La lección de Kchiporros

Más de 10.000 personas bailaron al ritmo de Kchiporros en la fría noche del domingo en la Costanera de Asunción. De “La bandida” a “Ana Lucía”, una historia de permanente crecimiento.

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Aunque muchos se rehúsen a reconocerlo, Kchiporros se adelantó a su tiempo. Creada en 2006 con un par de canciones de cuestionada calidad creativa y difundida a partir de unas mediocres grabaciones, los muchachos no se detuvieron y construyeron un imperio hecho a su medida.

Marginada por músicos y público (nadie olvida los abucheos en algún que otro festival) y por el mismo periodismo musical (casi eran palabra prohibida en las Redacciones más 'refinadas'), la banda asuncena se puso a prueba a lo largo de su crecimiento.

Producidos por dos Auténticos Decadentes (Martín "La Moska" Lorenzo y Mariano Francesccelli) primero y por Matías Chávez Méndez después, la banda despegó hacia México y se codeó con bandas y artistas locales e internacionales: Mike Cardozo, Los Caligaris, Gustavo Cordera, Emiliano Brancciari (NTVG)...

El caudal vocal de su frontman avanzó a pasos firmes, mientras el mismo Chirola descubría su nuevo rol de compositor. Con Sr. Pombero (2012), definitivamente, lo pasatista de La bandida quedaba atrás, con Tantas cosas buenas, El salto mortal y En la punta de la lengua, como algunos descubrimientos.

Los discretos escenarios empezaron a cambiarse por festivales como el destacado Vive Latino, de México, y su cancionero comenzó a trascender géneros, clases sociales y medios de comunicación. ¿Qué pasó de aquella banda marginada, con tratamiento mediocre y que -además- sonaba tan mal? La mejor lección de Kchiporros ha sido superarse a sí mismos, cambiando los defectos por desafíos y replanteando su lugar en la escena.

El show de anoche en la Costanera de Asunción es un ejemplo más de lo que podrían proyectar tantos músicos de la escena local -ya sean bandas o solistas, de cumbia, folclore, pop o rock-. El marketing, por supuesto, es factor clave en una industria autofinanciada, y la alianza con multinacionales es un recurso que permitirá el desafío. Esta vez, el de convocar a más de 10.000 personas en un show gratuito en la Costanera, del que también formaron parte los Villagrán Bolaños y Pipa Para Tabaco.

No será el rock su campo de acción, pero la parafernalia desatada es digna de estrellas del género. Fans de todo el país colmando los espacios, entre gritos de "¡Kchiporros, Kchiporros!", o una fan desviando a los guardias para 'capturar' en un abrazo a su ídolo, podrían ser la envidia del rockero local más purista.

Miles de voces extasiadas coreando la potente apertura de La lamparita, La estrella del interior, Yapirona y Sr. Pombero definen la atmósfera del evento. Ambiente de fiesta, gritos, bailes y avalanchas de hits es la clave del cierre de Los Ojos Rojos Tour, que antes llegó a ciudades como Pedro Juan Caballero, Concepción, Villarrica y Encarnación.

Canciones menos masivas como El sistema solar, Para espantar -junto a Marcelo Soler- y El salto mortal se hacían hueco entre sus más históricos hits: la bailadísima Ruta 1 y Ruta 2, la irreverente Guaraní cool, la coreada La bandida -en medley con la celebrada cumbia romántica Por un beso- y En la punta de la lengua (casi un himno para su más reciente etapa) bañaban de euforia la noche del domingo.

Desde su reciente lanzamiento (Siente el movimiento, 2014), sonaban los potentes estribillos de El metal y Ana Lucía, dando lugar a pogos, gritos y algarabía. "¡Que viva la música nacional por siempre! ¡Que viva la juventud por siempre!", eran las frases del cantante que encendían a la multitud -mayoritariamente joven-.

Cientos de parejas bailaban al ritmo del animado cuarteto de Noche de soltero, ya a poco tiempo del cierre. A diez minutos de las 20:00, el show llegaba a su fin. La despedida llevaba el ritmo de Los ojos rojos, el mismo tema que el mundialmente popular DJ estadounidense Skrillex mezclaba en nuestro país. "¡Gracias por esta tarde-noche inolvidable!", gritaba -minutos antes- un emocionado Chirola.

Diez años atrás recorrían los teléfonos, convertidos en ringtones como banda de parodia (más odiados que amados en las tribus musicales). Diez años después hacen historia ante más de 10.000 personas en un inédito encuentro en la Costanera de Asunción. Por eso no nos quedan dudas de la gran lección de Kchiporros: la de superarse a sí mismos. La de escribir su propia historia, aún teniendo todo en contra.

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