Los riesgos de un segundo referendo sobre el brexit

LONDRES. Un segundo referendo en torno a la salida del Reino Unido de la Unión Europea parece más probable que nunca.

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No es solo porque Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista, pidió una votación parlamentaria acerca de si se debe llevar a cabo un segundo referendo.

Incluso, muchos miembros del Partido Conservador gobernante, entre ellos posiblemente la primera ministra Theresa May, parecen seguir con el brexit más por un sentido de deber democrático que por convicción real.

Hace dos años y medio, el 52 por ciento de los electores británicos, 17,4 millones de personas, votaron a favor de abandonar el bloque europeo. Sin embargo, la opinión pública ha cambiado y una pequeña mayoría ahora dice que preferiría seguir en la Unión Europea.

Aun así, a pesar de todo el impulso a favor de un segundo referendo, hay algunos motivos por los que los británicos de cualquier bando deben ser precavidos.

¿La forma más básica de democracia? Piénsenlo de nuevo. Los politólogos concuerdan de manera generalizada con que los referendos son engorrosos, peligrosos y ni siquiera son tan democráticos como parecen.

En 2016, le preguntamos a Michael Marsh, politólogo de Trinity College, en Dublín, en qué momento era buena idea realizar referendos. “La respuesta sencilla es casi nunca”, dijo.

La voluntad bruta de la mayoría no es lo mismo que la democracia, sobre todo cuando esa mayoría es pequeña. La democracia debe funcionar a través de las votaciones —es verdad—, pero también mediante los funcionarios representativos y las instituciones independientes que tienen como propósito proteger el bien común.

“La idea de que cualquier decisión tomada en cualquier momento por parte de la mayoría resulta obligatoriamente ‘democrática’ es una perversión del término”, escribió Kenneth Rogoff, profesor de Economía en la Universidad de Harvard, después de la votación del Reino Unido en 2016.

Una razón por la que los politólogos se muestran tan escépticos respecto de los referendos es que los líderes suelen recurrir a esta alternativa como una suerte de teatro político. Dan la apariencia de fomentar la democracia cuando esos líderes son incapaces de obtener lo que quieren mediante los procesos legislativos habituales.

“Un referendo no es una forma de democracia directa”, dijo Nadia Urbinati, académica en materia de democracia de la Universidad de Columbia. “Los referendos se usan cuando un sistema representativo decide que quiere tener el apoyo de la gente”. Además, generalmente, es para algo que el gobierno ya decidió hacer.

Sin embargo, esto puede resultar contraproducente, como bien lo aprendió en 2016 el entonces primer ministro David Cameron cuando hizo un llamado a favor de una votación del brexit. Cameron no lo hizo porque quisiera saber qué pensaban los votantes, sino porque creía que votarían a favor de quedarse y consolidarían su postura dentro del Partido Conservador, según creen de manera generalizada los analistas políticos.

Si un segundo referendo da como resultado una mayoría estrecha a favor de quedarse en la Unión Europea, entonces la mitad del país que aún quiere abandonar el bloque podría concluir razonablemente que la élite política amañó una nueva votación para limitar la voluntad popular que se expresó en 2016.

No obstante, si el público vota una vez más por abandonarlo, entonces la gente que desea quedarse —y creía que un segundo referendo los ayudaría— quizá dude que el resultado fue verdaderamente democrático. Después de todo, las encuestas han mostrado durante algún tiempo que una pequeña mayoría está a favor de quedarse en la Unión Europea.

De cualquier manera, es probable que casi la mitad del electorado británico termine sintiendo que un segundo referendo les arrebató la voz, en vez de sentir que los escucharon.

Esto podría empeorar uno de los más grandes problemas que enfrenta la democracia británica, y la democracia occidental en general: la falta de fe en el sistema político, que ha fracturado a los partidos políticos y ha paralizado a los gobiernos.

Después está el problema de qué poner en la boleta.

Una opción es crear una en la que se pida a los votantes que elijan entre el acuerdo de salida que propuso May y fue rechazado por el Parlamento —el llamado brexit suave, con algunos vínculos con la Unión Europea— y un brexit sin acuerdos, en el que el país abandone el bloque sin acuerdos sobre cómo hacerlo. Esa es la opción que prefieren los conservadores de línea dura.

Eso podría ayudar a decidir qué forma de brexit adoptar, pero no pondría en duda la salida del bloque.

Otra boleta posible presentaría la opción entre el acuerdo de May o quedarse en la Unión Europea. Sin embargo, esto no sería muy representativo, pues excluiría a los simpatizantes del brexit que quieren un acuerdo distinto al que creó May.

Si una segunda votación de verdad, que repita la misma pregunta de 2016, produjera el mismo resultado, no haría casi nada para resolver el actual punto muerto político, que gira en torno a qué forma de brexit tener.

Cuando escuchamos hablar a algunos de los simpatizantes que están a favor de quedarse, podríamos pensar que es casi seguro que su bando gane un segundo referendo. No obstante, las encuestas aún están tan cerradas que los votantes casi podrían afirmar la decisión de 2016 de abandonar el bloque.

Si eso sucede, entonces será mucho más probable que el Reino Unido termine con un brexit sin acuerdos.

Habría menos holgura por parte de la impaciente Unión Europea y menos espacio de maniobra para los simpatizantes humillados del brexit que adoptaron una línea suave. Con un mandato más fuerte para abandonar el bloque pero sin un plan listo, los simpatizantes del brexit que adoptaron una línea dura podrían conseguir que se apruebe una salida sin acuerdos.

Los analistas creen que un brexit sin acuerdos probablemente haría desplomar a la economía británica, lo cual provocaría mucho sufrimiento, sobre todo entre los pobres, cuyos servicios sociales ya se han visto afectados. También podría haber escasez de alimentos y medicinas.

Un brexit sin acuerdos es el menos popular de todos los resultados posibles, según sugieren las encuestas de manera generalizada; sin embargo, es la opción que un segundo referendo podría producir. Un resultado poco probable, pero posible, para un proceso que tiene como propósito consagrar la voluntad popular.

Un referendo quizá les resulte atractivo a ciertos grupos de votantes, sobre todo los que quieren el brexit más duro posible o quienes quieren mantener al Reino Unido en la Unión Europea.

Sin importar quién gane, es difícil argumentar que la democracia británica resultaría triunfante.

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