Un poco de pintura para farrear

La nueva versión del internacionalmente conocido “Life in Color”, trajo consigo horas de interesante y buena música electrónica.

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Muchas franquicias internacionales llegan al país, tratando de ganar espacio entre el público consumidor ávido de propuestas para el entretenimiento. Justamente en esa línea, la nueva versión del internacionalmente conocido “Life in color”, trajo consigo horas de interesante y buena música electrónica.

Suena reiterativo, que en cada festival o encuentro de este tipo, donde el plato fuerte se centra en dos o tres exponentes, estos incidan en el fácil recurso de mezclar piezas en extremo comerciales y algo gastadas, con pequeños rescollos de su propia obra.

Obviamente, a las 03:00, con el público extasiado (en algunos casos, literalmente), esto no tiene mucha importancia.

De todos modos, destaco la participación e interacción de el brasileño Alok, el alemán Robin Schulz y el estadounidense Alesso, que aunque hayan repetido un par de tracks, lograron conectar y crear ese espíritu cuasi estrambótico, que es lo que finalmente se busca en producciones como esta.

Con relación a la tan vendida pintura, que desde que aparecieron los primeros promocionales, se anunciaba casi como si las Cataratas del Yguazú en colores desembocarían en el Jockey. De hecho, dependía mucho de la ubicación, para ser pintado. Personalmente, terminé con una mezcla de agua y pigmentos en todo el cuerpo.

Resulta interesante, todo el universo finito e intenso de sensaciones, preguntas, reacciones, baile, charlas, en fín, todo lo que sucede en una celebración así.

Porque me gusta uso el cabello de color lila (no por los restos de pintura), y lentes oscuros, porque estoy ciego y no quiero lastimar mis ojos. Quizá sea coincidencia, es algún código que desconozco, o no sé, pero tres personas me preguntaron si vendía ácido. Tras las risas correspondientes, les dije que no.

Percibí también y presencié a la tan controversial marihuana en escena.

Unos guardias, al percatarse que un chico la fumaba, amablemente lo invitaron a salir. Me consta que debió decirles algo bastante convincente, porque lo dejaron ahí, farreando y este chico ni siquiera les dio la Coca Cola que le pidieron, por el favor.

Admito que debe ser imposible controlar o verificar a cerca de 9.000 personas, de las cuales por lo menos la mitad bebía alcohol (que dicho sea de paso, se triplica en valor en estos encuentros), algún otro porcentaje me consta que consumía otras cosas, y el resto, o era parte del staff, o trabajaba indirectamente en el sitio.

Aclaro enfáticamente que esto no es responsabilidad de la organización, pero con noticias recientes que hablan de excesos, estaría bueno que al menos sean más precavidos y contraten personal capacitado, que realmente garantice que la fiesta seguirá siendo tal.

Sobre el concepto Kingdom, no comprendí nada. La decoración, según me narraban, era linda, algo así como una fusión salvaje musical, pero hasta ahí.

Cuando venden un nuevo concepto, deben hacerlo no solo desde la imagen, la escasa pintura, los juegos habilitados, sino desde una sinestesia que complemente la música con sus artistas, que es la reina de todas estas fiestas. Lo que se busca, es la originalidad, y al adaptar la franquicia al público paraguayo, deberían tener esto en cuenta.

Probablemente el conductor sea el mismo en todos los eventos, pero no estaría de más pedirle (por más que la mayoría en el lugar lo entendiese) que se dirija al público en español y no ridiculice tanto al guaraní.

En este punto, no les habría ido mal si contrataban a algún actor paraguayo que funja como animador.

En general, colorida y linda la fiestita. Detalles básicos como los accesos y sanitarios, todos cubiertos. Ajustar y contratar personal de prevención de riesgos con una postura clara y concisa, que no titubee ante la marea descontrolada de gente farreando.

A los músicos, les ponemos un tres por esta vez. Digo esto con profundo pesar, porque admiro a los que mencioné, pero me dejaron con ganas de escucharlos desde mi reproductor, mientras me llovían los colores encima.

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