Asunción celebra mañana su 479.° aniversario. La ciudad está vestida de fiesta con sus lapachos florecidos y vive un momento intenso de redescubrimiento, como lo define el arquitecto urbanista Gustavo Glavinich. Este empoderamiento ciudadano: el salir a la calle, vivir la ciudad a través de la cultura y compartir hace que muchas personas recuerden con especial emoción que hubo un tiempo –hace no tantos años– en el que la capital brillaba con luz propia, mirando al puerto, con un “shopping al aire libre” y turistas enamorados del Paraguay.
Los festejos del Bicentenario de la República fueron los que “abrieron los ojos” de la ciudadanía y la invitaron a adueñarse de la ciudad de ensueños que aún es Asunción. La gente volvió a salir a las calles y se inició un proceso que todavía durará años, pero que avanza a paso seguro, según Glavinich.
“Los años 60 y 70 se constituyeron en una época dorada. La gente recorría la calle Palma y se adueñaba del espacio, como si fuera un shopping al aire libre; eso era para nosotros. Había un sentido de pertenencia que nos involucraba en el cuidado de cada detalle, que nos hacía disfrutar de los mágicos atardeceres y cada evento que se realizara. Fue un boom cultural, inspiración para los artistas y bohemios que pasaban horas enteras creando en los rincones que, con mucho cuidado, elegían”.
Para Glavinich, el valor de la ciudad debe ser recordado y comprendido por sus pobladores, para que eso se refleje en las calles. “Para eso, los recuerdos son fundamentales. No se trata de volver, sino más bien de ver que si pudo ser alguna vez, puede volver a serlo, pero ya con todo lo que representa una ciudad moderna. El punto es usar la memoria como hilo conductor hacia esa realidad que todos queremos”.
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La dinámica con la que se movía la capital, “la famosa siesta paraguaya, que se constituía en todo un ritual con pijamas y camisones. Los que no se adherían a esa vieja y reparadora costumbre, recurrían a ‘la portátil’ para los radioteatros por Comuneros, Ñandutí o Teleco, y ahí iban desde Pido luz para mis ojos, El León de Francia, Salvatore Giuliano, Nazareno Cruz, el luisón de Pago Largo o la manipulada versión del Cadete Benítez”.
Según Glavinich, un par de horas más tarde, el silencio se interrumpía con la voz de los canillitas: “La tardeee…, La tardeee”. “Para así, de ‘golpe y porrazo’, reanudar la jornada vespertina, con alguna noticia escalofriante, como el crimen del empresario argentino de apellido Miles, gerente de Molinos Harineros del Paraguay, o la aparición de una bruja, llamada Petrona Payaguá, generando gran revuelo y comentarios de todo tipo en una sociedad acostumbrada a la monotonía y a ‘los sin mayores sobresaltos’”, expresa en uno de sus relatos.
Desde hace varios años, el arquitecto recorre las calles en las que creció, con un nuevo hobby: dibujar las casas o edificios que existieron antaño, en donde, actualmente, hay imponentes edificios. Esto nació como un simple pasatiempo, pero a medida que la colección crece, sus ganas de compartirlo también, así que planea pronto convertirlos en un libro.
“Donde está el Asunción Supercentro, se encontraba antes el Palacete Municipal, pero solo en una pequeña fracción del terreno; el resto era un hermoso jardín”, comenta. Además del centro histórico, Glavinich también recorre barrios, como Villa Morra y Sajonia, buscando inspiración en sus calles.
Con un sentimiento que sus ojos no pueden ocultar, el profesional habla sobre hechos que marcaron la historia de Asunción, como la tarde en la que nuestra capital se llenó de turistas y los describe en breves relatos como Cuando Palma fue florida, en referencia a una tarde en la que desembarcaron varios barcos provenientes del país vecino y llegó tanta gente que sobrepasó la reducida capacidad hotelera de la época.
“El turismo es un punto preponderante, sin duda, por los ingresos económicos que implica. Sin embargo, es un factor que se debe manejar con cuidado, porque la ciudad se debe a su población. Si quienes viven en ella no se sienten parte, el esfuerzo no sirve, y el principal atractivo de nuestro país quedaría apagado, porque la gente, amabilidad y hospitalidad son imprescindibles. Esto no debe ser solo con los visitantes, se debería vivir de esta forma, ayudándose unos a otros, compartiendo tererés, música”.
El arquitecto explica que “no se trata de un loco sueño por volver al pasado. Al contrario, grandes ciudades europeas están realizando importantes esfuerzos y millonarias inversiones en busca de esa esencia de la que nosotros aún gozamos, pero que si no fortalecemos, también la vamos a perder”.
Glavinich no desconoce que, aunque disfrutaban de la ciudad y los amigos, esa también fue una época dura a causa de la dictadura, pero enfatiza que es algo que las nuevas generaciones tienen como ventaja: la libertad. Esta arma se debe emplear en la recuperación de los espacios y el control más cercano de los proyectos urbanos a ser realizados por las autoridades.
mbareiro@abc.com.py
Fotos ABC Color/Archivo.
