Aficionada a la moda desde pequeña, su entusiasmo la llevó a estudiar corte y confección a muy corta edad; finalmente, se licenció en Negocios de la Moda en la universidad brasilera Anhembi Morumbi, de São Paulo. Preocupada desde joven por el proceso de elaboración de prendas en el vecino país, Gabriela Patricia Benítez Toselli (28) profundizó su fogosidad por la moda sustentable, tendencia que en aquel momento empezaba a ganar terreno a nivel mundial.
Tras su retorno al Paraguay, trabajó en numerosas firmas textiles y maquilas con enfoque sostenible, hasta que la llegada de su primer hijo, Renato, la empujó a fundar su propia empresa: Dream Lab.
La marca de pijamas, que se distingue por su enfoque sostenible y social, se encuentra en el mercado local hace pocos meses, pero ya logró destacarse por sus tejidos fabricados bajo normas y estándares sustentables, como CO2 Control y Link Fresh.
Gabriela nos cuenta cómo nació su marca, así como sus proyectos y los de un centenar de mujeres que son parte de su laboratorio de sueños.
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Tu afición por la moda surgió a muy corta edad. ¿Cómo se dio ese interés? Siempre me gustó el negocio de la moda, por lo que desde muy pequeña me interesé en leer libros relacionados al tema. Mi abuela fue modista, y mi insistencia por seguir el ejemplo fue lo que me llevó a estudiar corte y confección a los 12 años. En aquel entonces no sabía muy bien cuál sería mi futuro, no sabía qué estudiar ni me veía como diseñadora. En el Paraguay, la única opción era Diseño de Moda, pero lo que deseaba era profundizar más que nada en el proceso y desarrollo. Me apasionaba mucho ese aspecto; saber, por ejemplo, que un jeans nace de una planta y, para fabricarlo, es necesario cultivar el algodón, cosecharlo y elaborar un hilo para la tejeduría. Es una cadena muy extensa en la cual muchísimas personas están implicadas y participan del proceso. Para mí, nunca se trató solo de diseñar y vender o comprar una prenda. Fue así que me enfoqué en buscar una carrera que llenara esas expectativas.
¿Tu formación se dio fuera del país? Sí. Mi familia siempre me apoyó en la travesía, por lo que empezamos a buscar universidades en Argentina, Chile y Brasil, que fue donde encontré lo que buscaba mediante la carrera Negocios de la Moda. Mi principal fin siempre fue conocer más, profundizar en el proceso y no el diseño en sí. A los 18 años me trasladé a São Paulo y finalicé mi Licenciatura en Negocios de la Moda, en la Universidade Anhembi Morumbi.
¿La sustentabilidad siempre formó parte de tu filosofía? Yo me mudé a vivir al Brasil en un momento en el que se empezaba a hablar mucho sobre la sustentabilidad, pues ya se comenzaba a ver y notar las problemáticas que causaba la moda, tanto en el medioambiente como en las personas. Llegó un momento en el Brasil en el que los talleres clandestinos eran frecuentes, y mi interés en el tema creció aún más. Uno nunca se pregunta cómo es que algo tan lindo, como la moda, publicitada en editoriales bajo un concepto de glamour, puede esconder una industria muy sucia y cruel; que contamina mucho el suelo mediante la utilización de agrotóxicos, para desarrollar semillas genéticamente modificadas; una que daña miles y miles de litros de agua con tintes, así como el aire, al producir tejidos sin procesos sustentables. Además, existe un sinnúmero de personas trabajando de forma precaria; incluso, niños explotados laboralmente en muchos lugares del mundo. Muchos lo ven como algo muy lejano, que solo pasa en países como China, pero lo cierto es que pasa tanto en Bangladesh como en el Paraguay.
¿Regresaste al Paraguay con una visión diferente? Sí. Aunque siempre tuve esa inquietud, ver esa problemática me afectó, por lo que cuando volví al Paraguay, empecé a trabajar en una maquila de jeans con un sello sustentable. Allí aprendí mucho más sobre el tema, de cómo un solo jeans puede llegar a matar 20.000 l de agua. Una producción mínima, generalmente, tiene 500 unidades; imaginate cuánto recurso se puede desperdiciar. Hoy soy parte del movimiento mundial Fashion Revolution en el Paraguay, con el cual buscamos la transparencia en la industria al preguntarnos quién hace nuestra ropa y bajo qué condiciones.
