La colección de orejas, de Esteban Bedoya

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Aristóteles distinguía, dentro de la retórica, tres elementos que servían para aportar un análisis integral de los individuos y sus acciones. El ethos, las costumbres o la moral; el phatos, relacionado con las emociones, y el logos con la razón. Críticos como Harold Bloom tomaron estos elementos para aplicarlos al plano de la ficción, siendo este uno de los análisis que aplica a las obras elegidas en su Canon occidental1. Siguiendo a Bloom, son estos tres elementos los que analizaremos en la novela La colección de orejas, de Esteban Bedoya, que ya ha dado que hablar en la literatura paraguaya con obras como Los malqueridos, La fosa de los osos y sobre todo con El apocalipsis según Benedicto.

Nos figuramos un Paraguay ligado al mundo de los grandes hechos históricos que vive la repercusión de crímenes de lesa humanidad, no solo de la época de Stroessner, sino también de la Europa de la Segunda Guerra Mundial, relacionado con la red de colaboración secreta de Odessa, con la facilitación de la huida de exmiembros de la S.S. La aparición de Joseph Mengele añade un ambiente densamente siniestro que permite un buen contraste de emociones entre los personajes que lo rodean. Un ambiente oscuro e infernal queda como huella a su paso, la experimentación humana en busca de la raza perfecta. El ethos en Mengele implica una escala moral manejada con otros elementos no tradicionales. Todo se vale para la ciencia —la eugenesia— según su punto de vista. Para el científico no hay mal, sino un bien mayor a largo plazo en la construcción de una nueva generación de hombres y mujeres, la raza superior. De la misma manera, para el senador Rafael Pavón, el coleccionista de orejas, el ethos pasa por una doble vida, la aparente y respetable, necesaria para conseguir los votos ciudadanos, y la íntima, donde revela su verdadera conducta, el abuso y la degeneración que involucra a seres inocentes. A eso se suma su costumbre de coleccionar orejas humanas, que lo dejan al mismo nivel de indiferencia por el valor de la vida como el propio Mengele.

El logos viene de manos del oficial Estigarribia, que busca la razón, investiga un crimen y trata de reconstruir los hechos para darles sentido. Pero si llegara a encontrar esa razón que busca, la justicia humana sería imposible. Cristino está más allá del bien y del mal de las leyes sociales. Es un salvaje, un corazón puro no conquistado ni por el bien ni por el mal, lo que equivale a decir, ni por el cristianismo –cultura dominante– ni por la perversidad de los bajos instintos de su entorno.

Esta es una novela que habla de las raíces de nuestra sociedad y muestra que la actualidad no ha cambiado para nada. Desfilan lugares significativos de Asunción y personajes reales conocidos del quehacer político, inclusive de nuestra actualidad. Muy buen manejo de registros del nivel del lenguaje, y la inclusión oportuna de otras voces en otros idiomas.

La mejor construcción de personaje es, sin duda, el Mita’i morotí, Cristino, quien es confundido con el legendario Jasy Jatere, oscilando entre la realidad y el mito. Llega a trasmitir su gracia cuando al dirigirle la palabra, la única forma de contestar es describiendo recetas de platos típicos paraguayos. Tiene encanto y tiene comedia, además de representar a la cultura condenada.

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En definitiva, Bedoya define su estilo por un tono crítico bizarro que sabe cómo retratar a personajes corruptos desde la oscuridad, desde el clímax de lo más morboso del ser, allí donde es libre de manifestar sus desequilibrios y desviaciones. Sin embargo, a través de la exposición de los bajos instintos, suelen aparecer seres puros que solamente con una ley propia que se dan a sí mismos adquieren el carácter de héroes anónimos, testificando que no se nos puede mentir todo el tiempo.

No puedo dejar pasar la travesura literaria de la contratapa de La colección de orejas, de esta ejemplar edición de Cervantes Publishing2, escrita nada menos que por el Marqués de Sade, y mi sorpresa al enterarme de que Sade tuvo sensaciones un poco incómodas al leer la novela. Eso sí que es bien raro, teniendo en cuenta que sus personajes se sabían acomodar muy bien a todas las circunstancias. A mi parecer, no solamente hay un toque de humor genial donde uno menos se lo espera; también encuentro una crítica a muchos de los libros que suelen tener en la contratapa el solemne comentario de algún amigo o personaje mediático diciendo que la novela es muy buena o que le gustó mucho. Un touché de Bedoya.
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1Bloom, Harold; El canon occidental, Barcelona, Anagrama, 2004, p. 585.

2 Se puede conseguir la novela a través de www.cervantespublishing.com //

info@cervantespublishing.com