¿Puede terminar con la guerra de Corea la segunda cumbre Kim-Trump?

SEÚL. Una segunda cumbre entre el presidente estadounidense Donald Trump y el líder norcoreano Kim Jong Un alimenta legítimas esperanzas en la península para poner fin a la guerra de Corea, pero un tratado de paz definitivo llevará largas negociaciones.

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Corea del Sur y Corea del Norte siguen técnicamente en guerra. El conflicto de tres años, de 1950 a 1953, se terminó con un armisticio, pero no un tratado de paz. Ambas partes concluyeron un alto el fuego, que es hoy el más viejo del mundo.

El representante especial de Estados Unidos para Corea del Norte, Stephen Biegun, afirmó la semana pasada que Trump está “listo a poner fin a esa guerra”, lo que alimentó las especulaciones según las cuales ambas partes podrían firmar pronto la paz. Trump debe reunirse con Kim en Vietnam a fin de mes. Pero, señalan los expertos, un tratado de paz completo plantea numerosos desafíos que implicarán largas discusiones.

Los que firmaron el armisticio del 27 de julio de 1953 fueron el Mando de Naciones Unidas liderado por Estados Unidos, junto a quienes combatieron a los surcoreanos, China y Corea del Norte. Establecer “un régimen de paz durable y estable en la península” era uno de los objetivos convenidos por Trump y Kim en su primera cumbre, en junio en Singapur.

El fin de la guerra era, asimismo, uno de los objetivos de la primera cumbre entre Kim y el presidente surcoreano Moon Jae-in. Pero los avances hacia la paz fueron muy limitados, debido a los persistentes desafíos entre Pyongyang y Washington sobre el tema del arsenal nuclear norcoreano. En su discurso de Año Nuevo, Kim Jong Un propuso “negociaciones multipartitas (con los que firmaron el armisticio) para reemplazar el actual alto el fuego (...) por un mecanismo de paz”. 

Para Pyongyang, un tratado de paz es vital para la supervivencia del régimen que se traduce por: “Corea del Norte y Estados Unidos ya no son enemigos”, explica Koo Kab-woo, profesor de la Universidad de estudios norcoreanos de Seúl. Moon también es partidario de la paz. Pero Washington se inquieta de que un tratado en ese sentido ponga en duda su alianza militar con Seúl y su presencia en territorio surcoreano, en donde tiene 28.500 militares.

“Estados Unidos teme que un brusco cambio del orden regional tenga un impacto en sus intereses, en un contexto de afirmación china”, observa Koh Yu-hwan, profesor de la Universidad Dongguk de estudios norcoreanos. Un tratado de paz tendría el aval de China que espera “una menor implicación de Estados Unidos” en la península, agrega Koh.

La posibilidad es muy limitada, dada la complejidad del tema. Un tratado de paz implicaría “trastornos mundiales”, según Koo, trátese de las enmiendas a las constituciones de las dos Coreas o de la reevaluación del papel de las fuerzas estadounidenses. La negociación de un tratado podría tomar más de tres años, según Kim Dong-yub, del Instituto de estudios sobre Extremo Oriente, basado en Seúl. Los más probable sería que las partes concernidas —las dos Coreas, China y Estados Unidos— saquen un comunicado de carácter político para declarar formalmente el fin de la guerra.

“Ello abriría el camino a un tratado de paz” ulterior, explica Go Myong-hyun, del instituto Asan de estudios políticos de Seúl. El South China Morning Post indica que el presidente chino Xi Jinping irá a la ciudad vietnamita de Danang, en donde podría celebrarse la cumbre Trump-Kim, para reunirse con el presidente estadounidense.

Todos los analistas concuerdan de que el fin de la guerra relanzaría el debate sobre la presencia militar estadounidense en Corea del Sur. Las fuerzas chinas que combatieron junto a las norcoreanas se retiraron de la península en 1956. Si la guerra realmente termina, con un acuerdo de paz, Washington tendrá dificultad en justificar su presencia en Corea del Sur. Un tratado de paz aumentaría la presión sobre Pyongyang sobre el tema nuclear.

Corea del Norte siempre justificó el desarrollo de un arsenal nuclear por la necesidad de protegerse de una eventual invasión estadounidense. “Una declaración sobre el fin de la guerra es una manera de poner fin verbalmente a relaciones hostiles”, explica Koh. “Un tratado de paz terminará (con la hostilidad) de manera legalmente vinculante”.

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