¿En qué momento decidiste lanzar tu propia marca? Siempre trabajé en áreas relacionadas a la moda, pero nunca se dio la oportunidad de tener mi propia marca. El año pasado, con el nacimiento prematuro de Renato, mi bebé, se inició lo que hoy es Dream Lab. Su inesperada llegada, dos meses antes de lo previsto, no me dio tiempo de preparar los detalles, porque fue todo muy rápido, tanto que una vez en el hospital necesité de pijamas. Mi mamá y mi hermana salieron en busca de camisones, y eran los más feo del mundo (risas). No encontraron nada excepto esos dos pijamas con los que me sentía superincómoda. De por sí es un momento complicado para toda mujer y yo me sentía espantosa, mientras que todos los familiares querían visitarme. En ese momento, tras pensar en qué bueno sería tener un pijama con el que incluso se pueda salir, decidí emprender el negocio.
¿Fue fácil iniciar? Empecé a realizar pruebas y trabajar en prototipos; así pasó un año, entre que me animaba y no, hasta que en mayo pasado, finalmente, encontré el valor de lanzar la marca. El nombre Dream Lab tiene muchísimo significado para mí, pues se trata de un laboratorio de pruebas, así como de un sueño propio y de otras muchas mujeres que hoy son parte del proceso de crecimiento.
¿Qué distingue a la marca? Nuestra misión es hacer el día a día más cómodo. En Dream Lab hacemos pijamas que permiten diversos usos e interpretaciones, por lo que se puede encontrar más de alguna ocasión para usar nuestras piezas. Con Dream Lab es fácil combinar alguna camisa de pijama con jeans o una camisola con tacos; despertarse un domingo e ir directo a un brunch sin que nadie note que estas con el camisón. Utilizamos tejidos fabricados bajo normas y estándares sustentables, como CO2 Control y Link Fresh. Además, apostamos fuerte por el algodón orgánico de origen nacional, así como por nuestro famoso ao po’i.
Además de la sustentabilidad, se destacan por su enfoque social... Sí, conmigo trabajan mujeres que por razones familiares o similares no tienen la posibilidad de cumplir horarios. Hoy, gracias al trabajo que venimos desarrollando con 14 mujeres costureras de Asunción y Central, ellas pueden, por ejemplo, enviar a sus hijos a la universidad, tener la posibilidad de contratar a una niñera o brindar una mejor cobertura de salud a sus hijos. Ellas trabajan en su casa, en el tiempo que pueden y sin cumplir horarios, que es lo difícil en muchos casos. Buscamos empoderar, enseñar y ayudar a mujeres de escasos recursos, quienes poco a poco están logrando la independencia y sus propios sueños.
¿El enfoque sustentable complica la producción? Sí, porque no estoy dispuesta a utilizar un tejido que no tenga una certificación orgánica o sustentable. No hay muchas opciones en el Paraguay y tampoco la marca requiere de un gran volumen para solicitar su fabricación; es complejo. Mi proceso de creación siempre parte del material disponible, que en gran medida lo importo del Brasil.
¿Cuál es el siguiente paso de la marca? Es apenas el inicio, pero empecé con el pie adecuado. Desde enero, mi tiempo con mi marca será completo, por lo que considero que irá avanzando aún más rápido. A la gente le está gustando. El e-commerce está funcionando como debe y seguiré apostando todavía al comercio electrónico sin intenciones de abrir una tienda o similar.
Apoyado en los tres pilares de la sustentabilidad, Dream Lab promete no solo ser el aliado perfecto de la mujer moderna, sino también de la preservación del medioambiente.
Moda sustentable
La filosofía del slow fashion se instaló en el Paraguay hace algún tiempo, y dio lugar a los tejidos fabricados bajo normas y estándares sustentables; materiales, muchas veces, reciclados de fibras naturales.
La moda a nivel mundial es la industria más dañina después de la petrolera, por lo que cada vez son más frecuentes las alternativas que buscan cambiar esta realidad.
Textiles orgánicos, reintegrados o biotextiles son algunas de las opciones de la moda ética, que busca, por sobre todo, no contaminar.
Texto nadia.cano@abc.com.py
Fotos Celso Ríos, gentileza
