2018: un año muy influenciado por los eventos regionales y mundiales

Las cadenas de valor agrícolas con soja, maíz y trigo como cultivos principales y la de la carne han sido poderosos motores de la economía, especialmente la que se vincula al exterior y posibilita el ingreso de divisas. Los demás sectores, como industria, comercio y servicios, mostraron resultados disímiles a lo largo del año que concluye. El sector manufacturero exhibió un dinamismo marcado, en gran medida, por el cambio de año base realizado por el BCP para calcular el PIB, y por el lado del comercio se observaron condiciones dispares, de caída pronunciada en el segundo semestre.

Cargando...

El año económico comenzó de forma positiva debido al desempeño de la agricultura, cultivo que fue realizado a fines de 2017, pero cosechado en 2018. La plantación de soja es el principal cultivo de verano y que en cierta forma determina el primer semestre económico, debido a que la cadena de valor genera en su conjunto unos US$ 6.000 millones. La industria a su vez mostró un dinamismo marcado en gran medida, por el cambio de año base realizado por el Banco Central del Paraguay (BCP) para calcular el Producto Interno Bruto (PIB). De esta forma, al actualizar el esquema de medición de la economía local, se pudo observar una creciente participación de las industrias, así como una caída en la participación del sector primario. En el sector comercio se observaron condiciones dispares. Mientras que en los primeros meses del año las ventas fueron dinámicas, en el segundo semestre se observó una caída significativa. En la primera parte del 2018, el comercio se mantuvo muy activo debido a la demanda de los argentinos, donde el tipo de cambio (peso/dólar) hacía muy atractivo a Paraguay. Sin embargo, tanto la depreciación del peso como la inflación del vecino país encarecieron relativamente a los productos paraguayos y los argentinos dejaron de consumir en Asunción y Encarnación, principalmente.

En contrapartida, durante todo el segundo semestre, el comercio se vio reducido en su actividad por la pérdida de ventas a argentinos, así como un nivel bajo del consumo de los paraguayos. En cuanto al comercio de frontera, los problemas en Brasil se han traducido en menor actividad comercial en ciudades fronterizas de nuestro país. Recién en diciembre, y con el aguinaldo y las fiestas de fin de año, se espera que la actividad comercial presente cierto repunte. 

Tres factores podrían explicar esta retracción del consumo. Primero el incremento del dólar, lo que hace que las importaciones sean afectadas y terminen costando más caro. En segundo lugar, se aprecia todavía el efecto de la Ley de Tarjetas, por la cual buena parte de los consumidores, especialmente de estratos de ingresos medio y bajo, se quedaron sin este medio de pago. Aunque casi la totalidad de actores económicos y políticos comprende lo perjudicial de la citada ley, aún no se ha logrado resolver este problema que afecta a familias de menores ingresos. Por último, un factor que también influyó fue la elección de nuevas autoridades nacionales, que genera una serie de expectativas e incertidumbre en los agentes económicos. En este sentido, aún están muy próximas las imágenes del conflicto político interno suscitado por las intenciones del entonces presidente Cartes para volver a postularse a la Presidencia de la República. En el mismo orden de factores, el gobierno actual no comunicó de forma sistemática sus principales intervenciones para dinamizar la economía.

Eventos externos que incidieron 

La economía paraguaya se encuentra cada vez más integrada al mosaico de circuitos productivos, comerciales y financieros mediante interrelaciones profundas con las demás economías de la región y del mundo.

América Latina (AL) ha tenido una agenda sumamente agitada en 2018. Se han negociado y renegociado acuerdos comerciales cruciales para la región; se realizaron renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de Norte América (TLCAN), y Mercosur y la Unión Europea están en proceso de alcanzar un punto decisivo. Al término del año, seis países –Paraguay, Brasil, Colombia, México, Costa Rica y Venezuela– celebraron elecciones presidenciales. El presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski renunció, anticipándose a un voto de destitución por parte del Congreso por supuestos lazos con el escándalo de Odebrecht. En el marco de la presidencia argentina del G-20, alrededor de 20.000 delegados asistieron a más de 60 reuniones en 10 provincias distintas para dar forma a la agenda económica global. Los ministros de finanzas de todo el continente se reunieron para discutir posibles soluciones colectivas a una crisis humanitaria en Venezuela.

¿Cuáles son los desafíos de la región a mediano y largo plazos? Hasta mediados de 2016, AL enfrentaba una congregación de circunstancias externas adversas, incluyendo un crecimiento anémico en EE.UU., Europa y Japón, un empeoramiento de los términos de intercambio, una apreciación del dólar, y una reducción de los flujos de capital. Desde junio de 2016 a estos problemas se sumó una avalancha de cambios geopolíticos. 

Actualmente, observamos que en economías avanzadas han ganado popularidad movimientos que promueven políticas liberales, proteccionistas, y antiinmigrantes que amenazan los pilares del orden internacional basado en reglas instituidas en la posguerra. Al mismo tiempo, el crecimiento potencial de AL ha alcanzado su declive, los desequilibrios de cuenta corriente se han ampliado, y particularmente, el espacio fiscal en muchos países se ha contraído. Los países de AL al contar con menos flexibilidad de respuesta que las economías avanzadas, hoy se ven especialmente vulnerables ante los riesgos externos.

