La despiadada lucha política que paraliza a la principal economía latinoamericana tendrá otro epicentro en las calles de Brasilia, Sao Paulo, Rio de Janeiro y otras ciudades, donde ambos bandos preparan concentraciones masivas, en muchos casos con pantallas gigantes, para asistir en directo a una ceremonia de rituales meticulosos.
La sesión se iniciará a las 14H00 locales (17H00 GMT), cuando cada uno de los 513 diputados sea llamado a comunicar su voto por un micrófono y a justificar en 10 segundos su decisión.
La presidenta, del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), es acusada de haber manipulado las cuentas públicas para ocultar la magnitud de los déficit en 2014, el año de su reelección, y a inicios de 2015.
Si 342 legisladores (dos tercios) votan a favor del impeachment, y el Senado lo ratifica, Rousseff, de 68 años, sería sometida a un juicio político que implicaría su separación transitoria del cargo. La sustituiría su vicepresidente Michel Temer, quien podría completar el mandato, hasta fines de 2018, si los propios senadores declaran a Rousseff culpable en un plazo de 180 días.
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La crisis política brasileña tiene en vilo a América Latina y es observada con preocupación por el resto del mundo, a menos de cuatro meses de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Rio.
Rousseff niega los cargos que se le imputan y los atribuye a una conspiración liderada por Temer y el jefe de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, ambos del partido centrista PMDB.
Temer multiplicó los contactos en vistas a asumir la presidencia y en un audio difundido involuntariamente, según dijo, llamó a la formación de un “gobierno de salvación nacional” y a realizar “sacrificios” para sacar al país de una recesión que entra en su segundo año.
También Rousseff dijo que, de sobrevivir al impeachment, propondría un “pacto” a todas las fuerzas políticas, para que Brasil pueda salir del pozo.
La crisis creó sin embargo divisiones de una acrimonia desconocida en la historia reciente. Cunha amenazó con abrir otros juicios de destitución contra Rousseff. Y el PT y varios movimientos sociales no piensan darle tregua a Temer en caso de que “el golpe” triunfe.
Una ciudad y un país partidos en dos
Las fuerzas de seguridad movilizaron a miles de efectivos en la que se anuncia como una de las jornadas más dramáticas de la historia de la democracia brasileña.
En Brasilia, donde se espera la llegada de unos 300.000 manifestantes, las autoridades tendieron una valla metálica de casi un kilómetro que parte en dos la explanada de los ministerios.
En la monumental arteria el ambiente se animó con más fuerza hacia el atardecer del sábado, en la víspera de la votación, cuando cedió el calor y empezó a soplar una suave brisa.
En el lado derecho de la valla metálica, asignado a los opositores, cientos de manifestantes vestidos de verde y amarillo cantaban y proclamaban consignas contra el gobierno y el Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff.
“Fuera Dilma, fuera PT!” , “La robadera del PT está acabando” , cantaban a voz en cuello. “Lo primero es sacar a Dilma y al PT por toda la corrupción que montaron dentro del Estado”, afirmó Carlos Arouck, un funcionario público de 55 años.
“Cuando me preguntan por Cunha, siempre digo que va a ser el siguiente en caer. En cambio Michel Temer le dará estabilidad al país, porque en Rousseff ya nadie cree”, agrega.
En otra avenida, varios cientos de manifestantes del PT marchaban enarbolando banderas rojas por una gran arteria y coreando: “No habrá golpe, habrá lucha”, a ritmo de samba. “Estamos aquí para defender la democracia”, dijo Lucy Lopes, 43 años, profesora de Historia de Santa Catarina (sur).
Cálculos y cábalas
Las encuestas publicadas en las últimas horas indican que la balanza en la Cámara se está inclinando a favor de los partidarios del impeachment.
Pero el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010), con un currículum que le permitió desafiar al régimen militar (1964-85) y sobrevivir a escándalos durante su primer mandato, no parece impresionado por esas tendencias.
“Es una guerra de sube y baja, parece la bolsa de valores. En un momento están con nosotros, después ya no y uno tiene que conversar 24 horas por día”, explicó el sábado en un mitin en Brasilia.
Rousseff, con una popularidad muy baja (en torno al 10%), nombró a Lula jefe de gabinete para articular las negociaciones que le permitan superar el trance parlamentario.
Pero Lula no pudo asumir el cargo, a causa de una orden judicial relacionada con las sospechas de que pudo haberse beneficiado de las redes de corrupción de Petrobras.
