La política fiscal, en efecto, tiene dos componentes que no pueden ser tomados a la ligera y menos puestos en marcha como si funcionaran en compartimientos estancos. Esto es un error muy grave y es lo que se sigue cometiendo en nuestro país, debido a que buena parte del pensamiento “mainstream” de los tecnócratas y políticos populistas idealiza la actividad estatal en lugar de los individuos.
Tanto la recaudación como el gasto público deben proporcionar elementos suficientes en favor de la ciudadanía en el compromiso de garantizar la rendición de cuentas y la transparencia en el uso de los recursos que previamente son pagados por los contribuyentes y luego utilizados por el poder coercitivo del Estado en las áreas que la Constitución y las leyes determinan.
Es un absurdo contraproducente para la salud de las finanzas públicas que la recaudación siga aumentando, mientras el gasto es de baja calidad y sin respuesta ni alternativa de mejoramiento. El resultado de esta práctica, que se ha vuelto una mala costumbre, consiste lisa y llanamente en alimentar todavía más el despilfarro y el desvío de recursos que, de ese modo, se convierte en la mejor manera de dar rienda suelta al capricho delincuencial de la corrupción.
Además de cargarle con más trámites y dinero a la clase media en cuanto al Impuesto a la Renta Personal, se pretende que la deducibilidad quede sujeta a un formulario de rentas y crédito fiscal que lo decidirá el Estado. Y en cuanto al Impuesto Selectivo al Consumo (ISC), se afectará hasta una tasa del triple de la actual cuyo efecto será el aumento de los precios relacionados a lo que diaria y periódicamente consumen las familias (por algo se llama impuesto al consumo).
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
No obstante, y si todavía se pretende decir que esto no será perjudicial, pues entonces habría que preguntarse si no será igualmente perjudicial el hecho que el aumento de ciertos productos significará menos compras de los productos de la industria nacional, lo que implicará un fuerte incentivo al contrabando, exactamente lo contrario de que los empresarios nacionales, pequeños, medianos y grandes, necesitan para mantener los puestos laborales en sus negocios y fábricas.
Más allá de la propaganda técnica a la que nos tienen acostumbrados los tecnócratas y políticos que prefieren seguir poniendo en práctica la idea de que el Estado es el centro de la sociedad y nada se puede hacer sin cada vez más Estado, es preciso decirles a estos que se creen los nuevos “amos” que no solo están equivocados. También están perjudicando al pueblo, en particular a la gente trabajadora, el hombre y la mujer corriente de la calle, y para más se encuentran conspirando contra el desarrollo económico, sinónimo de más ahorros, más empleo e inversión.
Se cargarán ineficiencia, derroche y corrupción
Ninguna reforma impositiva puede iniciarse con el objetivo de que los “números le cierren al Estado” sin tomar en cuenta si esos nuevos números (dinero) provienen precisamente de la gente sobre quienes nuevamente se cargarán la ineficiencia, el derroche y la corrupción.
No hay reforma sin previa decisión expresa de disminuir los multimillonarios gastos superfluos, inútiles e ineficientes. No hay reforma tributaria sin que previamente se haga buen uso de lo que hoy ya se tiene, multimillonarias sumas de dinero al solo efecto de mantener y hacer crecer a los privilegiados miembros del “statu quo” que, desde luego, les conviene que esta reforma (deforma) se aplique. No hay reforma allí donde sólo se mira el ingreso desconociendo el cómo, cuánto y por qué existe el gasto.
Esta “deforma” tributaria no tiene legitimación alguna, ni política, ni económica y mucho menos moral. Los abusos, robos e injusticias no pueden ser premiados con más dinero para los que por largos años siguen con sus retóricas huecas, haciendo del individuo una pieza más de un Leviatán (el Estado), que de esa forma se viene convirtiendo en el más temible adversario de nuestros derechos sagrados, la vida, la libertad y la propiedad.
Si todavía queda algo de lo que se llaman instituciones que hacen posible la economía pujante y vigorosa que necesitamos, en su momento el Congreso debe rechazar esta “deforma” tributaria, devolviendo el proyecto con cargo de: hágase cumplir la Constitución en primer lugar (transparencia, rendición de cuentas y calidad del gasto) y archivar.
Gasto
Es un absurdo contraproducente para la salud de las finanzas públicas que la recaudación siga subiendo mientras el gasto es de baja calidad.
* Decano de Currículum UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.
