Siempre hay un infierno peor

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«No es lícito olvidar, no es lícito callar. Si nosotros callamos, ¿quién hablará?». La frase pertenece a Primo Levy (1919-1987), escritor italiano que pasó por el campo de exterminio nazi de Auschwitz en la Segunda Guerra Mundial. De origen judío, esa experiencia esta descripta en su obra Si esto es un hombre (1947). Levy recorre los sótanos del horror y nos muestra la extraordinaria capacidad para el mal del ser humano.

En Primo Levy pensé al finalizar La bailarina de Auschwitz (2017), el conmovedor relato autobiográfico de Edith Eger, húngara que a los dieciséis años fue llevada con su familia al campo de concentración y exterminio de Auschwitz. Apenas llegaron, sus padres fueron enviados a la cámara de gas. Sobrevivieron ella y su hermana, sometidas a todo tipo de humillaciones, vejaciones, hambre y desprecio por la dignidad humana.

Auschwitz está en territorio polaco. Funcionó de 1940 a 1945. Se calcula que más de un millón de personas murieron allí.

Esta autobiografía nos lleva al subsuelo del infierno de Dante desde la perspectiva de una superviviente de semejante infamia. El libro abunda en frases que resumen muy bien el espíritu de cada fase que va viviendo la autora. Por ejemplo: «Somos personas muertas y personas casi muertas. Yo no sé entre cuales estoy». Edith Eger se salvó porque una noche bailó el Danubio Azul para Joseph Mengele. Este le dio un mendrugo de pan a cambio y le perdonó la vida.

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Y aunque parezca difícil entenderlo se encontraban momentos para la distensión. Es maravilloso cómo la autora describe lo que llama la «competencia de tetas» entre las prisioneras en medio del hambre y la incertidumbre.

El texto tiene tres grandes partes: la permanencia en el campo, la liberación y posterior ida a Checoslovaquia y la etapa en Estados Unidos, donde obtiene el doctorado en psicología.

Un hilo conductor recorre todo el libro: «tratar de encontrar sentido a mi vida ayudando a que otros encontraran sentido a la suya, curar a otros para poder curarme yo». Este es el eje del relato: para sobrevivir después de una experiencia límite es fundamental darle un sentido a la vida. «No podemos hacer desaparecer la oscuridad, pero podemos encender la luz».

Fue fundamental para la formación de Edith Eger el trato con Victor Frankl (1905-1997), neurólogo y psiquiatra austriaco, sobreviviente de varios campos de concentración que en su célebre El hombre en busca de sentido (1945) plantea que en las situaciones más angustiantes es clave encontrar un sentido a la vida. Al respecto, Edith Leger aplica con sus pacientes ese método. «Me llevó tres décadas descubrir que podía encarar mi vida con una pregunta diferente. No ¿por qué vivo? Sino ¿qué puedo hacer con la vida que he recibido?». Es emocionante seguir los casos con sus pacientes al aplicar ese método de dotar de un sentido a la vida. Curar a otros para curarse a sí misma. No huir del dolor sino enfrentarlo. Es rehacer la vida. «Tal vez es hora de construir nuestras vidas, no donde estaban, sino de nuevo».

La bailarina de Auschwitz nos muestra que «siempre hay un infierno peor. Esa es nuestra recompensa por vivir». Este cautivante libro deja una luz para la esperanza en la medida en que busquemos un sentido en las horas más desoladoras de la vida.

Edith Eger

La bailarina de Auschwitz Traducción: Jorge Paredes Barcelona, Planeta, 2018

carlosfmartini@gmail.com