El conflicto surgió con la negativa del senador Davi Alcolumbre, quien dirigía la sesión en su condición de miembro de la anterior mesa directiva de la cámara pese a ser candidato a la presidencia del Senado, a entregar esa responsabilidad a otro parlamentario.
Alcolumbre intentó imponer una votación abierta y no secreta, como es tradición en el Senado, lo cual desató un conflicto que no pudo ser superado, por lo que la sesión fue finalmente suspendida y se convocó otra para este sábado.
Al frente de la sesión, Alcolumbre, del Partido Demócratas (DEM), llegó a realizar una consulta simbólica al pleno, a mano alzada, en la que, según sus cálculos, la votación abierta fue aprobada por 50 parlamentarios frente a solo 2 que se manifestaron en contra.
Sin embargo, los partidarios de la votación secreta desconocieron el resultado y exigieron que Alcolumbre, quien es uno de los ocho candidatos a la presidencia del Senado, dejará la dirección de la sesión al senador José Maranhao, en su condición de más antiguo en esa cámara.
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Uno de los favoritos para la presidencia del Senado, el veterano parlamentario Renán Calheiros, se erigió como un fervoroso defensor de la votación secreta, que en medios políticos se asegura que le favorecería, pues existe una fuerte corriente de opinión contraria a su nombre por diversas sospechas de corrupción en su contra.
Calheiros, del partido Movimiento Democrático Brasileño (MDB), tiene sin embargo, una enorme influencia en el Senado y, según dicen fuentes políticas, muchos parlamentarios aprobarían su nombre si la votación fuera secreta, que les protegería de una posible reacción popular opuesta a su elección.
Precisamente Calheiros fue quien dio el primer paso en favor de la suspensión de la sesión, que según fuentes políticas le puede permitir ganar tiempo y sumar voluntades para que la votación sea secreta. Calheiros fue durante la pasada campaña electoral un duro crítico del ahora presidente del país, Jair Bolsonaro, líder de la emergente ultraderecha que identifica al senador con lo que califica de "vieja política", a la cual asocia a la corrupción y el clientelismo que han campeado en la política brasileña en los últimos años.
