Li asegura que el estrés le provocó insomnio. Cuando lograba dormir, tenía “sueños en los que resolvía problemas”, lo que la hacía sentirse poco recuperada al despertar. “Cuando me convertí en madre, me di cuenta casi de inmediato de que, con el trabajo y la familia, estaba tan ocupada preocupándome por los demás y el trabajo que tuve la sensación de haberme perdido a mí misma”, dice. “Solía poner mis necesidades físicas y mentales en último lugar”.
Se trata de una historia frecuente: las mujeres tienen el doble de probabilidades de padecer estrés y ansiedad graves que los hombres, de acuerdo con un estudio del 2016 publicado en la revista The Journal of Brain and Behavior. Es evidente que hay una brecha de estrés.
Erin Joyce, una terapeuta para mujeres y parejas que reside en Los Ángeles, comenta: “En la quinta edición de nuestro Manual Estadístico y de Diagnóstico de Enfermedades Mentales está bien documentado que los índices de prevalencia de la mayoría de los trastornos de ansiedad son más elevados en las mujeres que en los hombres”.
Joyce afirma que hay escepticismo, pues muchos hombres sienten la misma presión que las mujeres en lo que respecta a cumplir con responsabilidades en el trabajo y el hogar. En otras palabras, todos estamos bastante tensos. “No obstante, la diferencia radica en la naturaleza y el alcance de esas responsabilidades, en especial en el entorno del hogar”, indica Joyce.
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Por ejemplo, Naciones Unidas reportó que las mujeres hacen casi el triple del trabajo doméstico no remunerado que los hombres. El problema es que, con frecuencia, las tareas domésticas no son consideradas trabajo, aunque sean igual de laboriosas (o en ocasiones incluso más) que cualquier empleo remunerado.
La académica Silvia Federici lo describió de la siguiente manera en 1975: la naturaleza no remunerada de las labores domésticas refuerza la presunción de que “el trabajo doméstico no es trabajo y se evita así que las mujeres se rebelen en su contra”.
Pero no sucede únicamente dentro del hogar. Investigaciones de la Universidad de Nova Southeastern descubrieron que había mayores probabilidades de que las directoras mostraran “interpretaciones superficiales” que los directores, o que fingieran emociones que no sentían en realidad. “Expresaban optimismo, serenidad y empatía, aunque no fueran las emociones que sentían realmente”, según el estudio.
La interpretación superficial es un gran ejemplo del trabajo emocional, un concepto que la escritora Jess Zimmerman dio a conocer en un ensayo de 2015 para la antología The Toast: es el trabajo que se espera que hagas, pero que nadie reconoce.
Estas tareas invisibles se hacen visibles únicamente cuando no las haces. Me recuerda a cuando le pedí a mi marido que se encargara de un evento al que los dos estábamos invitados y, cuando llegamos dos horas tarde, por un error suyo, todas las miradas estaban fijas en mí. “Los esperábamos más temprano”, dijo el anfitrión, dirigiéndose solo a mí.
Al igual que el trabajo doméstico, el trabajo emocional, en general, pasa inadvertido y no se considera trabajo; sin embargo, las investigaciones demuestran que puede ser tan cansador como el remunerado. El emocional puede provocar insomnio y conflictos familiares, de acuerdo con un estudio publicado en Personnel Psychology. Es cierto, el estrés circunstancial, como quedarse sin empleo, puede provocar problemas similares, pero el trabajo emocional no es circunstancial. Se trata de una responsabilidad permanente fundamentada en el rol de género socializado de las mujeres.
Cuídate
El concepto de autocuidado, a menudo, se confunde con consentirte o darte demasiados gustos, pero en esencia es mucho más sencillo. “Lo básico para lograr tener un sueño reparador es iniciar con una dieta saludable y ejercitarse”, afirma Joyce. “Contar con el apoyo de relaciones confiables es transcendental, incluyendo el apoyo profesional de diversos proveedores de la salud y el bienestar, en caso de que el estrés se esté volviendo cada vez más apabullante”.
Conoce tus detonantes
Entender primero qué es lo que te provoca estrés también es útil. Trabajar con un terapeuta puede ayudarte a distinguir estos detonantes. “En parte, debido al mayor énfasis en la salud y el bienestar en general que ha adoptado la sociedad en su totalidad, cada vez más hombres y mujeres recurren a métodos más saludables de autocuidado para manejar el estrés, como el ejercicio, la meditación y la psicoterapia o terapia conversacional”, explica Joyce.
Busca reafirmación
Debido al escepticismo acerca de la desigualdad de género respecto al estrés, es fácil que las mujeres sientan que su ansiedad adicional es injustificada o exagerada. Por eso es importante buscar confirmación, recordatorios de que no estás loca y que la cantidad de cosas con las que tienes que lidiar es demasiada. Las secciones de autoayuda de las librerías son un buen comienzo.
