Jorge Drexler: “No me sé relacionar con la tragedia en estado puro”

Si hace “22 diciembres” Jorge Drexler no hubiese tomado el consejo de Joaquín Sabina en un bar de Montevideo de venir a España, como recuerda el cantautor uruguayo en una de sus nuevas canciones, es difícil saber qué habría sido de su vida.

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Aunque él vaticina “que habría buscado otras maneras de ser feliz”.

El apunte viene a cuento por Salvavidas de hielo (Warner Music), un disco que relaciona las dos principales crisis de su carrera, pero de manera plácida, “cálida” incluso, evitando como acostumbra los relatos o melodías ominosos. “No me sé relacionar con la tragedia en estado puro”, dice al respecto.

“Leonard Cohen dijo: 'La desazón hay que manejarla con las herramientas de la belleza y la elegancia'. Y esas son las que me han caído a mí en las manos, agarrar un hecho traumático y tratar de extraer una veta de luz”, añade en una charla con Efe.

Así, en su decimotercer álbum de estudio, que se publica este viernes, encara temas universales como la comunicación ("Telefonía") en tiempos de ruido ("Silencio") y en los que una parte de la humanidad parece oponerse a lo que ha sido una constante de su historia, la migración ("Movimiento").

“Uno no escribe sobre lo que quiere sino sobre lo que puede; hay que esperar que las canciones lo elijan a uno”, señala Drexler (Montevideo, 1964), que en el disco rememora en forma de canción un episodio sucedido hace más de dos décadas junto a Sabina, inspirado tras comprobar cómo “ el viejo lobo de mar cogía un cuchillo entre los dientes” y asumía riesgos en su último trabajo.

“Lo más importante es el amor propio y el bienestar, venir a esta vida para hacer lo que nos toca hacer y a mí Joaquín me ha ayudado mucho a darme cuenta de lo que yo tenía que hacer”, explica acerca de la “gran crisis vocacional” que sufrió a los 30 años, tan grande como la “crisis material” que acaba de padecer en torno a los 50.

Revela por primera vez que si este disco ha tardado tres años en publicarse desde Bailar en la cueva (2014) ha sido no solo porque se “enredara en giras”, sino también porque decidió prestar más atención a los aspectos puramente empresariales de su carrera y reestructurar su equipo de trabajo tras un desencuentro con Hacienda.

Resuelto el problema, decidió repensar también cómo distribuía su tiempo y, por primera vez, dedicarle todo un año a la composición de un disco, aplicando el mismo principio de racionalidad a la instrumentación, que exprime todas las posibilidades sonoras de la guitarra como único elemento, de la cuerda a la madera.

“¿De cuántos zapatos nos deshacemos antes de que estén inutilizables? En vez de mirar al universo, en este mundo en el que no se elige nada para tenerlo todo ya, lo que hice fue seleccionar un único objeto del mundo y buscar el infinito dentro de él”, cuenta.

El resultado es, pese al título (un recurso estético que le gusta por su contradicción), un disco “cálido” y sorprendentemente rico que se engalana con tres colaboraciones femeninas de altura: Julieta Venegas entre los acordes brasileños de Abracadabra, Mon Laferte en la sensual Asilo y Natalia Lafourcade en Salvavidas de hielo.

“Las tres son muy mexicanas, hasta Mon, que es chilena. Son tres elementos de fuerza, en la interpretación y en la identidad. Son compositoras de mucho nivel y también tienen gran empuje mediático, tras haber sabido congeniar la calidad y la sinceridad con llegar a muchas personas. Para mí ellas son el sexo fuerte del disco”, indica.

Quienes deseen comprobar cómo suena, tienen una primera oportunidad mañana 21 de septiembre a través de la presentación que el artista realizará en una conexión en directo a través de Facebook Live.

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