más importante en la montaña es el factor sicológico. La inteligencia emocional, la fortaleza mental. Como dijo una gran montañista: “Aquellos que han estado en altura saben que, allá arriba, el prisma con el que se ve y se siente es muy distinto al de aquí”. En mi corta experiencia, ya tuve la oportunidad de ver personas tremendamente preparadas desde lo físico, como competidores de ironman o triathlon, quienes no supieron controlar el desgaste sicológico que produce la montaña y renunciaron en medio de expediciones.
-¿Cómo entrenás la sicología para afrontar tus proyectos?
-Es un equilibrio de varios factores. El montañismo es diferente a otras disciplinas. En la montaña uno no entrena por un trofeo o una medalla, sino por su vida. El enfoque mental es diferente. En mi caso, trato de verme en cada situación que pueda encontrar en la montaña, mala o buena, y tratar de establecer un mindset que me pueda guiar y ayudar a sobrellevar cada situación. Desde ese grupo de pensamientos, sumado a la pequeña experiencia que tengo, voy fortaleciendo y ajustando. En esto es importante vivir, pensar, comer y respirar lo que es montaña, pero así también olvidarse de todo algunas veces; de lo contrario, te puede consumir y desgastar sicológicamente.
-De todos los sufrimientos que pasaste escalando, ¿cuál fue el más terrible?
-El momento más interesante por el que pasé hasta ahora fue precisamente en el Tocllaraju. Tuve la oportunidad de ser el primero y único de mi grupo en llegar a la cumbre (¡vamos, Paraguay!). Durante el último tramo del ascenso, estando en una pared de hielo, en un cambio de lado en la montaña, pude ver cómo estaban viniendo nubes oscuras de tormenta a lo lejos y pensé que íbamos a tener tiempo suficiente de bajar, pero no fue así. Dos montañistas se quedaron atrapados bajo la cumbre en una pared, por no poder desanclarse de un tornillo de hielo; sumado a eso, uno se cayó, quedó colgado y se golpeó de mala manera el tobillo. Un guía tuvo que bajar a socorrerlos y tardaron mucho tiempo en subir. En ese lapso vino la tormenta, ya que la bajada es por otro lugar desde la precumbre, en la que se realiza un rapel de casi 100 m. No quedó más remedio que subirlos a la precumbre para poder bajarlos. De los 15 o 20 min que sería lo normal estar en la cumbre de un ‘6000’ en un día bueno, estuve en la cima con el otro guía (quien ayudaba tensando las cuerdas de los otros para que no caigan) como 1 h, soportando gélidos vientos huracanados. Una verdadera experiencia que no la cambio por nada.
-¡Qué anécdota!
-Lo que sí recuerdo con gracia fue lo que se me vino a la mente en esas alturas: ‘Ahora, el Tocllaraju está mostrando su verdadera cara de nevado con trampas, como su nombre lo dice’. No quedó más que mantener la calma, en especial cuando le pregunté al guía si ya pasó por una situación como esta y me respondió que no. Finalmente, logramos bajar bien, y aquí se destaca la tremenda preparación y profesionalismo de los guías Gustavo y Édgar, quienes conocían al milímetro la montaña. En todo lo que fue el descenso no se veía prácticamente nada, en especial en la zona alta de la montaña. Cada rapel que establecieron fue perfecto y todos los caminos por los que fuimos sin poder casi ver fueron seguros. Esto es destacable, ya que el Tocllaraju está lleno de grietas visibles y escondidas, precipicios y enormes abismos.
-Muchos obstáculos en el camino.
-Ya en la parte media-baja de la montaña, con más claridad visual, tuvimos que enfrentar otro desafío: pasar por zonas con mucho riesgo de avalancha, más aún a esa hora del día, cuando el sol calienta más, lo que genera un ambiente propicio para avalanchas. Pudimos salir de todo eso sin mayores inconvenientes.
-Mencionaste a Reinhold Messner, uno de los más grandes alpinistas de la historia, con su frase: “No existe aventura sin la posibilidad de morir”. ¿Es así?
-El riesgo siempre está, pero uno tiene que saber administrarlo. Una cosa es asumir desafíos y otra, hacer una locura.
-¿En algún momento tuviste que tomar la decisión de bajar?
-El momento más duro fue en el Aconcagua hace unos años. Luego de casi dos semanas de escalada, llegó el día de cumbre, salimos como a las 2:00, y el clima nos empezó a castigar con mucho viento y frío; según reportes meteorológicos que vi días después, la sensación térmica llegó a los -40 Cº. Lo duro de eso fue tener que darme vuelta y bajar luego de unas horas de ascenso, porque se me iban a congelar las manos y pies. Ahí tenés que tener la suficiente capacidad de tomar la decisión correcta, que es difícil a más de 6200 m de altura, pero con base en todo lo que leí y al sentido común decidí bajar. Por más tonto que parezca, tener sentido común en esas alturas es muy difícil, por eso hay tantas muertes. Otros miembros del grupo que continuaron terminaron con congelaciones y evacuados en helicóptero. Eso te hace ver que capaz tomaste la decisión correcta, aunque pensando después desde la comodidad de la casa, 6000 m abajo, los pensamientos siempre cambian. De igual forma, la montaña siempre estará ahí para otro intento.
-¿Qué sentís en esos momentos en los que la concentración es máxima?
-En lo personal, cuando empiezo un ascenso, dejo mis emociones abajo, así que siento poco y nada. Con decirte que soy una persona que tiene miedo a las alturas, pero en la montaña puedo estar colgado de una pared de hielo a cientos de metros de altura mirando al abismo sin problemas. Creo fielmente que la montaña potencia las emociones, buenas y malas, por eso me aíslo totalmente de estas y en lo único que me concentro es en subir. Trato de ser solo una máquina. Cada uno tiene su manera de encarar los ascensos. Esa es la mía.
-¿Próximo objetivo?
-A corto plazo, estoy analizando algunas posibilidades. A largo plazo y como objetivo principal, tengo la intención de realizar algún ‘8000’ sin oxígeno suplementario; existen 14 ‘8000’, que son las 14 montañas más altas del mundo. Mi idea es probarme en una de ellas, tratar de subir al nivel de la montaña, no esconderme detrás de una máscara de oxígeno y bajarla a mi nivel, como dice Ed Viesturs. A modo de ejemplo, tenemos las desagradables imágenes del Everest en las que cientos y cientos de personas forman fila, esperando turno para ascender; el 99,9 % de esas personas no iban a estar ahí sin oxígeno suplementario. Tuve la oportunidad y el honor de conocer grandes montañistas que subieron el Everest sin oxígeno suplementario, y las enseñanzas que dejan al compartir una charla son invaluables.
-Cuando no estás en las montañas, ¿qué hacés?
-Soy licenciado en Administración de Empresas.
-Finalmente, ¿invitás al reto?
-A las personas que quieran hacer montañismo desde el Paraguay, les invito a que traten. Se puede. Es difícil, duro, peligroso, pero posible. Ocho norteamericanos intentaron cumbre unos días antes que yo, con un clima perfecto y no pudieron. Un paraguayo pudo en medio de una tormenta y en condiciones extremas. Tenemos que llevar la bandera arriba.
ndure@abc.com.py • Fotos Gentileza.
