Retrospectiva: “Misión Imposible II” (2000)

En vez de apelar a las principales fortalezas de la primera “Misión Imposible”, Tom Cruise y John Woo tratan de convertir a Ethan Hunt en James Bond, sin éxito.

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A finales de la década antepasada, la noción de poner al legendario cineasta asiático John Woo, uno de los directores más reconocidos del cine de acción de Hong Kong, a cargo de la secuela de Misión Imposible era algo que aún tenía sentido; claro, dos de sus previos filmes en Hollywood – Hard Target (1993) y Broken Arrow (1996) - tuvieron una recepción más bien fría, pero a su más reciente Contracara (1997) le fue bastante bien con crítica y público, y el atractivo de tener al director detrás de algo como esto a cargo de tu superproducción de acción es innegable.

Y la decisión no es del todo desacertada. Misión Imposible II cuenta con escenas de acción impresionantes, creativas y enormemente entretenidas, pero que contrastan con una película que se toma demasiado en serio, carece de un guión coherente y se esfuerza tanto en plasmar un estilo “cool” que acaba resultando por momentos directamente ridícula, incluso comparada con una película anterior cuyo clímax incluía un tren bala, un helicóptero y un túnel.

La cosa es innecesariamente enrevesada y artificialmente complicada desde el principio, cuando un científico es asesinado en un avión por Sean Ambrose (Dougray Scott) un espía renegado de la IMF disfrazado como Ethan Hunt (Tom Cruise). El científico era uno de los desarrolladores de un letal virus denominado “Quimera” y de su antídoto “Belerofonte”, los cuales llevaba consigo con la intención de entregar a la IMF.

Con el virus y el antídoto en poder de Ambrose, la IMF encarga a Hunt la tarea de recuperar el virus y detener a Ambrose, debiendo enlistar la ayuda de la ladrona profesional Nyah Nordoff-Hall (Thandie Newton), quien en el pasado fue pareja de Ambrose.

Aunque la continuidad de una película de Misión Imposible a la otra siempre ha sido algo de poca importancia – salvo la constante participación de Cruise como Hunt y Ving Rhames como Luther Stickell, hay mínimas conexiones directas entre la primera y la segunda entrega, o la segunda y la tercera –, no deja de ser demasiado llamativo lo distinto que es el personaje de Hunt en esta secuela. Comparado con el personaje en las demás entregas, el Ethan de Misión Imposible II parece salido de otra dimensión, intentando sin éxito emular la rutina de casanova carismático de James Bond, y actuando más como un lobo solitario que como el líder de equipo que es en todas las demás películas.

El guión no es más que un escaparate, lo mínimamente necesario para sostener las estilizadas escenas de acción y suspenso de Woo, sin molestarse en crear personajes interesantes o establecer relaciones remotamente humanas entre ellos. Por ejemplo, Hunt y Nyah se enamoran porque son los protagonistas y son atractivos, y eso es lo que los protagonistas atractivos hacen en las películas; aparentemente luego de un curioso ritual de seducción que incluyó una totalmente gratuite persecución vehicular por las autopistas de España, están perdidamente enamorados.

El villano es un caso aparte, porque Ambrose bien podría ser uno de los peores antagonistas de lo que va del siglo. Scott lo interpreta con toda la profundidad y dimensión de una hoja de papel, y el guión lo tiene haciendo cosas que tienen menos y menos sentido a medida que el filme avanza. Quince años después, sigo sin entender la lógica detrás de la escena en la que corta el dedo de uno de sus secuaces por casi nada, o por qué simplemente deja libre a la persona a la que planea convertir en un arma biológica viviente hacia el final del filme.

Nyah es quizá el mejor personaje del filme simplemente porque es la única cuyas acciones parecen más o menos humanas – escenas como el momento en que cree que finalmente está libre de Ambrose para luego darse cuenta de que no es así generan verdadera empatía, sobresaliendo mucho más de lo que deberían -, y Newton hace un buen trabajo a pesar del guión pobre y por momentos increíblemente sexista. En serio, algunas de las líneas dedicadas a Nyah en el filme – provenientes no solo del villano, sino también del propio jefe de Hunt, interpretado por alguna razón por Anthony Hopkins – son increíbles en el peor sentido posible.

El buen trabajo de Woo tras la cámara, principalmente en las escenas de acción más intensas, son lo que acaba impidiendo que el filme sea un total desperdicio de tiempo; la secuencia en motocicleta del final, en particular, es un goce, aunque ocasionalmente la forma en que Hunt aniquila a sus enemigos sea más digna de un superhéroe que de un espía humano. Fuera de esos momentos, sin embargo, Woo se esfuerza demasiado en estilizar todas las escenas posibles, abusando de la cámara lenta y la música dramática de Hans Zimmer hasta el punto que el filme parece una parodia. Escenas en las que poco o nada pasa vienen acompañadas de de una falsamente poética combinación de cámara ultra-lenta y música orquestral.

Con su segunda entrega, la saga Misión Imposible se fue por las ramas con acción vistosa pero superficial, y poco más para ofrecer. La saga quedó descarriada, y pasarían seis años para que volviera a encontrar su rumbo.

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Misión Imposible (1996)

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