Tesoros del pasado

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Desde chico le gustaron los autos y soñaba con tener varios. Por eso, no es de extrañar que José Lewkowicz, con los años, convirtiera su sueño en realidad. La vida le unió a Diana Schvartzman, también amante de las antigüedades, y juntos dieron rienda suelta a su pasión.

Comparte con su señora, Diana Schvartzman, su pasión por las antigüedades. Ella cree que comenzó a interesarse luego del fallecimiento de sus padres. “Mis padres eran propietarios del negocio Don Gregorio, que estaba ubicado en la esquina de Palma y Colón. Vivíamos en el mismo edificio, un piso más arriba. Tenía un altillo al que no iba nunca de chica, por los peligros que suponían las escaleras. Un día subí, y me encontré con muebles antiguos y bellos; algunos, probablemente, pertenecieron a mis abuelos, y otros, a mis padres”, cuenta.

Más tarde, la vida le unió a José y juntos desarrollaron la pasión por las antigüedades. La primera camioneta que compraron fue una GMC de 1957. “Estaba impecable. Después compramos una moto BMW y una Chrysler de manos de un coleccionista. Al principio fue como un hobby, pero luego ya lo hicimos como un medio de vida. Llegamos a tener 100 vehículos de colección. Siempre me gustaron los autos, desde chico; viene de adentro. Si hacés lo que te gusta, disfrutás y te va bien”, confiesa Lewkowicz.

En los primeros años, los autos estaban “dispersos” en estacionamientos. “Los fines de semana paseábamos con la familia, pero después se complicó tener en uno y otro lugar; entonces, decidimos contar con un local propio para mantener y reparar de ser necesario”, cuenta.

En el garaje del barrio Hipódromo tienen camionetas de los años 30 en adelante, motos, mucha cartelería, emblemas y otros objetos antiguos. Es una aventura entrar en ese “mundo”. Allí atesoran todas sus antigüedades. “Todo lo que tenemos es original”, afirma ella.

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Abren sus puertas a personas que, como ellos, saben apreciar el valor de lo antiguo. “No somos coleccionistas, porque de ser así tendríamos varios de una misma marca. Lo que tenemos son antigüedades originales”, reitera Lewkowicz.

Afirma que poseer un auto antiguo viene a ser la consecuencia de la vida de cada uno, en la que influyen la edad, los recuerdos de infancia, qué auto tenía el padre o en cuál salían a pasear. Entonces, la persona se convierte en poseedor de un auto, modelo y marca porque le recuerdan su infancia. Este podría ser el comienzo de alguien que tiene un coche antiguo y se convierte en un modo de vivir porque es apasionado de este. “Nosotros llegamos a tener un Jeep militar de 1952 y un M38 que, en su época, era conocido como un vehículo táctico ligero; fueron fabricados, aproximadamente, 45.000 unidades”, revela.

Cuentan orgullosos sobre la adquisición de una Power Wagon. “La vimos en una casa de Asunción y nos quedamos enamorados; fue en 1978. Fuimos a preguntar y nos dijeron que no querían vender, pero insistimos. Íbamos todos los años con la misma intención, por si cambiaban de opinión, pero nada. Un día, le encontramos al propietario en Punta del Este, fuimos al ataque y de nuevo nada, pero sorprendentemente, ya estando en Asunción, la secretaria nos llama y nos hace una oferta. Fue en el 2005, 28 años después... Es una pasión. Uno se compra un auto como si la vida fuera eterna y, luego, cuesta vender”, admite Lewkowicz, al tiempo que afirma que hay un gran decrecimiento hacia las antigüedades. “El romanticismo que teníamos nosotros ya no existe. A la gente mayor le gusta más. Vemos pocos jóvenes interesados. La mentalidad es diferente”, dice.

Diana también tiene su colección. Antiguas aceitadoras de máquinas de coser, planchas y algunos muebles adornan su pequeño escritorio. “A veces es gratificante cuando hacemos feliz a una persona. Otras vienen a ofrecer algo a lo que le tienen mucho afecto. Por ejemplo, una señora tenía que vender un auto antiguo, un Gogo, y lloró como una condenada, tanto que casi no le compramos, pero son situaciones por las que pasamos. También teníamos una cartelería original de Cinzano, con firma. La vendimos bien, pero después nos enteramos del valor real: muy por encima del que ofertamos”, asegura Diana.

Una anécdota inolvidable fue cuando nació la hija menor del matrimonio. “Salimos del sanatorio con una camioneta Dodge 1956 y a mitad del camino comenzó a salir humo, por lo que tuvimos que bajar a toda bala y la aventura terminó en taxi... Realmente fue jodido. Nunca nos vamos a olvidar”, añade.

¿Qué les mueve a comprar? Insisten en el entusiasmo. “Me tiene que despertar la pasión de tener”, dice, muy seguro, Lewkowicz.

También reparan sus propios autos. “Es como comenzar de cero”, cuenta. “Pero es más complicado, porque hay que tener dos autos: uno el auto madre y otro para extraer las piezas”.

El matrimonio tiene tres hijos, dos mujeres y un varón. “Por ahora, se muestran interesados. Nacieron y crecieron entre los autos antiguos y las motos”, coinciden.

Y claro que participan también de las ferias. “Vamos a la de Buenos Aires, pero no muy seguido; es una de las más antiguas que se realizan. Nos encontramos con nuestros iguales e intercambiamos experiencias”.

Aseguran que seguirán viviendo en el “túnel del tiempo”. La afición que José Lewkowicz sembró desde niño y continúo madurando con su esposa, Diana, hasta convertirse en dueño de autos, motos, cartelería, emblemas y otros tesoros del pasado, sigue ferviente. “Vamos a seguir con nuestras joyas de autos clásicos y antiguos”.

Algunos fines de semana se animan a la aventura del ayer, despertando interés y curiosidad a su paso. Compran, venden, reparan, y les devuelven su esplendor y belleza. Regresan a las calles aquellos vehículos que fueron parte de la historia del transporte en el mundo, como las marcas NSU Horex, Triumph y Ariel, para que sean vistos y admirados por las nuevas generaciones, para despertar en ellas el interés de continuar con esta bella pasión.

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Agradecimientos. Estilismo: Javier Duré Couture. Modelo: Vanessa Marín de Paola Hermann Modelos. Peinó y maquilló: Rommy Femenino-Masculino (Centro).

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Fotos ABC Color/Claudio Ocampo.