“Interestelar”: tiempo, espacio y más allá

Lo nuevo de Christopher Nolan es al mismo tiempo maravilloso e imperfecto, crítico e inspirador, sencillo y complejo, pero definitivamente imperdible.

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Interestelar es uno de esos filmes que ojalá llegaran un poco más a menudo, un filme que inspira tantas reacciones variadas y en muchos casos contradictorias durante sus casi tres horas de duración y a lo largo de muchas horas siguientes.

Esta es una película que al mismo tiempo se apoya en acontecimientos y tramas algo gastadas -por momentos de forma directamente decepcionante- cual si fueran muletas durante largos trechos de metraje, pero luego suelta las muletas y se atreve a dar pasos agigantados, doblando y torciendo conceptos de tiempo y espacio de formas que aterran pero a la vez asombran, resultando en algunos de los momentos más imborrables de la ciencia ficción reciente.

El guión de Nolan y su hermano Jonathan está tan enojado con la humanidad por su capacidad de gastar los recursos de la Tierra y perder la voluntad de mirar fuera del planeta, hacia las estrellas, como está absorto en admiración por el potencial de la raza humana para lograr metas inimaginables. El filme comienza con sencillas entrevistas a personas ancianas que recuerdan un mundo cubierto de polvo, en el que “todos eramos granjeros”.

Entonces volvemos a ese mundo, en el que el avance cultural y tecnológico humano parece haberse detenido ante la más inmediata necesidad de alimentar billones de bocas. Todos son granjeros plantando maíz, inclusive nuestro protagonista Cooper (Matthew McConaughey), quien alguna vez un piloto de pruebas de la NASA y que recuerda con pesar y resentimiento que antes los seres humanos eran exploradores, en una época anterior a que la exploración espacial fuera tachada de gasto decadente e innecesario.

Como Neil Blomkamp en Elysium y Sector 9, Nolan muestra al mismo tiempo, en esos momentos iniciales, su enorme talento para utilizar todos los recursos sensoriales que el cine permite -el sonido, el movimiento de cámara, la fotografía- para vender de forma intachable la imagen de una Tierra agonizante, y lo hace sin tener que mostrar grandes tomas de ciudades en ruinas o torpes textos, sino que lo logra simplemente con ensordecedoras tormentas de arena y la sofocante omnipresencia del polvo.

En esas escenas iniciales muestra también una de las debilidades que comparte con Blomkamp: un grado de falta de sutileza que presenta nociones complicadas y ambiguas como simplistas y unidimensionales. Esa discusión de Cooper con una profesora de escuela sobre las misiones Apollo no tiene cabida en una película de la ambición e inteligencia que Interestelar muestra más adelante.

Tras unos 20 minutos iniciales que pasan con algunas glorias y algunas penas, la película prende motores cuando Cooper y su hija Murph (Mackenzie Foy, una auténtica revelación) son guiados por unas misteriosas anomalías gravitacionales que se manifiestan en la habitación de la niña y se topan con lo que queda de la NASA, obligada a trabajar en secreto. Allí Cooper descubre que algo -o alguien- dejó en las cercanías de Saturno un “agujero de gusano”, un portal a otra galaxia con planetas que podrían albergar a la humanidad. Tras años de misiones preparativas, la NASA planea enviar la misión definitiva para encontrar un nuevo hogar, y quieren que Cooper sea el piloto que guíe el viaje.

Es allí que Nolan finalmente saca el lienzo más grande y nos regala secuencias de imponente grandiosidad. El silencio del espacio luego del estruendoso despegue es intimidante, mientras que la vista de la gigantesca estación espacial reducida a nada más que un punto blanco contra la inmensidad de Saturno es sobrecogedora. El viaje por el “agujero de gusano” es un momento de antología.

Es entonces que el filme comienza a verdaderamente jugar con ideas interesantes, a un nivel cósmico y a uno personal. Enfrentado con la tarea de ir inimaginablemente lejos de la Tierra en una misión que podría tener sobre sí el futuro de la raza humana, Cooper es incapaz de cortar el lazo personal que lo ata al planeta azul: su familia y especialmente Murph. La principal fuente de drama de la película más allá de las impresionantes pero para nada abundantes secuencias de acción es el paso del tiempo, distinto en la Tierra y en el lugar a donde la nave de Cooper viaja.

En esos momentos en los que la concepción inabarcablemente extraterrestre del tiempo en la nueva galaxia se manifiesta, cuando minutos de tiempo para unos personajes se traducen en años o décadas para otros, es que vemos el verdadero monstro, el villano, el terror de Interestelar: el tiempo mismo, un flujo del mismo ajeno a la comprensión humana. El filme no necesitaba un villano más tradicional, aunque por alguna razón los hermanos Nolan deciden darnos uno de todas formas, y dedicarle un largo tiempo a un personaje que amenaza con arruinar la misión. En esos momentos el filme de nuevo decae, volviéndose por momentos una versión más aburrida de la parte final del Sunshine de Danny Boyle.

De tanto en tanto Nolan devuelve la acción a la Tierra, donde se centra en una ya crecida Murph (Jessica Chastain) y sus propios intentos por encontrar la forma de salvar a la humanidad. Si bien menos emocionantes que ver a Cooper luchando con los peligros del espacio, estas escenas ilustran bien la filosofía detrás de la película. Por mucho que los protagonistas se alejen en el espacio infinito, “Interestelar” es una historia profundamente humana, en la que los momentos que más golpean no son grandiosas tomas de estrellas, planetas y agujeros negros, sino simples momentos como Cooper rompiendo en lágrimas al ver en breves mensajes años de la vida de sus hijos que transcurrieron en lo que para él fueron un par de horas. Todo llega a una conclusión más que acorde que combina esos dos elementos, la alucinante naturaleza del viaje interestelar con lo profundo de las emociones humanas.

El filme tiene un soporte más que sólido en McConaughey, que demuestra que se encuentra en un renacimiento de su carrera por razones más que justificadas. Como es de esperarse, actrices de gran calibre como Chastain y Anne Hathaway no decepcionan, como tampoco lo hacen veteranos como Michael Caine y John Lithgow. Un poco de bienvenido aporte cómico viene principalmente de los dos robots que acompañan la misión, TARS y CASE, de impresionante pero simple diseño y medidores de humor ajustables.

Interestelar no es la segunda venida del 2001 de Kubrick, y está lejos de ser un filme perfecto; personalmente ni siquiera creo que sea lo mejor de la filmografía de Nolan. Pero sí es una extraordinaria producción de esas para las que las pantallas gigantes y el sonido abrumador del cine parecen haber sido concebidas en primer lugar.

Pero más importante, es una historia ambiciosa que, si bien no logra satisfacer la magnitud de esa ambición, sí envía al espectador a un viaje hacia afuera y hacia adentro, de maravillosa exploración espacial y reflexiva introspección emocional. ¿Perfecta? No. ¿Imperdible? Definitivamente.

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INTERESTELAR (Interstellar)

Dirigida por Christopher Nolan

Escrita por Christopher Nolan y Jonathan Nolan

Producida por Christopher Nolan, Lynda Obst y Emma Thomas

Edición por Lee Smith

Dirección de fotografía por Hoyte Van Hoytema

Banda sonora compuesta por Hans Zimmer

Elenco: Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Jessica Chastain, Michael Caine, Mackenzie Foy, David Gyasi, John Lithgow, Matt Damon, Wes Bentley, Casey Affleck, Topher Grace, Bill Irwin y Josh Stewart

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