Si no quiere que se le moleste…

«¿Cómo no me di cuenta antes de que todo era mi culpa?», exclama –y su jocoso asombro nos interpela directamente– en su columna de hoy Valentina Callado. Porque es un lente privilegiado para observar la realidad, ya que pone de manifiesto todo lo que damos por sentado en ella, incluso lo absurdo, sostenemos que humor es cultura.

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Escándalo las opiniones de las féminas sobre la indecorosa conducta de Lady Gaga en la entrega de los Oscars, u Óscares. Depende de en qué canal hayas visto la transmisión.

Era una noche de en-tre-ga. Piedad, gente. ¿Dónde está la sororidad? Hasta memes de pasacalles dedicados a la cantante pulularon. Ahora bien, ¿quién levantó el dedo acusador hacia el caballero? A él pues se le perdona todo, porque es hombre y encima churro. Pero ella, como es fea y sexy, como toda bandida que se precie, es la perfecta robamaridos a la que hay que escrachar.

No tenemos luego lado. A la Irina se le escracha por sentarse en el medio, y ni modo que le diga «Sentate, mamita, al lado de mi bellísimo esposo mientras yo hablo con la señora a mi derecha, ah… ¿Upa, decís? Sí, qué problema hay; total, vine de adorno». A la Gaga se le escrachaba por vestirse inspirada en la carnicería del barrio, directo del matadero, y ahora por inspirarse en Audrey Hepburn, para llevarse a quien quiera al matadero.

A la esposa le bajamos la caña por sentarse en el medio y a la que bautizamos como bandida le bajamos la caña por comerle con la mirada al pobre e indefenso Bradley. ¿Pero y a él? No le dedicaron más que aplausos cerrados por la hazaña.

¿Qué tal el machismo por casa? Hace poco, mientras íbamos en el auto, hice una encuesta a mis hijos, a los que les pondré nombres inventados para que no me odien de por vida y no cagarles la pubertad y esas cosas que después se pagan caro, en el psicólogo.

Les dije: «Imagínense que una chica se va caminando por esta calle en mini y un tipo le toca la cola. ¿De quién es la culpa?».

Silencio absoluto. Nadie respondió.Yo insistí.

«¿De quién es la culpa?» 

Bruno: «No sé. Me confunde».

Y yo pensando qué es lo que le puede confundir… ¿Acaso no es rematadamente obvio? 

Franco: «De los dos. Si no quiere que se le moleste, que no use esas ropas».

Me quedé helada. WTF? ¿Que no use esas ropas? ¿En qué año era que estamos? ¿Ya tiene edad para ver La Letra Escarlata? 

Yo: «Luciana, ¿Y vos qué pensás?» 

Luciana: «La culpa es del señor grosero».

¡Bien ahí! Por lo menos ella la tiene clarísima. Pero ¿y mis varones? ¿Qué clase de varones estoy educando? Uno por lo menos está confundido, tiene la ventaja de la duda… Pero el otro claramente piensa que si una mujer quiere tener el derecho de caminar en paz por la calle, no debe provocar.

Yo quería provocar, pero de vómito estamos hablando. Se me revolvía el estómago.

Hace un tiempo fui víctima de agresión sexual. Un desubicado intentó tocarme dos veces seguidas, estando yo en situación de vulnerabilidad, o para ser más claros, con posibilidad de ahogarme. Aprovechó eso para meter mano y tuve la fuerza, la rapidez y la habilidad en el agua para defenderme y dejar bien sentada mi postura. Me quedé bien sentada. Un buen rato. Hasta que dejé de temblar y pude continuar con la actividad, lejos del imbécil.

Hice la denuncia ante la empresa, la policía, las autoridades y todos los chiches, como corresponde. Todos me tomaron muy en serio.

Sin embargo, socialmente, no todos están preparados para escuchar el testimonio de una víctima de agresión y definitivamente poquísimos están preparados para responder algo ÚTIL.

«¿Pero y vos qué le dijiste?» 

«¿Cómo estabas vestida?» 

«¿Tenías algo sobre tu bikini?» 

«¿Vos le hablabas?» 

«¿Te reías con él?» 

«¿Le hiciste chistes?» 

«¿Será que hiciste algo para que él piense que le querías levantar?» 

«¿Estabas sola?» 

«¿Le mirabas mucho?» 

Yo, yo, yo, yo… ¿Qué será que hice yo para provocar al gentleman que no pudo controlar sus instintos? ¿Qué será que tenía puesto que por eso él no pudo mantener sus manos lejos de mi cuerpo? ¿Qué será que le dije con la mirada que le dio la señal para que me ataque? ¿Me habré estado riendo? ¿Respondí amablemente a alguna pregunta que me hizo? ¡Zorra! ¡Loca! ¡Pervertida! 

¿Cómo no me di cuenta antes de que todo era mi culpa? Tenía que haber llevado doble pareo sobre el bikini, por si el primero se abría un poco y dejaba ver mis piernas, una camisa de manga larga abotonada en el cuello y las muñecas, poco práctica para el verano en una playa pero ideal para evitar malos ratos, una pañoleta que cubriera mi invitadora sonrisa, y debí caminar con los ojos cerrados para que mi mirada no le incitase a nada. Seguramente debí haber estado con cara de culo todo el día, para que no fuera a pensar que me estaba divirtiendo con mi familia y que soy una mujer de vida alegre.

No les respondí a esas personas como me hubiera gustado, sin filtro, porque entonces definitivamente la loca era yo, además de provocativa y buscona.

Investigué sobre el tipo, un ex convicto que estuvo preso por violación y con varias denuncias por abuso sexual a mujeres y a jovencitas menores de edad. Envié esa información a quienes me hicieron aquel interrogatorio sobre mi conducta y mi vestuario, y ahí sí que saltaron: «¡Dios mío! ¡Entonces el tipo es un criminal! ¡Es un pervertido! ¡Es un enfermo!» 

¿Y se puede saber, con todo respeto, qué pensaban antes que era? ¿Una víctima de mi irresistible magnetismo? ¿Un pobre hombre que sucumbió a mis encantos y TUVO que violentarme porque yo luego le di ocasión? Chisporrotean todos los cables en mi cabeza, en mi estómago, en mi alma.

¿Cómo vamos a educar a nuestros hijos, sobrinos, nietos, alumnos, si los prejuicios tiñen nuestra forma de pensar? ¿Cómo vamos a educar en valores si creemos que el feminismo es un movimiento de mujeres fanáticas que solo quieren abortar? Yo hasta hace poco pensaba que no era feminista, lean bien, que no era, que el feminismo era lo mismo que el machismo. Tuve que Googlear para educarme.

«Imagínense que una chica se va caminando por esta calle en mini y un tipo le toca la cola. ¿De quién es la culpa?» 

Si para vos la respuesta no es obvia, no salta a la vista, no está clarísima… 

Si para vos la respuesta es: «La culpa es del tipo pero…» ¿Pero? ¿Por qué hay un pero? ¿Por qué mierda hay un pero? 

Si para vos la respuesta es que la culpa es de la chica, porque usa mini pues, para qué luego se viste así… 

Y aunque para vos la respuesta sea que la culpa es del señor grosero, te invito a que preguntes esta semana en el almuerzo, en la cena, en la ronda de tereré… ¿De quién es la culpa? A ver qué sale. A ver de qué se habla. Hablar ya es un buen comienzo.

valentinacallado777@gmail.com  

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