El sinuoso camino a Itaipú (I)

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La intervención de Dean Rusk

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1. El Acta Final de 1966

En el Acta Final del 22 de junio de 1966, acordada entre los gobiernos de Paraguay y Brasil, se buscó conciliar mutuos intereses relacionados con la explotación hidroeléctrica del río Paraná.

La posesión del Salto del Guairá, que la Comisión Mixta de Límites y Caracterización de la Frontera Paraguay-Brasil no conseguía concertar, quedó de pronto establecido como un condominio o bien compartido entre los dos países. El Congreso paraguayo, haciendo mutis por el foro, salió de escena. Conseguido el objetivo, los batallones del ejército brasileño, en Puerto Renato, acataron las órdenes para abandonar la ocupación de territorio nacional.

En el Acta, suscrita en Foz de Yguazú, se estableció que la energía eléctrica producida por el río Paraná sería repartida en partes iguales entre los dos países. Como Paraguay no podía aprovechar toda su parte, el excedente podría ser adquirido por el vecino país, preferentemente, a un precio justo. La preferencia, condicionada por una mejor oferta, garantizaba al Paraguay la libre disponibilidad sobre su electricidad o su soberanía energética.

El Acta, para la “…evaluación de las posibilidades económicas, en particular de los recursos hidráulicos, pertenecientes en condominio a los dos países, del Salto del Guairá o Salto Grande de las Siete Caídas” se produjo a instancias de la gestión de Dean Rusk, secretario de Estado del presidente de los Estados Unidos Lyndon B. Johnson.

Más tarde, en abril de 1973, los términos del Acta Final quedaron incorporados como parte del preámbulo del Tratado de Itaipú o “Tratado entre la República del Paraguay y la República Federativa del Brasil para el aprovechamiento hidroeléctrico de los recursos hidráulicos del río Paraná, pertenecientes en condominio a los dos países, desde e inclusive el Salto del Guairá o Salto Grande de las Sete Quedas hasta la boca del río Yguazú”.

2. La abdicación a las cataratas del Salto del Guairá

Cuando la puesta en marcha, con el vecino país, de los trabajos de demarcación fronteriza de la región Occidental, acordado en 1927, quedó en evidencia el enorme potencial hidroeléctrico de las cataratas del Salto del Guairá, al este de la región Oriental ya delimitado según el Tratado de 1872.

No obstante, para forzar su anexión, Brasil exigió un nuevo Protocolo en 1930 reabriendo la demarcación pactada en 1872. Los trabajos coincidieron con la guerra que libraba el Paraguay en el Chaco. Fue en aquella ocasión “…que el Brasil, por primera vez, articuló pretensiones sobre la totalidad de los Saltos, exhibiendo un mapa que carece de todo valor jurídico para modificar el tratado” (CARDOZO, Efraím. Los derechos del Paraguay sobre los Saltos del Guairá. 1965; publicado por ABC Digital el 23 de diciembre de 2008).

Si bien los nuevos límites no consiguieron modificar la propiedad del Salto, una oficina técnica de San Pablo propuso, en 1962, aunque infructuosamente, el desvío por territorio brasileño del río Paraná.

Escuchando los reclamos paraguayos sobre el manejo unilateral para la explotación del Salto, el presidente João Goulart acordó con el gobierno nacional, el 19 de enero de 1964, su explotación conjunta con el Paraguay. Lamentablemente, no tuvo el éxito esperado a causa de su deposición en ese mismo año. El prepotente régimen militar que lo destituyó, que inauguraba un largo gobierno de facto, tiró por la borda el compromiso asumido con el Gobierno paraguayo.

Forzando los resultados, en mayo de 1965, tropas del Gobierno del mariscal Humberto Castello Branco invadieron una pequeña localidad paraguaya conocida como Puerto Rena.

Todos los reclamos diplomáticos fueron estériles. Impertérritos, los conquistadores alegaban estar en sus dominios conforme al Tratado de 1872.

La negativa duró hasta que el canciller americano Dean Rusk, en mayo de 1966, acudió brevemente al Paraguay. El diplomático, enterado del problema, consiguió que las partes se reúnan. La reunión se concretó en Foz de Yguazú los días 21 y 22 de junio de 1966.

En plena guerra fría, para la política de seguridad nacional de los Estados Unidos, que acababa de superar la crisis de los misiles nucleares soviéticos instalados en Cuba en 1962, las confrontaciones entre aliados no contribuían a la estabilización del Hemisferio Occidental.

Sin embargo, como cuestión central para acordar el Acta Final del 22 de abril de 1966, el Gobierno de Paraguay, aunque sin aprobación legislativa, aceptó como un condominio el Salto del Guairá.

Se repetía la historia, Brasil retiró la tropa de ocupación. Años después el agua, contenida por la represa, sumergía en el fondo del río Paraná el Salto del Guairá, la principal riqueza natural del Paraguay, una de las maravillas naturales del mundo.

juanantoniopozzo@gmail.com

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