“Robocop”: compraría eso por un dólar

El brasileño José Padilha lleva a algunos lugares interesantes la historia del policía robótico de Detroit, dejando un filme que satisface sin deslumbrar.

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Hay una gran escena más o menos hacia la mitad de Robocop, la “remake” del clásico de ciencia ficción de Paul Verhoeven, versionada en esta ocasión por el cineasta brasileño José Padilha. Es una conversación entre Alex Murphy (o lo que queda de él) y el científico encargado del proyecto que lo convierte en el agente robótico de la ley.

No solo es una escena visualmente impactante -y sorprendentemente gráfica- que probablemente hubiera sido imposible de hacer en 1987, sino que tanto el personaje de Murphy en sí -que en esta versión retiene mucho más de su humanidad- como la forma en que se exploran los efectos de su situación en aspectos más allá de los físicos son fundamentalmente novedosos.

Las “remakes” tienen asociado prácticamente por defecto el estigma de ser consideradas innecesarias. Cuando una “remake” es anunciada, generalmente las reacciones inmediatas más comunes son gente preguntándose “¿por qué?”, y lanzar -no sin al menos cierto grado de validez- acusaciones de falta de creatividad o exceso de codicia. Así que si uno va a hacer una “remake” y tiene la intención de que no caiga en el olvido, necesita encontrar un balance entre la fidelidad al material original y la voluntad de hacer algo nuevo con él.

El Robocop de Padilha no es un gran filme, no pasa de un decente filme de acción, pero por lo menos no teme hacer cosas nuevas con la historia y tocar aspectos previamente no explotados en vez de simplemente limitarse a un nuevo traje y efectos especiales actuales.

La historia básicamente es la misma: en 2038 en la ciudad de Detroit, Alex Murphy (Joel Kinnaman) es un detective -ya no un patrullero- que queda al borde de la muerte tras un atentado. La empresa OmniCorp (que no es lo mismo que OCP), líder en el campo de la robótica militar y ansiosa por poner sus productos también en las calles de los Estados Unidos a pesar de la negativa del público a “confiarle sus vidas a máquinas”, decide convertir a Murphy en una “máquina con conciencia”, dándole un cuerpo robótico que lo convertiría en un imparable agente de la ley, aunque lógicamente manteniendo cierto grado de control sobre él.

El guión de Joshua Zetumer no hace gala de demasiada sutileza en su crítica social, claramente dirigida a la ambigüedad moral del uso de “drones” principalmente por los Estados Unidos y a medios de comunicación de corte “patriótico” y ultra-derechistas de ese país, representados por un Samuel L. Jackson en su elemento como un intenso presentador televisivo. Pero de todos modos la crítica social no es el elemento destacado del filme.

No, la película tiene sus momentos más bien logrados cuando se dedica a explorar cuestiones que filmes anteriores exploraron desde enfoques distinto o no con demasiada profundidad. El por qué eligen precisamente a Murphy tiene sentido, y decisiones como involucrar más a la familia de Murphy en el filme -que podría haber resultado en mucho sentimentalismo barato-, y la forma en que su personalidad va cambiando -cortesía de un bondadoso pero sorpresivamente maleable científico interpretado por Gary Oldman- están generalmente bien ejecutadas; el filme hace por lo general un buen trabajo al lograr que el público simpatice con Murphy y que se ponga a sí mismo en su lugar.

Lastimosamente todo ese interesante desarrollo de personajes queda un poco de lado durante la segunda mitad de la película, que pasa a convertirse en un filme de acción más tradicional. Como estamos hablando de José Padilha, director de las dos Tropa de Élite, hay momentos interesantes, como un bastante creativo tiroteo en la oscuridad y una muestra de las capacidades detectivescas que Robo-Murphy tiene, pero el clímax es más bien olvidable, y el villano del filme es decepcionantemente superficial, e interpretado por un Michael Keaton algo exagerado. Jackie Earle Halley (Rorschach en Watchmen) es criminalmente desprovechado en un papel de villano militar estereotípico.

Estéticamente hablando la película no es nada del otro mundo, aunque la versión moderna del traje plateado de Robocop está sorprendentemente bien diseñada, y sencillamente no encuentro explicación a por qué le cambian el color al infinitamente más aburrido modelo totalmente negro. ¿No estamos ya sobrecargados de Batman? ¿Tenían que meterlo también en Robocop? Quiero creer que allí hay una crítica velada a la costumbre de los estudios de Hollywood a tratar de apelar a lo que es popular en el momento -incluso hay una línea sobre qué imagen para Robocop fue mejor recibida por grupos de prueba de márketing-, pero es difícil de saber.

Pero dentro de todo el Robocop de Padilha funciona como buen entretenimiento descartable, con un poco más de cerebro que lo que cabía esperar. Recomendable si uno no se siente particularmente exigente.

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ROBOCOP

Dirigida por José Padilha

Escrita por Joshua Zetumer

Producida por Marc Abraham, Brad Fischer y Eric Newman

Edición por Peter McNulty y Daniel Rezende

Dirección de fotografía por Lula Carvalho

Banda sonora compuesta por Pedro Bromfman

Elenco: Joel Kinnaman, Gary Oldman, Michael Keaton, Abbie Cornish, Samuel L. Jackson, Jackie Earle Halley, Patrick Garrow, Jay Baruchel, Michael K. Williams, Jennifer Ehle y Aimee García

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