Reviven los inicios de la fotografía en una novela

BUENOS AIRES. El fotógrafo y escritor Daniel Isaacs se sirve de un joven espiritual de la India del siglo XIX y de los pioneros de la fotografía en Asia para narrar un período que le apasiona: los comienzos de la fotografía.

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“Me interesaba mucho ese arrojo de estas personas que, con esa juventud, se lanzaban en esas condiciones bien complicadas. Eran aventureros totales”, dice Isaacs en una entrevista con Efe en Buenos Aires, al desgranar su primera novela publicada, “Un hombre que hacía retratos” (Emecé, 2018).

Tarak, el protagonista del libro, descubre el arte que marcará su vida cuando conoce a un fotógrafo británico, David Douglas, que viaja hacia India con la intención de retratar por primera vez unas tierras que en Europa nadie había podido ver.

Douglas es el homenaje del escritor a pioneros como los británicos Felix Beato, Roger Fenton y Samuel Bourne, todos fotógrafos de mediados del siglo XIX.

Fue a través de Bourne como Isaacs encontró la inspiración para su novela, cuando descubrió una antigua colección de fotografías perdidas en un mar de objetos antiguos en un mercadillo de Sevilla (España), entre las cuales se encontraban algunas de Bourne, quien destacó por su trabajo en India entre 1853 y 1870.

Aquellos viajeros abandonaban su casa durante meses para adentrarse en lugares como el Himalaya, capturar estilos de vida locales y, según de quién se tratase, realizar reportajes a favor o en contra de la metrópoli, al mostrar o no la miseria que había.

Isaacs nació en San Juan (oeste de Argentina) -aunque solo porque su padre, español, trabajaba allí-, se crió y estudió en Bogotá y después se trasladó a Barcelona, donde vivió 30 años hasta que hace uno se mudó a Milán (Italia), a la vez que pasa tiempo en Buenos Aires. A pesar de todas esas idas y vueltas vitales, Isaacs, fotógrafo artístico que trabaja siempre con cámaras de acordeón antiguas durante sus sesiones, nunca ha estado en la India, localización principal de “Un hombre que hacía retratos”.

Pero sí quería transmitir la “filosofía” del personaje de Tarak, su “mística tibetana y budesca” a la hora de trabajar con las cámaras de acordeón que le cambian la vida.

Tarak es al inicio de la historia un joven pintor de 20 años de Benarés, ciudad en el norte de India, a orillas del río Ganges. El momento en que, gracias al ficticio fotógrafo David Douglas, ve por primera vez una fotografía, le hace adentrarse en un mundo desconocido para todos en su país, que en ese momento dependía de la Corona Británica, con la reina Victoria al frente.

“Yo tuve un profesor de arquitectura que, cuando nos llevó a ver la cripta Güell, de Gaudí, nos dijo que no sabía la envidia que le dábamos porque la íbamos a ver por primera vez. Este sentimiento es un poco parecido a cuando Tarak tocó una foto que se quedó en sus manos”, explica Isaacs, quien ya acabó su segunda novela, “Todos los días del olvido”, conectada con esta primera historia.

Al tomar la fotografía como su profesión, Tarak acompaña a sus compañeros exploradores en varias ocasiones, pero Isaacs considera que un punto clave es “el encuentro de dos culturas” que se produce cuando conoce a la futura reina consorte de Inglaterra, Alexandra de Dinamarca. Los avatares de sus personajes son solo “el escenario” para su verdadera intención, hablar sobre fotografía.

“No tenía la intención de escribir un ensayo sobre la invención de la fotografía, me interesa la historia que te puedan contar tus abuelos”, dice un profesional que trabaja paso a paso a la manera de sus colegas de inicios de siglo XX y que se centra en los retratos.

Él, representante de un arte que “se ha rescatado” en los últimos años, no se identifica con un mundo en el que “un fotógrafo acribilla a una modelo. Eso es la antifotografía, la fotografía tiene un proceso y es un objeto que se resiente en ese proceso. Estamos hartos de la banalidad de disparar 30.000 fotos con una cámara. Además, eso son imágenes y no fotos”, concluye.

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