Relámpagos de Joplin

Se anuncian para esta semana diversas movilizaciones por el Día Internacional de la Mujer, pero mucho antes de que las Naciones Unidas fijaran esa fecha, el 8 de marzo, en 1975, fue una mujer, Janis Joplin, quien inauguró el Fillmore East –escenario al que luego subirían Jimi Hendrix, The Doors y Pink Floyd, entre otros– el 8 de marzo de 1968.

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Su estilo vocal dejó una marca indeleble, pero también tocó la cítara, la armónica, el piano, la guitarra y varios instrumentos de percusión y, si bien se dedicó ante todo a la música, fue además pintora. «Haga lo que haga», escribió John Segraves en 1969 en The Evening Star, «será genial, pues su talento no tiene límites». Nació en 1943 en una pequeña ciudad tejana cuyos habitantes no sospechaban que los pondría en el mapa por vez primera, Port Arthur, primogénita de Seth Ward Joplin, ingeniero, y Dorothy Bonita East, secretaria. La mayor de sus hermanos, fue pronto convertida también en la oveja negra de su familia, y cuando entró al coro local y sus influencias musicales se movieron al blues, no gustó a sus vecinos que la jovencita blanca escuchara música de negros. Su acné y su sobrepeso fueron armas contra ella en el colegio y el barrio y luego, cuando se mudó a Austin, en la Universidad de Texas, donde –aunque quizá sea la mayor artista que pisó su campus– no terminó carrera alguna. En 1963 se mudó a San Francisco y su consumo de alcohol y heroína impulsó a sus amigos, preocupados por su salud, a enviarla a Port Arthur a rehabilitarse. Funcionó: dejó las drogas y el alcohol, comenzó la carrera de antropología en Lamar University y hasta iba a casarse, pero la Big Brother and the Holding Company le propuso ser su cantante y volvió a San Francisco.

La banda era su familia: la cuidaban, la alejaban de la heroína mientras grababan. Vivían en una comuna al lado de los Grateful Dead y empezaban a cubrir como espuma el territorio californiano con su música. Después del Mantra Rock Dance, organizado en 1967 por el templo Hare Krishna de San Francisco, salió su primer álbum, Big Brother and the Holding Company, y en el «verano del amor», en el Monterrey Pop Festival, cantó «Ball and Chain» de Big Mama Thornton y, fatalmente bendita, se volvió inmortal antes de morir, de crecer, de envejecer, y también quizás antes de comprenderlo.

Como es sabido, se anuncian para esta semana diversas movilizaciones en ocasión del Día Internacional de la Mujer, pero mucho antes de que esa fecha fuera fijada por las Naciones Unidas en 1975, Bill Graham quiso que esta mujer inaugurara el Fillmore East –una de las salas de concierto más importantes en la historia de Nueva York–, y el 8 de marzo de 1968 ella, Janis Joplin, brilló en ese escenario al que subirían luego Jimi Hendrix, The Doors y Pink Floyd.

Al año siguiente actuaron junto a Hendrix, Buddy Guy y otros ilustres en el concierto Wake for Martin Luther King Jr. y grabaron Cheap Thrills (1968) –que incluye la singular versión de Janis de Summertime, de George Gershwin, que ella había conocido en la voz de Billie Holiday–, que en tres días se convirtió en disco de oro y del que se vendieron más de un millón de copias el primer mes. La fama de Janis eclipsó a la del grupo, la crítica empezó a decir que los otros miembros no estaban a su altura, las tensiones explotaron, la banda se disolvió y, con generosas dosis de R&B, funk y soul y de su original propuesta estética, Janis formó la Kozmic Blues Band. Fue difícil mantenerla limpia mientras grababan I Got Dem Ol’ Kozmic Blues Again Mama!, otro disco de oro, que la llevó de gira internacional. Poco después, en agosto, vendría Woodstock.

En Woodstock, no muy consciente de su propia celebridad, Janis no esperaba tener que ir al escenario en helicóptero. En ese helicóptero iba también Joan Báez, que la recordaría muy nerviosa e insegura. Quiso actuar enseguida para apurar el trago, pero los organizadores no se lo permitieron, pues ella era el plato fuerte de esa noche, la del sábado 17 de agosto de 1969. Se refugió entonces en el whisky Southern Comfort y la heroína, y cuando salió al escenario, después de Credence Clearwater Revival, le falló la voz y le costó moverse. Pete Townshend, de The Who, recordó que «no estaba en buena forma» por «la gran cantidad de heroína», pero añadió que «hasta en una noche mala ella era increíble». La heroína volvió a traicionarla en el Madison Square Garden cuando los Rolling Stones la invitaron a actuar ahí con Jonny Winter y Tina Turner, entre otros. Trató después, como en Woodstock, de eliminar las grabaciones del show. Fue la última actuación de la Kozmic Blues Band, que se disolvió a fin de año. Y Janis formó su última banda, la Full Tilt Boogie Band. Incluyó teclados y se deshizo de los vientos. Uno de sus temas célebres de aquella etapa es Move Over. La gira estadounidense fue celebrada por el público y la crítica y cuando en julio de 1970 participaron en el Festival Express Janis fue la estrella indiscutible de un evento que reunía a Delaney and Bonnie, Grateful Dead, Ten Years After...

Nadie lo supo entonces, pero la última actuación de Janis Joplin fue al mes siguiente, el 12 de agosto de 1970 en el Harvard Stadium de Boston. Después, sabiéndose famosa, fue a la reunión de exalumnos de su colegio en Port Arthur, a burlarse ante la prensa de quienes la habían maltratado antes. Y después, con la Full Tilt Boogie Band, grabó Pearl, que cuando se lanzó en 1971 se convirtió en su disco más vendido, aunque ella no estuvo para disfrutar ese triunfo, porque un poco antes, el 4 de octubre de 1970, como no llegaba al estudio para grabar, el manager del grupo fue a buscarla al Landmark Motor Hotel de Hollywood y, aunque vio su sicodélico porsche ahí, estacionado, Janis no le abrió la puerta pese a sus insistentes trimbrazos: esa madrugada, una mezcla de heroína y alcohol le había otorgado un pase vip para su primera farra en el selecto Club de los 27.

En el cartel de aquel concierto del 8 de marzo de 1968 que inauguró el Fillmore East hay una foto de Janis que le tomó, sin ropa, pero con todos sus collares, Bob Seidemann. Es justo lo contrario de lo que se espera del desnudo de una mujer joven: no se adecua a ningún canon y gracias a ello se expone como individuo irrepetible, único, foto poderosa y honesta de una mujer que no se dejó convencer de su falta de valor por los insultos ni las risas de nadie. Es así como la recordaremos siempre.

montserrat.alvarez@abc.com.py

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