Del tiempo de las manos de hadas

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Dorila Semidei, o simplemente Bebé como la llamaban sus allegados, es del tiempo en que las horas no corrían veloces sino se detenían en las manos que con esmero producían piezas primorosas. En su caso, bordados cuya delicadeza conmueve.

El 29 de junio hubiera cumplido 108 años. En su memoria, sus hijos realizarán ese día una muestra de las preciosas piezas de bordado y encaje, algunas de las cuales fueron conservadas por casi nueve décadas y permanecen impecables.

El paso del tiempo no opacó la belleza de sus trabajos artesanales. Por el contrario, les sumó esplendor. En cada retazo el detalle está cuidado al mínimo y observarlos es remontarse a una época en la que entre el querer y el tener mediaban horas y horas de creatividad y trabajo arduo.

Bebé nació en 1909, en Asunción. Antes de cumplir 20 años comenzó a tomar cursos de bordado en la academia Singer de su ciudad natal. Así aprendió los diferentes estilos: bordado a la inglesa, Richelieu, encaje inglés aplicando la trencilla, aplicación sobre tul, encaje de Bruselas, encaje de Venecia, calados mexicanos, calados de fantasía en blanco, bordado hedebo, aplicación de cretona, encaje de punto de Inglaterra, bordado Battenberg, encaje renacimiento, encaje Cluny, trabajos en mostacilla, encaje rococó, bordado con hilo de oro, malla genovesa, encaje de Brujas, encaje de blonda, encaje valenciennes, encaje de crochet, encaje de Malta, encaje duquesa, punto de España, bordado chino, puntada de granito, bordado al matiz sobre terciopelo o peluche. Y así, la lista sigue con términos que hoy se nos escurren de la memoria, porque están en extinción.

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Cada punto encierra magia, habilidad y sin duda una dedicación que solo el amor puede impulsar. De todos ellos quedan muestras que Bebé conservó y que luego recreó con ingenio en labores posteriores que atesoran sus hijas Lucy y Marta Yegros. A lo largo de su vida produjo cientos de tejidos y bordados. Podía hacer un pañuelo para regalar, manteles para las mesas de sus hijos o, más adelante en el tiempo, ropas para sus nietos.

Además de los puntos aprendidos en la academia, también desarrolló tejido de bolillo (una complicada técnica fascinante de observar mientras se realiza; es una especie de danza con palitos) y crochet. Su inquietud la llevó a aprender diferentes diseños del encaje ju, que se hacía con paja recogida del campo, y del ao po'i.

A avanzada edad aprendió a hacer el frivolité, una técnica con lanzaderas, que tuvo su auge en la época victoriana.

"Generalmente mi mamá se dedicaba al bordado dos horas o tres horas diarias, a la hora del desayuno. Después iba a su orquidario a cuidar sus plantas con papá (el Gral. Fulgencio Yegros). Bordaba para la familia o para hacer regalos a los parientes", recuerda su hija Marta. Es que Bebé, además de bordar y tejer, amaba las orquídeas, de las que llegó a tener más de 500 variedades, a cada una de las cuales se refería con su nombre científico. Fue una de las fundadoras de la Sociedad de Orquidófilos del Paraguay.

Los delicados trabajos que produjo son tan hermosos que Marta se rehusaba a que quedaran guardados eternamente en un baúl. Hace años le rondaba en la cabeza la idea de exponerlos en una muestra abierta al público, donde todos pudieran ver el prodigio de las obras textiles de Bebé. La idea cobró forma y junto con sus hermanos Lucy, Ángel y Fulgencio decidieron concretarla, como un homenaje que tiene fecha en coincidencia con su cumpleaños: jueves 29 de junio, a las 19:30 en la galería Casa Mayor (Malutín 263).

Además de las lecciones de bordado, serán expuestos por tres días un cuadro hecho a partir de los bordados de un mantón de Manila que ganó una mención honorífica en un concurso de labores en Buenos Aires, en 1929, así como manteles, pañuelos y artículos e insumos que usaba para sus trabajos, como agujas e hilos. Sus tres máquinas de coser y sus cinco máquinas de tejer se perdieron en el tiempo, pero en su homenaje, su hijo, el escultor Ángel Yegros, transformó una máquina de la época en una lámpara que también formará parte de la muestra.

Ángel recuerda la dedicación que su madre ponía al agarrar hilos y telas. “Me llamaban la atención la minuciosidad y destreza de sus manos y también sus métodos para realizar sus trabajos, ya que hacía mucho uso de los números, que los iba anotando en sus cuadernos”, cuenta.

Una gran foto de Bebé para la que posó con cerca de diez años, intervenida por su hija, la artista Lucy Yegros (Areté), será expuesta junto con sus trabajos. Lucy recuerda así a su madre: “Vivir feliz es un gran arte y ella nos enseñó a vivir felices y en armonía. Su vida fue un vasto tejido cuyos hilos se entrelazaron, porque en realidad el ser humano está preso en una malla de sueños que él mismo ha tejido”.

La trama que tejió Bebé supo arropar también a los hijos de sus hijos y a sus bisnietos. “¡Cómo olvidar que sus manos tejieron desde los enterizos de mis primeros días hasta los pulóveres de mi edad adulta! Que uno despertaba con sus bromas y un delicioso desayuno en la cama y dormía escuchando sus fantásticas y jocosas historias, acompañadas de hermosas guaranias que por entonces se difundían por radio; o esas lecciones de historia -de la que ella conocía muchos entretelones- combinadas con la enseñanza del cultivo de orquídeas. Esa es la esencia de la exposición de este 29 de junio; mostrar que, así como sus manos pudieron realizar trabajos de una finura y delicadeza que sorprenden, su corazón se ocupó de malcriar y de formar -de igual manera- a los suyos, que por eso la recuerdan siempre con amor y gratitud”, expresa uno de sus nietos, Sebastián Scavone.

En los tiempos actuales, de demandas inmediatas y consumismo desenfrenado, cuesta imaginar la intensa dedicación que exigía producir bordados tan detallados y preciosos. Por eso esta muestra es importante y testimonia una época y un modo de vida que hoy es casi impensable, pero del cual -por suerte- se preservan exquisitos ejemplos.