En Ciudad Vieja de Jerusalén, la colonización avanza frente a palestinos pobres

JERUSALÉN. Al borde de un callejón en la Ciudad Vieja de Jerusalén, un imponente edificio de estilo islámico refleja las preocupaciones de los vecinos palestinos.

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Unos colonos israelíes se acaban de mudar allí gracias a una controvertida venta y crecen los rumores de que otros podrían seguir sus pasos.

La casa de tres niveles perteneció durante mucho tiempo a la familia de Adib Judeh al Huseini, guadián de las llaves del Santo Sepulcro, el lugar más sagrado para los cristianos.

Cuando los judíos tomaron posesión del sitio a fines de 2018, tuvo que escuchar a otros palestinos que reclamaron que se le retirara la pesada llave en forma de flecha, transmitida de padres a hijos desde el siglo XIII en este linaje de musulmanes palestinos.

El hombre de 55 años blande esta llave con orgullo como prueba de su inocencia. Vendió la propiedad a otro palestino en 2016, dijo a la AFP.

“¿Somos responsables de un bien que se vendió hace más de dos años?”, se pregunta, sentado frente a la entrada del Santo Sepulcro.

Entre palestinos e israelíes, el conflicto por la tierra también es una batalla, especialmente en Jerusalén y en las antiguas calles de la Ciudad Vieja, cerca de los lugares sagrados de las tres grandes religiones monoteístas

Unos 320.000 palestinos están tratando de mantener su asentamiento en Jerusalén Este, ocupado desde 1967 y anexado por Israel. Esperan establecer allí la capital del Estado al que aspiran.

Los israelíes proclaman su conexión histórica con Jerusalén. Ejercen la soberanía total: Jerusalén, en su totalidad, es su capital “indivisible”.

La anexión por parte de Israel de Jerusalén Este es ilegal desde el punto de vista del derecho internacional.

De haber sido apenas unos centenares en 1967, los judíos son ahora 210.000 en Jerusalén Este y son cada vez más numerosos en la Ciudad Vieja y sus alrededores.

Los palestinos denuncian un avance de los judíos, pero venden su propiedad a un judío lo cual es una transgresión absoluta. Lo que ocurre es que los compradores están dispuestos a pagar mucho dinero.

La casa de Adib Jodeh al Huseini se vendió por 2,5 millones de dólares (2,14 millones de euros).

El guardián de las llaves del Santo Sepulcro muestra los documentos que prueban, según él, que las autoridades palestinas validaron la operación alcanzada en 2016 con otro palestino.

El comprador “me traicionó, traicionó a la Autoridad Palestina y a Palestina”, dice conmovido.

El comprador al que se refiere es Jaled al Atari, quien fue contactado por la AFP pero no quiso hacer declaraciones.

Vender a un judío es un crimen que en teoría se castiga con la pena de muerte, según la ley palestina. Pero ésta no se aplica en Jerusalén que está bajo soberanía israelí.

Pero la Autoridad Palestina que está en la Cisjordania adyacente, puede pronunciarse sobre los asuntos sociales o patrimoniales que los palestinos de Jerusalén conservan en este territorio ocupado.

Lo que sucedió exactamente entre 2016 y la finalización de la transacción en 2018 es un reflejo de la opacidad que caracteriza a este negocio, donde el uso de montajes deliberadamente complicados y testaferros suele ser la regla, dicen los críticos de estas prácticas.

Este tipo de compra “nunca es transparente”, dice Yudith Oppenheimer, directora general de Ir Amim, una organización israelí contraria a la colonización.

“Las personas deberían poder comprar o vender como quieren”, responde Daniel Luria, portavoz de Ateret Cohanim, organización que trabaja para la colonización de Jerusalén Este.

A pocos metros de la antigua casa de Judeh al Huseini, otro edificio espera a sus ocupantes. ¿Se ha cedido a los colonos? Nada lo certifica, según la ONG Ir Amim.

Pero a fines de diciembre, un hombre palestino-estadounidense arrestado varias semanas antes fue condenado a cadena perpetua en Cisjordania por haber vendido el edificio a una asociación de colonos judíos.

Isam Akel la había comprado sólo para facilitar una herencia a una familia palestina, dijo su abogado Odei Nawfel.

Pero el destino de Isam Akel sigue siendo oscuro. Las autoridades palestinas lo habrían dejado salir de la cárcel en los últimos días con la condición de que se vaya a Estados Unidos, según la prensa, en una liberación tan discreta que ni siquiera su abogado fue informado.

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