Mayo del 68: cine y marxismo en Harun Farocki

La coincidencia, este 2018, de las conmemoraciones de la publicación de ‘El Capital’ y de los acontecimientos del Mayo Francés lleva a la autora de este artículo a reflexionar sobre el legado de Harun Farocki y la política de las imágenes en el cine.

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En cierta forma, el aniversario 150 de la publicación de El Capital de Marx y el cincuentenario de Mayo del 68 son los disparadores de la reafirmación en valor de la obra de Harun Farocki y su práctica dialéctica de escritura / imagen / escritura para interrogarse acerca de cómo la producción de imágenes participa en la violencia y la destrucción de la humanidad, sin duda un tema de sorprendente vigencia.

Harun Farocki (Checoslovaquia, 9 de enero de 1944-Alemania, 30 de julio del 2014) pertenece a una generación crítica posterior a los autores del llamado Nuevo Cine Alemán (Wim Wenders, Rainer Werner Fassbinder y Werner Herzog). Este artículo gira en torno a algunas ideas planteadas en el libro Desconfiar de las imágenes, prologado por Georges Didi Huberman, en el que se recogen reflexiones del cineasta sobre su propia obra, y a una película significativa en el contexto de las reivindicaciones antibelicistas posteriores a Mayo del 68, Fuego inextinguible, de 1969.

Desconfiar de las imágenes 

El libro es una recopilación de escritos publicados entre 1980 y 2010, reunidos con la intención de explicitar la articulación entre cine y escritura en la obra de Farocki. Provienen de diferentes fuentes, de la revista Filmkritik, de la que Farocki fue editor entre 1974 y 1984, de diarios y semanarios de Berlín y Francia, e incluyen entrevistas y fragmentos de libros o catálogos relacionados con sus videoinstalaciones de las últimas épocas. Es, por lo tanto, una lectura fundamental para comprender la vida y la obra del crítico cineasta.

De la didáctica brechtiana a una pedagogía marxista 

En la escuela de cine, los docentes y algunos de sus compañeros le recriminaban que sus películas no eran cinematográficas. Lo habían expulsado de la escuela en 1968, pese a las protestas fue reintegrado y así continuó sus estudios en la Primera Escuela de Cine de Alemania Occidental. Junto con un grupo de alumnos, en mayo, habían tomado la escuela. La ocupación de la misma le había valido, por segunda vez, la expulsión.

La película Fuego inextinguible se estrenó en Mainnheim en 1969 y, según el propio autor, no recibió mucha atención. Llegó a varias organizaciones estudiantiles donde luego de las proyecciones se reivindicaba el llamado «cine político». El autor, por su parte, reivindicaba la inspiración brechtiana; Brecht a su juicio hacía de la enseñanza y el aprendizaje un culto.

A principios de 1969, Farocki se propone junto a su compañero Hartmut Bitomsky una serie de películas didácticas sobre economía política. El plan era realizar tres producciones con las que se pudiera explorar los Elementos fundamentales de la crítica de la economía política y El Capital, de Marx. Estudiaron la obra día y noche e incluso compartían sus aprendizajes con otros estudiantes. De esta experiencia resultaron La división de todos los días, que se exhibió en 1970, y Un asunto que se entiende, en 1971, aunque este último con críticas debido a su supuesto lenguaje caricaturizado.

¿Se atrevería algún cineasta contemporáneo a filmar la teoría de Marx? Hay que reconocer la intrepidez de estos jóvenes cineastas, pero, sobre todo, su convicción. Ya pasado el tiempo, el autor hace una lectura de contexto y una autocrítica: «El 68 fue entre otras cosas una revuelta juvenil contra los padres y maestros. Con las adaptaciones de la teoría de Marx pretendíamos ponernos en un rol de docentes. Probablemente cuando hacíamos películas juntos nos faltó criticarnos mutuamente». 

Fuego inextinguible: el gesto incómodo 

«¿Cómo podemos mostrar el napalm en acción? ¿Cómo podemos mostrarles el daño causado por el napalm? Si les mostramos fotos del daño causado por el napalm cerrarán los ojos. Primero cerrarán los ojos a las fotos, luego cerrarán los ojos a la memoria, luego cerrarán los ojos ante los hechos, luego cerrarán los ojos a las relaciones que hay entre ellos» (Harun Farocki en Fuego inextinguible, 1969).

La obra Fuego inextinguible, de 1969, según palabras del autor, era una película que debía mostrar que «en los países ricos encendemos por las noches el televisor y miramos imágenes de Vietnam, observamos gente quemada por el napalm y no vemos que nosotros mismos hemos colaborado con su producción». La obra reapareció en una instalación treinta años más tarde, a fines de los 90. Según Didi Huberman, es «una película que combina acción, pasión y pensamiento, una película organizada alrededor de un gesto sorpresivo». Nuestras películas, como nuestras acciones –dice Farocki–, tenían que ser una intervención, una incomodidad, y debían servir de recriminación a la programación usual del cine y la televisión.

En la película, el autor, luego de leernos el testimonio de un vietnamita que sufrió los efectos del napalm y de explicarnos su funcionamiento, quema un cigarrillo en su brazo, como índice de la violencia del mundo y como enunciación de las preguntas que se plantea al inicio. Ese gesto recuerda otras imágenes que emergieron en ese mismo momento. Los vietnamitas inmolándose y más recientemente Jan Palach en llamas en el Wenceslas Square de Praga el 16 de enero de 1969. Para el autor no era de ninguna manera metáfora sino metonimia, en el sentido de que era algo así como un único pixel de lo que Palach tuvo que sufrir en el cuerpo entero, según el prologuista. La película llego incluso a ser televisada: la reflexión sobre la violencia en el mundo ingresaba a los hogares.

Farocki se interesó por las llamadas «primeras imágenes del cine»: la salida de los obreros de la fábrica Lumiére y su reproductibilidad, las imágenes publicitarias y, en los últimos tiempos, aquellas tomadas por cámaras de vigilancia o artefactos bélicos de control.

«Elevar el propio pensamiento hasta el nivel del enojo (el enojo provocado por toda la violencia que hay en el mundo, esa violencia a la que nos negamos a estar condenados). Elevar el propio enojo al nivel de una tarea (la tarea de denunciar esa violencia con toda la calma e inteligencia que sean posibles)», así enlaza Didi Huberman la reflexión y la reafirmación de la política de las imágenes en Farocki. Su legado a las nuevas generaciones quizá consista en la recurrencia desde el arte a ese gesto incómodo ante la violencia del mundo o a la desconfianza acerca de la inocencia de las imágenes y su paz domesticada.

Referencias 

H. Farocki: Desconfiar de las imágenes, Buenos Aires, Caja Negra Ediciones, 2015.

H. Farocki: Fuego inextinguible (Alemania, 1969).

mariaesther.zarachor@gmail.com

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