Jorge Drexler, de este lado del río

Creaciones fecundas, tributos inesperados y una llenísima sala del BCP. Jorge Drexler cosechó emociones ante un público rendido a sus pies.

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“Quien tenga un verso que dar / que abra la mano y lo entregue / que a la flor de la poesía / no hay melancolía que no la riegue”, canta un inspirado Jorge Drexler en una de sus recientes grabaciones. Fue, precisamente, la noche del martes cuando el público paraguayo recibió esa “fuerza misteriosa” que acostumbra acuñar el uruguayo. Y con creces.

Era el concierto número 70 de su gira actual, pero -de ninguna forma- un recital más. Era su reencuentro con el público paraguayo, con el que no convivía hace diez años atrás... y el mismo buscó acercarse. “Lo vengo esperando desde hace mucho tiempo y se hizo por iniciativa mía. Yo pedí, yo quería ir al Paraguay... fue un pedido expreso mío”, nos decía, días antes, en entrevista con ABC Revista. 

Más que un concierto fue, entonces, un festín de verso y música; palabras, guiños y complicidad. Era Jorge Drexler el anfitrión de una fiesta largamente esperada... y concretada por él.

Como pez en el agua, abrió con una de las canciones de su más reciente producción, Salvavidas de hielo (2017), Movimiento. “Buenas noches, Asunción del Paraguay. ¡Qué alegría más grande estar aquí! ¡Por fin!”, decía boquiabierto ante el teatro del Banco Central del Paraguay (BCP) con entradas agotadas, ya desde pocos días de su venta. Verdadero mérito para un mercado en el que los productores de conciertos deben salir a pelearla hasta el último minuto. “Esto que han hecho de agotar un primer concierto en Asunción, yo lo considero un acto de amor y se los quiero agradecer”, dejaba en claro el cantor.

Desde entonces, se trató de un devenir de canciones-interacciones-sentimientos, desde ambos lados del escenario.

La bellísima Abracadabras, la esperanzadora Río abajo, la nostálgica Transoceánica y la noctámbula 12 segundos de oscuridad -inspirada en el área protegida de Cabo Colonio, en Rocha, Uruguay- daban apertura al poético encuentro, en el que el diálogo fue una constante.

Como cuando presentaba Estalactitas, creación que -al decir de su autor- “habla del descubrimiento del amor en la adolescencia y del descubrimiento del cuerpo propio a través del cuerpo del otro”. Después de Universos paralelos, el artista recordaba a su par, el poeta canadiense Leonard Cohen, en Despedir a los glaciares.

“Imaginen que es (el hueco de) una guitarra”, dijo sobre el círculo de fondo -un poco luna llena, un poco puesta de sol- que, a lo largo del concierto, servía de proyección. Fue para presentar Asilo, momento que generó el estallido de “¡Chemopirimbá!” de un fan -varón-. “¡Me encantaría entender eso!”, acusó el autor.

El encuentro seguía con Salvavidas de hielo -registrada en estudio junto a Natalia Lafourcade- y alcanzó su pico máximo con la anhelada Milonga paraguaya, registrada por el autor desde España en su álbum Llueve (1997).

“¡No saben las ganas que tenía de tocar esa canción!”, exclamó Drexler, antes de rendir tributo a Barrios, a solas con su guitarra. “El ejemplo de Mangoré en que se ha sentido en casa en tantos lugares: en Montevideo, en El Salvador... para alguien que vive en la carretera, no se imaginan hasta qué punto ha servido para mí de ejemplo Mangoré”, confesó, entre explosiones de aplausos.

Después de Fusión, el artista se permitió otro gusto. “No estaba dentro del repertorio, pero tengo muchas ganas de tocarlo”. Se trataba de la bellísima Salvapantallas, originalmente dedicada a sus hermanos.

La retribución del cariño paraguayo siguió con un momento eterno: la versión “drexleriana” de una de las guaranias más apreciadas, tanto aquí como allá. Recuerdos de Ypacaraí, de Demetrio Ortiz y Zulema de Mirkin.

“Nunca la he cantado en vivo”, se adelantó el cantante. La lluvia de aplausos terminó con un espontáneo grito de “¡te queremos como presidente!”. Drexler respondió el gesto, con humor, y respondió a su seguidor. “Me gusta mucho la política, pero en el área filosófica; no estoy capacitado”.

El momento de intimidad seguía con un clásico de su repertorio: Mi guitarra y vos. Y las voces y los aplausos resonaron con todavía más fuerza cuando el artista regaló una versión a capella de una joya preciada: Al otro lado del río, la canción que le mereció un Óscar en el año 2005.

Dedicada a uno de sus mentores, el español Joaquín Sabina, pero además al héroe uruguayo José Gervasio Artigas, interpretó su Milonga del moro judío.

Pero cuando Sabina realmente tomó protagonismo, fue para Pongamos que hablo de Martínez, canción con la cual quiso rendir homenaje al cantautor español.

“Me recomendó abandonar la medicina e ir a España a dedicarme a la música. Presentaba mi segundo disco pagado por la medicina. Mi primer disco, un éxito rotundo... ¡fueron 32 discos vendidos!”, ironizó. “Era telonero de Joaquín Sabina y me dijo que me fuera a España, y aunque era un concepto delirante en aquel momento, me fui y estoy muy contento”, relató. “No por dejar Uruguay, mi familia, mis amigos, sino porque sentí que era para lo que había venido al mundo”.

No podía faltar una zamba: por eso era el momento de Alto el fuego, con un recuerdo al ilustre -y también uruguayo- Alfredo Zitarrosa.

Los ritmos tropicales llegaban con Bolivia, para seguir con su filosófica La trama y el desenlace y otro clásico del universo Drexler: Me haces bien. Entre aplausos y emociones, el cantante agradecía a la producción local y a su equipo técnico (y humano).

La reflexión encontraba su momento de gloria con Silencio, ese “bien escaso” tan bien rescatado por Drexler en su más reciente disco.

“Tristeza não tem fim. Felicidade sim”. De a poco, era inminente la despedida. Un final por todo lo alto; con baile incluido... y un Drexler y el público contentos.

Los últimos momentos fueron al ritmo de Telefonía, Bailar en la cueva -con el público bailando-, La luna de Rasquí y, a pura clave de candombe-, Quimera. Ninguna canción mejor para definir el espíritu y filosofía de vida del uruguayo. “Soy un pescador de sueños / soy un catador de auroras / no cuento más que con mi empeño y esta pluma voladora”.

Elevados momentos con recursos mínimos. Poético, elocuente y emotivo. Así se mostró anoche Jorge Drexler ante un auditorio entregado a sus encantos.

La hazaña se repite este miércoles por la noche, en su segundo y concierto final en el BCP, antes de seguir con su gira en las ciudades argentinas de Resistencia, Santa Fe, Rosario, San Juan, Mendoza, Tucumán y Córdoba.

 

Texto: Jorge Coronel - @jorgecoronel - jorge.coronel@abc.com.py

Fotos: Marta Escurra - @martaescurramescurra@abc.com.py 

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