Político de 31 años y actual canciller, favorito a presidir Austria

VIENA. Con 31 años, Sebastian Kurz podría dirigir Austria y ser el gobernante más joven del mundo. En su propaganda electoral, invita a sumarse a un “movimiento, en aparente guiño al “En Marche!” del presidente francés, Emmanuel Macron.

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Con sólo 31 años, nueve de ellos en política y seis en el Gobierno, Sebastian Kurz es el candidato a las elecciones generales adelantadas del próximo domingo en Austria; a quien los sondeos dan más opciones de ser el nuevo canciller federal, al frente de un Partido Popular (conservador) al que ha cambiado los estatutos, el nombre y hasta el color.

Tanto, que su candidatura pone su nombre delante, “Lista Sebastian Kurz”, dejando de lado el de un partido con siete décadas de historia, la mayor parte en el Gobierno.

Kurz saca un 33% de intención de voto en los sondeos, una importante ventaja a sus dos grandes contrincantes, el Partido Socialdemócrata (SPÖ) y el ultraderechista Partido Liberal (FPÖ), a los que el joven candidato ha arrebatado parte de sus votantes y su tema estrella: la inmigración.

Este joven líder defiende una restrictiva política de inmigración y asilo, en la que ha planteado que la Unión Europea copie la estrategia de Australia de internar directamente en islas a los refugiados interceptados tratando de llegar a sus costas.

En lo económico, defiende la bajada de impuestos para la clase media y empresas, además de prometer una reducción de la deuda a largo plazo, en parte reduciendo subvenciones y el gasto social que, asegura, provoca la llegada de inmigrantes y refugiados.

Comenzó su carrera en la política con sólo 23 años, al hacerse cargo de las juventudes de su partido. Dos años después fue nombrado secretario de Estado de Integración; con 27 ya era ministro de Exteriores; y desde el pasado julio es presidente del partido.

Su experiencia laboral en el ámbito privado es mínima y no ha terminado sus estudios de Derecho.

Pese al magro currículo, ya meses antes de hacerse cargo del partido, se le mencionaba como la gran o única esperanza de una formación que andaba en mínimos históricos de intención de voto y era parte de una coalición con los socialdemócratas asediada por los conflictos internos y el auge del partido Liberal.

Asumió la presidencia de su partido imponiendo un cambio de estatutos que le da plenos poderes para decidir cargos, candidaturas y estrategias.

Sus críticos le recriminan la falta de concreción (ha presentado su programa electoral en tres partes, la última apenas 18 días antes de las elecciones) y que su estrategia esté dominada por la imagen y el marketing, sin contenido detallado ni ideas nuevas.

En su propaganda electoral invita a sumarse a un “movimiento , en un aparente guiño al “En Marche!” del presidente francés, Emmanuel Macron, y ha llegado al extremo de que en los carteles ni siquiera aparece el logo o el nombre del ÖVP.

El color turquesa ha sustituido al tradicional negro con el que el partido se identifica desde su fundación en 1945.

Así, alguien que no ha sido otra cosa que político en un partido del “ establishment” , ha logrado presentarse como “embajador” de una nueva forma de hacer las cosas, alejada de la vieja política.

Pese a esa revolución, Kurz cuenta con el apoyo de los barones del partido, que ven en él la oportunidad de volver a ocupar la jefatura del Gobierno después de diez años de segundones en coaliciones con los socialdemócratas.

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