La región ante shocks externos 

La región ha dado pasos significativos para mejorar su resiliencia ante shocks externos, dando mejoras importantes en relación con su desarrollo financiero, la adopción más amplia de regímenes de tipo de cambio flexible, y el uso de marcos macroeconómicos más robustos con respecto a décadas anteriores en que ha aumentado la resiliencia de AL ante los shocks externos. Estos cambios ofrecen hoy un mayor margen de maniobra, sin embargo, aún persisten grandes desequilibrios internos y externos.

Con relación al Brasil, el nuevo gobierno de Jair Bolsonaro enfrentará tres principales desafíos estructurales: un gran desequilibrio fiscal, la falta de productividad y la creciente dificultad para financiar y ofrecer servicios básicos a su población. Asimismo, la gobernabilidad del país también se encuentra seriamente fragmentada, ya que el nuevo congreso cuenta con más de 30 partidos. Si bien el nuevo presidente es un líder populista con tendencias autoritarias, el sistema político brasileño es una maquinaria grande y altamente compleja, lo cual dificulta su gobernabilidad y capacidad de gestión. El gobierno de Bolsonaro buscará implementar una agenda de ajuste fiscal y reactivación de un crecimiento económico actualmente raquítico. Su asesor económico Paulo Guedes, ultraliberal y de la Escuela de Chicago, estará al mando de la agenda económica del presidente electo. Su agenda estará enfocada en reducir el tamaño del aparato del Estado y de la burocracia federal. Así, intentará unificar los ministerios de economía, hacienda y planificación, industria y comercio, nombrando a Guedes “superministro”. Ha anunciado una fuerte agenda de privatizaciones y una reforma radical, tanto tributaria como del sistema de pensiones. No obstante, las grandes reformas que requieren de modificaciones constitucionales necesitan ser votadas por 308 diputados. Por lo cual, los votos del denominado Centrão –partidos menores de centro y centroderecha– serán indispensables poniendo en jaque la habilidad negociadora de Bolsonaro.

Argentina y su crisis

Argentina actualmente atraviesa una de las mayores crisis macroeconómicas desde su default en 2001. La contracción económica en curso se disparó a partir del freno del ingreso de capitales, en mayo de este año. Si bien este respondió principalmente a factores externos, se manifestó con particular intensidad en países con mayor necesidad de financiamiento externo como la Argentina.

La retracción del financiamiento se reflejó en una rápida y fuerte suba del tipo de cambio, que llevó al gobierno a negociar un acuerdo stand-by con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para evitar un desbordamiento cambiario y una potencial escalada de la crisis.

A partir del acuerdo con el FMI, el gobierno consiguió un volumen significativo de fondos a cambio de reformular su estrategia de política macroeconómica. Los ejes centrales de la nueva estrategia pasan por: (i) acelerar el ritmo de corrección del déficit fiscal, (ii) fortalecer la hoja de balance del Banco Central y el régimen de metas de inflación, y (iii) dejar flotar al tipo de cambio, aunque reteniendo alguna capacidad de intervención.

La retracción del financiamiento externo obligará a corregir el elevado déficit de cuenta corriente, que amenaza con superar el 5% del PIB, en 2018. La corrección involucrará una caída del gasto agregado público y privado y, en consecuencia, una contracción en la actividad económica. El mecanismo principal será la aceleración de la inflación, la cual contraerá el poder adquisitivo de ingresos privados, consumo e inversión. 

En definitiva, los países de la región deben encontrar la forma de adaptarse a las nuevas condiciones externas más adversas. Dichas naciones y sus élites deberán enfrentarse a un importante trilema de política económica: Primero, deberán buscar cómo avanzar hacia un desarrollo económico sostenible e inclusivo a largo plazo; segundo, necesitarán generar credibilidad en la solvencia de las cuentas públicas a largo plazo, y por último, deberán preservar las redes de protección social extendidas en los últimos 15 años. Al no abordar este trilema, las élites políticas de AL quedarían seriamente debilitadas y deslegitimadas luego de años de prácticas de administración económica irresponsable y escándalos de corrupción endémicas.

En economías avanzadas han ganado popularidad movimientos que promueven políticas liberales, proteccionistas, y antiinmigrantes, que amenazan pilares del orden internacional basado en reglas instituidas en la posguerra. Al mismo tiempo, el crecimiento potencial de América Latina ha alcanzado su declive.

El clima ha sido, como siempre, un aspecto relevante y, otra vez, positivo, ya que no se han producido ni sequías ni inundaciones, que hubiesen podido afectar tanto a los cultivos agrícolas como a la producción ganadera.

Los países de la región deben encontrar la forma de adaptarse a las nuevas condiciones externas más adversas, y enfrentarse a un trilema de política económica, que de no hacerlo, las élites políticas de América Latina quedarían seriamente debilitadas y deslegitimadas luego de años de corrupción endémica.

Enlance copiado
Content ...
Cargando ...