Dos décadas y media sin Freddie Mercury

A 25 años de la muerte de una de las más brillantes figuras de la música a nivel mundial, su legado sigue siendo único.

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Como desprovista de cualquier evidencia científica, la hipótesis de que la singularidad de su destino fue escrita en el lugar de nacimiento sigue siendo mucho más que sugerente. Freddie Mercury nació en Zanzíbar (Tanzania), era de etnia parsi -comunidad de religión zoroástrica que habitan en el oeste de la India- y se convirtió a esa fe en la adolescencia justamente en ese país.

Una biografía absolutamente inusual para la historia del rock.

Se llamaba Farrock Bulsara, pero el nombre inicial se esfumó y el que alcanzó la gloria fue el seudónimo.

Este jueves, 24 de noviembre, se cumplen 25 años de la muerte de la voz de Queen, uno de los íconos más poderosos producidos la cultura pop de los últimos treinta años.

Incluso la muerte prematura de Freddie ha dejado una marca.

Estuvo afectado por el sida cuando las terapias que permiten hoy vivir con la enfermedad estaban todavía demasiado lejos, gestándose en el futuro. Por entonces, el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida era una enfermedad para ocultar, una plaga para los adictos a la heroína y los homosexuales. Incluso una multimillonaria estrella que había traído sensacionalmente códigos de teatralidad homosexual a los escenarios del rock tuvo que vivir su homosexualidad como un asunto privado que había guardado oculto durante años, lo mismo que su enfermedad.

La muerte prematura de las estrellas es el pasaporte para el mito, se ha escrito alguna vez. Y se cumple con él.

Pero, básicamente, si se quiere sintetizar, lo que hace especial a Freddie Mercury es el mismo hecho de que trajo a escena su mito. Técnicamente era un tremendo cantante y un artista con pocos rivales. Seguramente lo más recordado sigue siendo “Live Aid”, los dos conciertos de 1985, que, a juicio unánime, fue lo mejor de lo mejor de la banda Queen.

Incluso el talento y osadía de Mercury creó un melodrama vocal, con teatralidad gay y todo lo que desde Mick Jagger a David Bowie había sido codificado en la ambigüedad del lenguaje. A pesar de que era un músico culto y evolucionado en términos de matices no era demasiado exigente. Pero el público terminó amando la combinación entre el sonido casi metálico y duro con matices de ópera, lo inovador con lo clásico.

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